Wikileaks, herramienta web contra la censura
En este sitio se publican filtraciones anónimas de información relevante
Ésta es una de las labores del periodismo como profesión, pero a menudo los periodistas se convierten en víctimas de sus noticias. Según datos del Instituto por la Seguridad en las Noticias Internacionales, en 2009 fallecieron 132 profesionales por causas achacables a su trabajo. Fueron 42 en 2010 y 150 más permanecen encarcelados, según el barómetro de Reporteros Sin Fronteras. Por este motivo, Wikileaks es una vía segura para que la persona que desvela los datos no se ponga en peligro.
Los envíos de documentos, que pueden ser textos y grabaciones de audio o vídeo, se realizan de manera anónima a través de un formulario de su web. Emplean una conexión cifrada, similar a la que usan las entidades bancarias y las tiendas en Internet y ahora se han mudado a los servidores de la tienda on ine Amazon por su alto nivel de seguridad, ya que temen ataques de hackers contrarios a las filtraciones. En este formulario se puede establecer una fecha de embargo, durante la que se guardará la información hasta que la fuente de la misma permita su publicación.
¿Cómo funciona?
Antes de publicar un contenido, los editores de Wikileaks revisan los documentos para asegurar su veracidad. Después, tratan de garantizar que nunca se sabrá la identidad de la persona que filtró la información. No guardan ningún dato técnico del envío porque los números IP identifican cada conexión a Internet y facilitan información sobre dónde se ha llevado a cabo la conexión.
Para asegurarse de que nadie obtenga datos acerca del programa que se ha utilizado para crear el documento, se limpia el archivo de todo rastro incriminatorio
Para asegurarse de que nadie obtenga datos acerca del programa que se ha utilizado para crear el documento, o los escáneres o impresoras implicados en la filtración, limpian el archivo de todo rastro incriminatorio. Los contenidos se almacenan de manera descentralizada y bajo cifrado, con tecnología que han personalizado a partir de proyectos como Freenet o Tor.
Una vez que reciben un documento, trabajan para darle mayor difusión. Lo publican en su sitio web, que es un wiki que permite comentarios, acompañado de un resumen, y lo distribuyen entre los miembros de la organización, entre quienes hay periodistas de investigación, abogados y especialistas en derechos humanos. El objetivo es que un periodista o un medio de comunicación lea la historia, profundice con una investigación y la difunda a su audiencia.
Posible colaboración con periódicos locales
Fruto de este trabajo, esta organización ha recogido diversos galardones internacionales. Amnistía Internacional en Gran Bretaña le dio el premio al mejor trabajo periodístico de un nuevo medio por unas revelaciones sobre Kenya. La organización británica Index on Censorship, que promueve la libertad de expresión e informa sobre los casos de censura, también la premió en 2008 por su trabajo a favor de este derecho.
Diversos medios de comunicación y asociaciones estadounidenses les brindan gratis sus abogados
Diversos medios de comunicación y asociaciones de todo el mundo les brindan de manera gratuita sus abogados para que se protejan de las demandas que reciben por parte de los implicados en las filtraciones. Entre ellos, USA Today, los medios integrantes de The Hearst Corporation, The Los Angeles Times, la agencia de prensa Associated Press, además de varias asociaciones americanas y europeas de periodistas y de defensores de los derechos civiles.
En Wikileaks quieren extender su proyecto a las noticias locales, en conjunción con los periódicos de cada ciudad. Para ello, estudian situar enlaces en las páginas web de los medios para que la gente denuncie de forma anónima, al estilo habitual de este sitio. Después, esta organización pasaría la noticia en exclusiva durante dos semanas al periódico en cuestión para que trabajara en ella y publicara la información. De esta forma, Wikileaks sería una fuente anónima para los periódicos. Pasadas las dos semanas, lo publicaría en abierto en su sitio. Para ello opta a subvenciones de fundaciones sin ánimo de lucro.
Las redadas también tienen que ser de multimillonarios

Por su propia seguridad, no se callen
GABRIELA CAÑAS
Distintos acontecimientos han demostrado este año que contar la verdad y ejercer el periodismo independiente son actividades de alto riesgo. La reciente crisis del Sáhara, por ejemplo, ha puesto de manifiesto una cosa que ya sabíamos -la alergia que le produce a la clase dirigente marroquí la prensa libre- y otra que quizá no esperábamos: la complacencia de Gobiernos y organismos democráticos con un régimen que evita testigos incómodos cuando decide desmantelar un campamento en la antigua colonia española aunque esta no esté legalmente bajo su protección y/o Administración.
La reacción oficial al trabajo de Wikileaks confirma el acoso a la transparencia informativa
Corren malos tiempos para la información veraz y contrastada y sus enemigos, lamentablemente, no se limitan a ocupar altos cargos en el Magreb. Brad-ley Manning es un soldado estadounidense que lleva seis meses encarcelado acusado por el Pentágono de enviar documentos y un vídeo escalofriante a Wikileaks. En dicho vídeo, un grupo de militares estadounidenses ametralla desde un helicóptero a un grupo de personas desarmadas que caminaban por una calle de Bagdad en 2007. Los militares no solo mataron a 12 individuos e hirieron a otros tantos, (entre ellos dos niños), sino que festejaron la heroicidad con gritos de entusiasmo que herían casi tanto como sus balas.
El Pentágono, que nunca ha dado cuenta de algunas de sus acciones más polémicas ni tampoco de aquella matanza filmada en la que había, por cierto, un par de periodistas de Reuters, acusa a Manning de la filtración ilegal y de poner en riesgo la seguridad del Estado.
La seguridad es la coartada ideal para frenar la verdad. Marruecos, además de contar con aliados poderosos (Estados Unidos, Francia y España) también se ha aprendido la lección y ya está sacando a pasear el fantasma del terrorismo para seguir controlando el Sáhara. A favor de la seguridad, los ciudadanos soportan largas colas para ser cacheados y registrados como presuntos terroristas en cualquier aeropuerto del mundo y en nombre de la seguridad, el Pentágono clama contra la publicación de los documentos confidenciales que Wikileaks ha ido liberando sobre la invasión de Irak y la guerra en Afganistán. Las alarmas han vuelto a sonar a raíz de la nueva filtración, esta vez de 250.000 documentos del Departamento de Estado; la más grande de la historia, de la que EL PAÍS está dando cuenta.
Es verdad que algunos datos pueden poner en riesgo la vida de muchas personas. De ahí que las cinco cabeceras implicadas hayan seleccionado profesional y cuidadosamente los datos. Teniendo en cuenta los antecedentes y leyendo las primeras entregas, es, sin embargo, imposible evitar la sospecha. ¿No será que los Gobiernos temen en realidad que sus cuestionables prácticas queden descubiertas? ¿No será que han abusado de la confianza que les otorgaron los ciudadanos y contribuyentes y se extralimitan en sus funciones? ¿En nombre de qué y quiénes pide Washington a sus diplomáticos los números de las tarjetas de crédito de funcionarios de la ONU? ¿En bien de la seguridad de quién presionan a jueces y fiscales españoles (y estos colaboran) relacionados con casos como las torturas de Guantánamo o la muerte del cámara José Couso? ¿Qué tienen que ver la diplomacia y la seguridad con esa orden quizá legal pero insultante de indagar en la salud mental de la presidenta de Argentina?
Vivimos un espejismo que engaña nuestro discernimiento. Los medios dan cuenta de vez en cuando de este festival de la transparencia que llega, entre otras cosas, gracias a las nuevas tecnologías, a través de Internet, de las redes sociales y los teléfonos inteligentes. Todo ciudadano, vienen a decirnos, es un reportero en potencia. Se acabó el monopolio de los periodistas. Imposible ocultar una algarada estudiantil o una manifestación contra un Gobierno que se adjudica torticeramente unas elecciones, como en Irán.
La realidad es bien distinta. Y aterradora. Los Gobiernos más poderosos, como el chino, nos están demostrando que en Internet también hay fronteras y que la información es más controlable que nunca. Google, que creyó poder convivir con la censura china, ha tenido que tirar la toalla y ahora se plantea denunciar a China en la OMC en nombre de la libertad de movimientos de mercancías, dado que, probablemente, en nombre de la libertad de expresión tendría menos opciones de ganar la batalla.
La realidad es que Julian Assange, el fundador de Wikileaks, vive en la clandestinidad, perseguido por el Gobierno de EE UU y por unas denuncias de acoso sexual y violación que se destaparon justo cuando buscó refugio en Suecia para su organización en defensa de la transparencia. La realidad es que las airadas y amenazantes reacciones oficiales a la última filtración prometen dificultar enormemente el ejercicio de la libertad de prensa. Y la realidad es que mandatarios de medio mundo suspiran por un mundo sin periodismo independiente, como han demostrado este año China, Argentina, Venezuela, Brasil y Marruecos, entre otros.
"Por su propia seguridad, permanezcan asustados", advertía la megafonía de un aeropuerto en una viñeta de El Roto publicada por EL PAÍS a principios de año. Parafraseando a este gran opinador, cabría advertir por el contrario: "Por su propia seguridad, no se mantengan callados".