Autor Rosa Díaz, UPyD
Las fiestas de navidad son para mí propicias para la relectura de viejos libros, de esos que constituyen mi “fondo de armario”, a los que regreso fielmente.
La poesía ocupa un lugar importante. Leer poesía requiere pausa, un cierto estímulo anímico, un deseo de revivir emociones, de disfrutar con lo que ya conoces, con lo que sabes encontrarás al ir pasando las páginas. Yo no memorizo las letras, pero reconozco y anticipo cada una de las sensaciones que sentirá al volver a leer los versos que amo.
Nunca se cuando voy a reabrir el armario. A veces ocurre porque leo algo que me recuerda algo que leí… Otras es una sensación de echar en falta eso que el poeta llamaba “alimento para el alma”. Otras veces es porque alguien a quien conoces te recuerda a otra persona que ya hace mucho tiempo te recomendó un poema…
El caso es que he empezado a desempolvar mis poemas favoritos. Y, como me ocurre siempre que vuelvo a ellos, estoy feliz de sentirme viva. No pretendo ser original y por eso no me importa recomendaros un poema irlandés, de autor desconocido, que ya os he incitado a leer en más de una ocasión. Se que hay lectores nuevos del blog y de la web; para ellos espero que sea un descubrimiento; a quienes lleváis tiempo acompañándonos os invito a disfrutarlo de nuevo. Es, desde mi humilde punto de vista, la más hermosa y triste canción de amor que he oído recitar en una película, en Dublineses (los muertos), de John Huston.
Promesas rotas