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El comisario más oscuro

El comisario más oscuro

  • Villarejo, el policía que denuncia corrupción, aparece relacionado con el caso de la mafia china, en las pesquisas sobre el 'pequeño Nicolás' y en la elaboración de un falso dossier que implicaba al ex juez Garzón con narcos


Es un comisario, pero no tiene comisaría. Es un mando policial, pero no tiene cargo orgánico dentro del estamento. José Villarejo es un veterano policía, que se encuentra en «servicios especiales». Adscrito a la Dirección Adjunta Operativa, pero realmente no depende de nadie. Hace y deshace. Desde el siglo pasado, aparece relacionado con asuntos de lo más escabrosos, y todos con vinculaciones políticas.
Villarejo ha presentado una denuncia contra el comisario de Asuntos Internos, Marcelino Martín Blas, al que acusa de fabricar pruebas falsas contra él en el caso del pequeño Nicolás y de realizar investigaciones ilegales para el PP sobre el ex tesorero Luis Bárcenas.
Para muchos, este comisario es un héroe que hace lo que nadie se atreve y tira «por la calle de enmedio». Para otros, el rey de la fontanería policial. «Es de los que es mejor estar lejos para que no te contamine». Las voces en el seno policial, dispares: los que le definen casi como el «hombre imprescindible», y los que lo consideran un hombre peligroso.
Para la opinión pública, el nombre de Villarejo irrumpe durante los años 90, adherido al polémico informe Veritas, encargado por los responsables policiales y políticos del Ministerio del Interior del momento con una sola finalidad: desacreditar al entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. Hablamos de 1994.
Fue este periódico, EL MUNDO, quien destapó los feos asuntos que estaban poniendo en marcha para tratar de acabar con la carrera del magistrado, que ya empezaba a dar pasos serios para resolver la ecuación de los GAL, para situar en el terrorismo de Estado al Gobierno socialista. Como recuerdan fuentes policiales, se encargó a un grupo de agentes confeccionar el llamado informe Veritas. En él consta la investigación y seguimiento realizado durante bastantes meses a Garzón.
En estas investigaciones participaron 20 inspectores desplazados desde la Ciudad Condal y desde Zaragoza. El informe, en el que se aseguraba que el magistrado «tenía relaciones con miembros de una organización de narcotraficantes» y «había participado en orgías con mujeres», tenía como objetivo amedrentar y desacreditar al magistrado. Los funcionarios, además de a Garzón, investigaron también la vida privada de periodistas, empresarios y políticos del Partido Popular. Entre los empresarios afectados se encontraba también Javier de la Rosa.
Tras la publicación del informe por EL MUNDO, el que fuera en aquellas fechas director de la Policía, Ángel Olivares (que trabajaba a las órdenes del biministro Juan Alberto Belloch) destituyó a tres inspectores jefes. Uno de ellos era Villarejo, que participó directamente en la elaboración de Veritas.
Nicolás declaró ante la Policía que De la Rosa le dio datos sobre Villarejo
Desde entonces, su nombre siempre figura en ámbitos policiales relacionado con los asuntos más oscuros y que más implicaciones políticas tienen. «Ha sido un pata negra para el PSOE y ahora lo es para el PP», apuntan algunos mandos policiales que prefieren guardar el anonimato. «Es peligroso», se defiende.
Villarejo «trabaja» desde fuera, como un «agente encubierto». Se mueve con un esquema policial similar al de los agentes en la DEA. Obtiene información y la hace llegar adonde él considera oportuno. Para su labor, dispone de empresas y sociedades y de una página web desde la que, además, con formato periodístico, lleva a cabo campañas contra los que considera que pueden ser sus obstáculos.
Como apuntan fuentes policiales, su nombre apareció de nuevo vinculado a otro feo asunto: la operación Emperador, contra la trama de Gao Ping. En un informe policial figuraba una serie de nombres de agentes y mandos que podían tener relaciones oscuras con este empresario. Entre esos nombres, el de quien, durante lustros, había estado al frente de la comisaría del aeropuerto de Barajas, Carlos Salamanca. Asuntos Internos elaboró un estudio más detallado sobre los posibles vínculos entre policías y la mafia china y lo remitió a la Fiscalía Anticorrupción, que entendía que había motivos para llamar a declarar a estos agentes. En dicho informe aparecía el apellido Villarejo y el nombre de empresas vinculadas con él. El autor delinforme Veritas y Salamanca son grandes amigos.
El juez que instruía la causa, Fernando Andreu, se apartó de investigar esta trama tras admitir una relación de amistad con Salamanca. El caso pasó a otro magistrado que tomó declaración a los policías citados. La causa contra estos mandos quedó archivada por decisión de la Sala de la Audiencia Nacional. Pero aún no se ha cerrado la puerta a esclarecer por completo estos posibles vínculos, ya que la Fiscalía del Tribunal Supremo ha elevado un recurso contra este archivo. Es probable que las pesquisas iniciadas por Asuntos Internos queden reabiertas.
Es en este momento donde se desatan las hostilidades de Villarejo y algunos de los policías salpicados en el caso Emperador contra el máximo responsable de Asuntos Internos, el comisario Marcelino Martín-Blas. Villarejo y «sus hombres» entienden que está haciendo una cacería contra él y reclaman a los mandos del Ministerio del Interior que le destituyan. Utilizan también sus tentáculos mediáticos (esa web antes citada) para tratar de desprestigiar al comisario y de desautorizar sus pesquisas sobre los vínculos de Gao Ping con policías. Desde el Ministerio y desde la Policía se avala el trabajo de Asuntos Internos, trabajo que pasa los filtros de dos jueces de la Audiencia Nacional y cuenta con el apoyo de la Fiscalía Anticorrupción
Pero las armas están ya desenfundadas. La cacería está abierta. Y el siguiente choque (que tiene pinta de que no será el último) se ha producido con motivo de la operación Nicolay. De nuevo, el nombre de Villarejo aparece en otra causa con claros signos de desgaste político. Ya en su primera declaración ante la Policía, el pequeño Nicolás habla del comisario y relata que el empresario Javier de la Rosa le dijo que Villarejo le debe 200.000 euros.
Da la casualidad de que De la Rosa era uno de los empresarios investigados por el grupo de policías en los años 90 durante las actuaciones en el informe Veritas. De nuevo, desde Villarejo y su entorno se trasladó la presión a Interior y a la Policía. Acusaban de nuevo al comisario de Asuntos Internos de tratar de implicarle también en este caso.
Y de nuevo se reactivó la presión para tratar de destituirle, cuando el comisario aportó al juzgado que investiga el caso, las grabaciones realizadas por las cámaras del Canal en las que identificaba como «probable» a Villarejo, en un encuentro con Nicolás. Villarejo denuncia ahora que Martín-Blas es una falsificación, que ese no era él y que el comisario de Asuntos Internos está tratando de incriminarle en la causa. Además, acusa a este mando de hacer «trabajos para el PP» vinculados con el caso Bárcenas. Desde la Policía se indica que Villarejo no aporta datos ni pruebas. La guerra sigue abierta.

Una mani y tres mensajes.




Víctor Sampedro
Catedrático de Comunicación Política de la URJC


Dicen que la manifestación de Podemos del 31 de enero no fue tal, porque no tenía mensaje. Persiste la imagen del líder pancartero, que arrastra tras de sí a las masas como el flautista de Hamelin a las ratas. Al fin y al cabo así se conciben las campañas electorales basadas en el menosprecio de la ciudadanía: los gatos pastorean a los roedores hacia las urnas. Entre tanto comentarista viejuno persiste también la sordera generalizada, propia de quienes no se quieren enterar (ni que nos enteremos) de lo que representa el “partido instrumento”, como se hace llamar Podemos. Se presentan como una palanca que dice estar al servicio de “la gente”.
Cierto. Un instrumento no tiene otro significado ni finalidad que el que le atribuyan los usuarios. Pero la herramienta política es tan nueva que cuesta entender para qué sirve y, sobre todo, a quién. Porque no es lo mismo estar “al servicio” que “en manos” de la gente. Lo curioso es que, apartándose de los moldes, los mensajes de Podemos no resultan tan rompedores. Una vez más, Podemos ha convocado, articulado y moldeado lo (des)conocido.
Hace un año el “líder instrumento” en ciernes, Pablo Iglesias, pidió a los internautas que le avalasen para disputarle a “la casta” el monopolio de la representación política. En apenas unos días, le concedieron el placet. Un año después muchas más gentes dieron cuerpo a un triple mensaje. Pusieron el cuerpo para lanzar un triple discurso, del que quizás no sean del todo conscientes.
El primer mensaje tiene naturaleza electoral: “tic-tac-tic-tac”. El segundo es organizativo: “Respaldo a una cúpula unida”. Y el último, movimentista: “Podemos también mueve la calle”. El primero se dirige a los votantes desde la esperanza. Es el más obvio. Viene a decir que, después de Syriza en Grecia, llegará Podemos a España. El segundo mensaje se destina a una militancia, aún por construir, pero en torno a los liderazgos ya establecidos. Si los medios les golpean, la gente les arropa. Lo tuiteó Errejón: “No nos falléis”. Y el tercer mensaje va dedicado a los socios de las coaliciones electorales en las que pudiera entrar Podemos. Éste se perfila ante ellos como un partido-movimiento que, además de gestor institucional, puede ejercer de vocero y articulador popular.
Nada que objetar. Al contrario. Bastante sorprendente y elogiable. Tamaña capacidad comunicativa. Ejercida, además, por quienes aún no han fraguado candidaturas ni programa, ni cuentan con sedes para reunir a los manifestantes ni fondos para pagarles el bus y el bocata. Cualquier partido, con la maratón electoral que se avecina, hubiera deseado lanzar esos tres mensajes. Porque, encima, son impecables en pertinencia y eficacia.
El mensaje electoral dibuja las elecciones venideras como una cuenta atrás de “lo caduco”, que se saldará con la llegada de “lo nuevo” al Gobierno, como en Grecia. Se invierte así el papel metafórico que venía jugando el país heleno: la amenaza de lo que está por llegar, el negro futuro que (sí o sí) nos espera. Lo invocaba la (sin)Razón titulando a Syriza como la “Desgrecia”. Y resonaba en los tambores del apocalipsis de la Prensa del Santander, que anteponía el anuncio del Banco a sus cabeceras. Unos días antes de la manifestación, sin la más mínima alusión a la misma.
Podemos ha intentado transformar Grecia en esperanza. Una vez más, apuesta fuerte. Rentabiliza el triunfo de Syriza, con audacia (nadie lo daba por seguro) y riesgo (se le puede volver en contra) lo convierte en zanahoria electoral. En todo caso, hace política desde la ilusión. No desde la desesperación, como se le imputa machaconamente. De ahí el ridículo de Rajoy que les tachaba de “tristes” que se alimentan de las desgracias ajenas. Y de un PSOE que, sin haber reconocido el sufrimiento de sus bases, se muestra incapaz de inyectarles esperanza. Aunque si ésta se limita a la del “cambio” poco avanza Podemos en términos retóricos. Felipe González llegó al poder prometiendo lo mismo: cambiar. De Gobierno se entiende, porque de forma gobernar fue más difícil y renunció. Ahí está el reto de Podemos: concretar cómo y con quién gobernará. Y la prueba del algodón de los electores; cuando se conviertan, quizás pronto, en los primeros gobernados de Podemos.
El mensaje organizativo de la manifestación fue doble. Cerró filas en torno a los lideres. Y el partido mostró presencia en la calle y capacidad de presionar desde ella. Más allá y en conjunción con la ejercida desde las pantallas de la televisión y la Red. Una vez más, los portavoces sirvieron de conectores y catalizadores, gracias al capital mediático que acumulan. Por iniciativas y méritos propios. Por la estulticia de los tertulianos y pseudoperiodistas que les combaten desde los medios convencionales.
Ocurrió con la manifestación lo mismo que con el partido. Se ignoró su existencia para, una vez constatada, negarles legitimidad. Quienes así actúan debieran reconocer que el escrutinio y acoso a la cúpula de Podemos ha podido frenar su ascenso. Pero resulta dudoso que socave el apoyo hasta ahora acumulado. Por muchas irregularidades que se encuentren, serán desmentidas por los hechos o incluso disculpadas. Representan una minucia respecto al expolio que ha practicado la casta. Todos entienden que las conductas hasta ahora denunciadas son pecata minuta, comparadas con los pecados capitales del gran capital al que sirven PP y PSOE.
El “No nos falles” dirigido a Zapatero en 2004 (lo mínimo que se le puede pedir a un líder) lo ha dirigido otro líder a sus seguidores una década más tarde. !No nos falléis!. Pero ¿dónde? ¿Dónde va a ser? En las urnas digitales que decidirán las candidaturas y las urnas de cristal de las elecciones. En vísperas de cerrar pactos electorales con activistas y movimientos sociales, que se autodefinen representantes de la sociedad civil, Podemos quiso ponerlos “en su lugar”. Ocupando el que les era propio: la calle.

Este sábado un mitin multitudinario sustituyó las asambleas en las plazas. Rodea al Congreso se transformó en promesa de asalto electoral. Lo viejo y lo nuevo conviven en lo que nace. A ver si la petición de respaldo se materializa en un compromiso real (“… porque nosotros no os fallaremos”, señalaba Errejón) precisando las medidas políticas y los equipos que las llevarían a cabo.

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