El escándalo de JAG y su mentor
Cuando se inició el macrojuicio de Malaya publicamos un editorial, “El caso y el iceberg”. Lejos estábamos de suponer que esa porción oculta iba a revelar sorpresas de mayor calado que apuntan a la Fiscalía General y al Ministerio del Interior, dos instituciones que parecen empeñadas en borrar la frontera trazada por Montesquieu.
Concretamente, que Interior no quiso investigar a una sobrina de Conde-Pumpido, vinculada con un testaferro de Roca; y que el supercomisario Juan Antonio González (JAG) pactó con el instructor del caso la filtración a la prensa de parte del Sumario secreto.
Hoy revela LA GACETA que la empresa Solución de Pago de Línea, participada por el marido de Blanca Conde-Pumpido, sí tenía actividad económica, lo cual desmonta el argumento de la Fiscalía General que alegó que esa sociedad carecía de actividad económica. Lo cual deja en evidencia el sospechosísimo papel de juez y parte que parece haber adoptado el fiscal general ante una empresa de la trama Malaya donde aparece una familiar suya. Pumpido no tiene excusas para cumplir con su deber, como ya le instó el PP, e investigar a Solución de Pago de Línea. Si no lo hace, confirmará la sospecha de que utiliza una doble vara de medir, singularmente grave en quien debe atenerse a los principios de legalidad e imparcialidad.
No menos grave es que JAG, mano derecha de Rubalcaba, filtrara a la prensa parte del Sumario secreto del caso, por cuanto supone un delito y porque entraña una burda intromisión del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial. Según publica LA GACETA, el policía encargado de la investigación le dijo a JAG: “El juez no tiene inconveniente” (en que se filtren). El asunto apesta por todos los poros y exigiría una investigación a fondo, además de la dimisión del supercomisario, como pide el PP. Recuérdese que por mucho menos (hablar con un periodista), dos policías fueron encarcelados por el juez Del Olmo. Y el responsable de la filtración no es un policía cualquiera, sino el comisario general de la Policía Judicial, con un historial singularmente turbio, que siempre ha estado en la cuerda floja y siempre ha salido sospechosamente bien librado. JAG fue el hombre de los papeles de Laos, la cacería con Bermejo y Garzón mientras los lebreles policiales acechaban al PP por Gürtel e incluso ha estado supuestamente implicado en el propio caso Malaya, en el que el juez instructor no quiso investigar las sospechosas siglas JAG. El Rubicón que ha cruzado esta vez es especialmente inquietante y ya es hora de que responda de sus actos y termine el perfume a impunidad que deja a su paso.
Pero, siendo el supercomisario un hombre de Rubalcaba, es su mentor quien también debe dar la cara. Este era quien dirigía los hilos de Interior cuando se produjo la filtración; y también el responsable final de la red Sitel que, en la práctica, hizo perder el control del proceso al juez y lo dejó en manos de la Policía. Y todo ello sucedió en las mismas fechas que el chivatazo del bar Faisán (mayo de 2006), el otro gran escándalo de Interior que está por investigar y sobre el que Rubalcaba se niega a responder en sede parlamentaria, entre la broma y la evasiva, demostrando así el nulo respeto que le tiene al Estado de derecho. Un estilo en el que el número dos parece encontrarse cómodo, a juzgar por los chistes con los que tomó el pelo a los periodistas cuando le preguntaron por las revelaciones de LA GACETA sobre Amedo y los GAL y se escudó en que iba a hablar de Tráfico: “Ahora no toca”.