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“El Director de Tráfico se gasta un millón de euros en cambiar de despacho”.

Miro alrededor y veo un despacho más bien normal tirando a corriente pero digno. Primero pienso en invitar a los periodistas a visitar mi despacho. Luego me bebo un agua para apagar el sofoco y sigo leyendo…………………….

Como es habitual la historia es mucho más sencilla de lo que el titular pueda dar a entender.

¿El director de tráfico se ha cambiado de despacho?. Si. Del edificio donde están los servicios de gestión del tráfico al edificio donde está la secretaría general y la administración económica. ¿Por qué? Porque en estos tiempos la gestión económica y presupuestaria es prioritaria y los ajustes presupuestarios requieren su presencia y su implicación.
Varias preguntas suscita el artículo: ¿Qué ha costado el traslado? 3.280 euros (i.v.a. incluido) de una empresa de mudanzas que durante un día y medio han desmontado los muebles de un edificio, los ha trasladado al otro y los han vuelto a montar. No se ha comprado ni una mesa, ni una silla, ni una lámpara….nada nuevo. Solo un traslado. Y entonces ¿de dónde sale el millón de euros? Alguien, con intención, al traslado del despacho ha imputado las obras que se hicieron en su día para reforzar la estructura de un edificio, que no olvidemos es antiguo, y habilitar toda una inmensa planta por si algún día pudiera hacer falta para alguna unidad del organismo. ¿Es verdad el titular del diario?: No. ¿Es absolutamente mentira?: Bueno, es opinable y depende del cariño que le tengan al director de tráfico tanto quien ofrece la información como quienes la lean. ¿Qué ha pasado? Que la condición humana se ha puesto en marcha y que desde la misma DGT alguien despechado o dolido ha decidido filtrar de manera tendenciosa una información general focalizándola en un solo ámbito.
¿La información hace daño a la imagen del director de tráfico? Seguro que si. Aunque lo desmienta y lo explique una y mil veces. Pero poco más puedo hacer que pensar que la naturaleza humana también tiene algún pequeño matiz miserable con el que no nos queda más remedio que convivir, pero les aseguro que deja mal gusto.
Al final este episodio me recuerda a aquel otro en que salió publicado que el director de tráfico no tenía permiso de conducir, insinuando sutilmente que alguien que no había conducido nunca no podía decirles a los demás como había que conducir. Aquella noticia me obligó a salir con el permiso de conducir entre los dientes en un encuentro con periodistas.
Pere Navarro Olivella
Director General de Tráfico

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