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La lucha contra los paraísos fiscales sigue siendo estéril tras la crisis financiera.

El 69% de las empresas que cotizan en el IBEX-35 sigue operando en paraísos fiscales. Los gobiernos europeos toleran de forma sutil su existencia.

04-03-2010 - Beatriz Lorenzo.- Constituyen el último reducto, el más seguro y resguardado a la hora de evadir las responsabilidades fiscales y dar refugio al dinero ilegal de los especuladores. Los paraísos fiscales, oasis por antonomasia de las grandes fortunas, son protagonistas de un eterno debate que se ha reavivado en Europa tras la crisis económica. Recientemente, el presidente Sarkozy aseguraba ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo que contaba con “el apoyo de Luxemburgo para que la arquitectura financiera sea profundamente reconsiderada en el exterior y en el interior de nuestro continente”, al tiempo que instaba a Luxemburgo, afamado por su secretismo financiero, a dar ejemplo en el ámbito de reforma del sistema financiero y de transparencia de las cuentas. En un momento económico delicado, con la mirada de la sociedad escrutando minuciosamente el quehacer de los grandes bancos, las financieras, las multinacionales y los grupos políticos, se perfilan en el horizonte tímidos intentos por reactivar el antiguo proyecto de la OCDE contra los paraísos fiscales, un plan de acción que había sido “olvidado” en tiempos de bonanza y permanecía muerto y enterrado.
Durante años, Luxemburgo, Suiza, Liechtenstein, Mónaco, Jersey o la isla de Man han logrado insertarse sibilinamente en la estructura jurídica y financiera de la UE como paraísos fiscales por excelencia. En el libro “La Europa opaca de las finanzas” Juan Hernandez Vigueras trata de mostrar que ciertas políticas europeas amparan a países y territorios catalogados por la OCDE como paraísos fiscales que, con sus especialidades financieras opacas y de escasa o nula tributación, compiten ventajosamente como segundos clientes de la eurozona tras EEUU.

EL GRAN MERCADO DE LAS FINANZAS

De ese modo, la configuración de la Unión Europea como espacio para los mercados financieros mundiales la convierte en un enorme “centro comercial” al por mayor para los bancos, las aseguradoras y las grandes financieras en Suíza, Jersey, Las Caimán u otros centros financieros para no residentes. La consecuencia de todo ello es que los estados miembros de la UE y sus economías son cada vez más vulnerables frente a las finanzas globales incontroladas, tal y como se ha puesto de manifiesto con la crisis de las hipotecas subprimes generadas por Wall Street. La creciente institucionalización europea, además de acentuar la competencia entre los socios por minorar los impuestos sobre el capital, acarrea también pérdidas de ingresos fiscales que suponen una amenaza para el Estado de bienestar, amén de reducir la capacidad para proteger a los pequeños ahorradores e imposibilitar el combate eficaz contra el blanqueo internacional del dinero sucio y la corrupción inmobiliaria.

A día de hoy, los gobiernos europeos, tanto de izquierda como de derecha, toleran de forma subrepticia las sociedades offshore y los paraísos fiscales y por si esto fuera poco en muchos casos -España es un ejemplo de ello- las medidas que se utilizan para rescatar a los bancos de la crisis contienen aspectos que defraudan a las Haciendas nacionales además de amparar vías para el blanqueo dinero.

A la hora de esgrimir medidas para luchar contra los paraísos fiscales, afloran premisas en pro de la transparencia, tales como asegurar que las autoridades públicas tengan toda la información acerca de las instituciones e infraestructuras relevantes del sistema financiero, además de la introducción de desincentivos fiscales para todo movimiento de fondos que tenga como origen o destino un paraíso fiscal. Asimismo, no ha de reconocérsele personalidad jurídica alguna a las sociedades constituidas en paraísos fiscales a la hora de intervenir en el tráfico mercantil nacional e internacional.

EL CAMINO FRAUDULENTO

A la hora de poner en cifras la importancia de los paraísos fiscales en el panorama económico actual, baste señalar que en el caso de España el 69% de las compañías que cotizan en el IBEX-35 sigue operando en paraísos fiscales, según datos revelados por un reciente informe del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa. Una vez más, la transparencia parece brillar por su ausencia en el ámbito de las cotizadas, ya que el mencionado estudio destaca además que sólo una empresa, Red Eléctrica, desglosa los impuestos pagados por país y ninguna detalla las subvenciones recibidas por país, que sólo dos compañías, la arriba citada y Telefónica, informan de los gastos salariales por país y que el 37% de las empresas del Ibex precisan la remuneración individual y los conceptos retributivos de sus consejeros.

Según datos de la organización, los paraísos fiscales ingresan al año 250.000 millones de dólares (unos 183.500 millones de euros) procedentes de multinacionales extranjeras. Los países más pobres son los más afectados, ya que dejan de ingresar 130.000 millones de euros porque el comercio de sus bienes se realiza a través de paraísos fiscales. Justo es señalar que los movimientos especulativos suelen ser el pan de cada día en mercados inestables, como el delas materias primas. Así, las apuestas a la baja en precios de productos como la soja o el maíz constituyen un gran lucro para los grandes fondos de inversión, canalizándose de este modo transacciones que en su gran mayoría se realizan a través de paraísos fiscales.

Así pues, la lucha contra los paraísos fiscales está en un punto muerto, no da frutos. Tal y como asegura Juan H Vigueras, el autor de “La Europa opaca de las finanzas”, la banca privada sigue siendo el gran mal endémico del sistema financiero internacional, ya que según su análisis, el 90% de los ingresos de los estados proceden de los impuestos; siendo evidente que en medio de un posible deterioro de la situación económica esta fuente de ingresos sufre una minoración y los gobiernos se ven entonces obligados a emitir deuda para conseguir financiación, lo que les deja “vendidos” al dictamen de los mercados.

Mientras tanto, la opacidad sigue siendo el gran obstáculo a la hora plantarle cara a los desmanes financieros. Los complicados entramados que esconden y disimulan los hilos de la malversación son también una dificultad, y además de ello la falta de formación de muchos profesionales que se dedican a ello y la falta de colaboración entre las entidades encargadas de la supervisión dificultan también el problema.

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