Ley de ciencia, ¿estamos todos los que somos?
Han tenido que pasar veinticuatro años y un cambio de siglo para que un Ministerio casi adolescente se atreva a presentar un anteproyecto de una nueva ley de ciencia. El cambio se vislumbra desde el título, pues en este caso se introducen además del vocablo ciencia, el de tecnología y el de innovación. Su presentación oficial fue el pasado viernes en Moncloa. Cristina Garmendia informaba en rueda de prensa tras el Consejo de Ministros semanal sobre el alumbramiento de una nueva norma con «medidas de vanguardia», entre las que destaca el diseño de una carrera científica y el nuevo sistema de contratación de los investigadores, quienes pasarán a disfrutar de todas las prestaciones sociales. Sí han leído bien: todas las prestaciones sociales. Lo que quiere decir que antes no las tenían, ¿por qué? Pues porque eran becarios y además precarios.
A partir de su conocimiento, el órgano profesional que representa a los geólogos españoles ha querido expresar a través de un comunicado su rechazo a esta norma por suponer «un menosprecio a las profesiones técnicas». Para el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos de España, «la ley se convierte en un instrumento elitista a favor de los investigadores, primando la investigación científica y ninguneando a los técnicos y a los gestores». Después de la presentación oficial, quizá sea el momento de debatir, aportar y compartir opiniones. Y sobre todo, de tener en cuenta todo y a todos. Veinticuatro años y un cambio de siglo bien lo merecen.