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La administración autonómica es un escalón intermedio para una mejor gestión del Estado y aprovechar las economías de escala en decisiones conjuntas que afectan a varias provincias. El sector público es un gran monstruo que lo engulle todo. Su financiación sea vía emisiones de deuda, sea vía recaudación de impuestos, detrayendo valiosos recursos del ciudadano y empresas que no los pueden dedicar ni al consumo ni a la inversión, casi todo el dinero va a financiar un gasto público corriente no productivo.

Para quien gobierne, cambiar puede ser una cuestión muy simple. El mismo BOE que usaron los anteriores gobiernos para dinamitar nuestra democracia pueden usarlo en sentido inverso para restituirla. Y el mismo BOE por el que malgastaron nuestros impuestos pueden usarlo para cancelar lo que no es productivo y trasladarlo a lo que pueda generar con inmediatez y certeza renta, tributos y empleo.

Financiación que ha de provenir fundamentalmente de la supresión de los fraudulentos refugios creados en las 4.000 empresas públicas, embajadas paralelas, cursos sindicales incoherentes con la demanda o subvenciones para sostener elevados salarios y organigramas amigos en patronales y Cámaras. O del dinero de los traductores del inútil Senado; o de las falsas contribuciones millonarias al sindicalismo internacional y al activismo político, emisoras de radio y tv; o de lo dedicado a informes y ayudas para destinatarios inexistentes por cientos de millones anuales. Partidas que no aguantarían la menor auditoría y que más pronto que tarde muchas acabarán siendo pasto de la Fiscalía y la prensa, con detalle de sus tramas y verdaderos beneficiarios. Extraños conceptos de gasto que en lo sucesivo no pasarán por los filtros de los interventores que se nos designen. Sin más juegos y engaños pueriles de cuando tenían políticamente sometidos todos los controles, deberíamos concentrar los esfuerzos en el solo asunto que demostradamente pueda revertir el proceso de deterioro de la economía: la exportación.

Es una pérdida de tiempo estar hablando del futuro con unas gentes blindadas personalmente, ofuscadas con la política y el protagonismo, y a las que les importa un bledo, las consecuencias que pagan los demás por sus actos. Todos los meses más de 10.000 españoles abandonan su patria para trabajar en otra parte y ni una palabra de ánimo ni de consuelo para ellos. Y en el fondo, se van porque la forma electoralista en que los partidos asignan los recursos, nos ha ido haciendo cada vez más inviables para la inversión local y extranjera. Si en vez de pagar a los proveedores las CCAA subvencionan sus propios intereses electorales, esas empresas dejarán de invertir aquí y despedirán gente. Pero eso no les duele en su bolsillo y por eso lo hacen. En ningún país europeo se tolera que la administración demore mas de 30 días y en sitios como UK, te anticipan un porcentaje y consignan el total. No deben seguir los que están.

Reducir el sector público debería ser un objetivo prioritario, pero no por el lado de los servicios que es para lo que se ha creado, sino por el de los parlamentarios que prestan un flaco servicio duplicando normas y gastando en representaciones lo que sólo le corresponde en otros países al gobierno de la nación. No consiguen financiación extranjera porque en ningún esquema mental de un economista serio se mantendrían gastos como en los que ellos incurren.

Una verdadera lástima que nuestro porvenir esté sometido a la comprensión del hecho de que por más dinero que se transfiera al sistema financiero, a la España de hoy y de ayer solo la endereza la iniciativa empresarial de las pequeñas y medianas empresas, características de su tejido productivo. Y que entenderlo significa simplemente enfocar con responsabilidad y coherencia las partidas de algunos presupuestos, hoy perfectamente prescindibles. Autor El Rábano por las Hojas.

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