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Analizando algunas cifras sobre la crisis financiera más reciente, los brotes de violencia en algunas ciudades del hemisferio occidental y la lucha internacional contra el tráfico de drogas.

Según mi conclusión lo que ha desencadenado y profundizado la crisis es lo siguiente:

Los grandes conglomerados financieros del mundo siguieron una tendencia de adquirir cientos de bancos locales en varios países durante los últimos años con el objetivo de unificar marcas comerciales globales en una estrategia para regionalizar sus negocios pero no midieron el impacto que conllevaría hacerse de ellos “a como diera lugar” y “al precio que fuese”. Impactos en términos de liquidez – por los desembolsos- y revalorización de las acciones.

Al adquirir estos bancos locales los conglomerados financieros no solo compraron los activos junto con la participación de mercado sino también las deudas de éstos. Aquí hay un problema muy grave y es que estos bancos – negocios familiares y de pequeños grupos acaudalados con influencias y privilegios en la política gubernamental- habían prostituido el negocio de la banca tradicional (el delta diferencial entre la tasa activa y la pasiva, entiéndase la diferencia entre la tasa de créditos y la tasa de depósitos) por un modelo más avaro: el de los inmuebles.

Los bancos comenzaron a endeudar irresponsablemente a la gente con créditos personales, hipotecarios y figuras de plástico por montos más allá de su capacidad de pago especulando que una proporción importante de ellos caería en situación de no pago para posteriormente embargarle sus bienes y otras prendas hipotecarias. Utilizaron una figura de ceteris paribus proyectando que algunas fuentes de ingresos se mantendrían constantes empujando otras áreas operativas, esto sería un error. Crear o inventar dinero ficticio traería sus consecuencias.

Los estrategas financieros de las organizaciones criminales venían financiando proyectos inmobiliarios en varias partes del mundo para blanquear el dinero y comenzaron poco a poco a prescindir de las figuras bancarias. La lucha por hacerse de zonas aptas para el narcomenudeo o incluso a nivel de los cárteles desencadenaron una ola de violencia que ponía en el ojo del huracán la credibilidad de los políticos y su tranquilidad. La violencia generaba descontento social y a los políticos no les gustan los panoramas de inestabilidad que los haga perder. En un esfuerzo por recobrar la credibilidad, las autoridades anuncian una lucha directa contra la narcoactividad e implementan más filtros de seguridad en las aduanas, policía y en los sistema de supervisión financiera.

De repente, los millones provenientes del narco dejan de llegar – por la cuantía como venían haciéndolo- a las bóvedas de los bancos y a las empresas destinadas a blanquearlo. Los narcotraficantes decidieron entonces, aparentemente, conservar el efectivo y enterrarlo – o quién sabe qué pero sin colocarlo a circular- paralizando o frenando el dinamismo económico de muchos agentes en la economía. Alli comienza a hacerse el problemón.

Al vislumbrar este escenario y para estimular la presión social a los gobiernos, crear inestabilidad, se presenta una oportunidad única para aquellos que llevan los hilos de la marioneta: Manipular la producción y fijar precios arbitrarios en el mercado energético, un tema de bolsillo cotidiano y altamente sensible.

Esto es como si usted está enfermo y tiene el dinero para comprar sus medicamentos pero prefiere comprarse una pantalla de plasma hoy y esperar a que la remesa de su hijo venga la próxima semana. Lo que usted no sabe es que su hijo no podrá enviarle dinero la semana entrante porque no ha tenido trabajo porque quienes lo contrataban han sido embargados.

La próxima semana usted tendrá problemas y sufrirá un detrimento en su salud, comenzará a sentirse mal.

En fin, muchas cosas hay debajo de la punta del icebreg.

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