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La conquista de China y Cervantes

Ramón Tamames

La pasada semana tuve ocasión de presentar a los lectores de la República.es un fragmento de lo que fue mi conferencia en el Instituto Cervantes de Pekín el pasado viernes 27 de agosto, que dicté a invitación de la Directora de dicho centro, Inmaculada González Puy. En ese sentido, de los tres temas a que aludí el último jueves, ya se publicó el referente a la Nao de la China; que durante dos siglos y medio mantuvo una relación comercial muy importante a través del Océano Pacífico, entre el Celeste Imperio y nuestro país, vía Virreinato de la Nueva España, actual México.

Tras ese artículo, he pensado que tal vez pueda ser de interés, referirme a los otros dos temas que toqué en mi citada conferencia en Pekín. El primero, sobre las tentativas que hubo por parte de los españoles de Filipinas de abordar una empresa tan formidable como seguramente imposible: la conquista de China, para evangelizarla e integrarla en el imperio español. El segundo tema, más modesto pero no menos interesante, se refiere a las presuntas relaciones entre Cervantes y el Emperador de Pekín.

Entramos, pues, en el primer episodio, que comenzó con la historia de un pirata cantonés, Lin Ah Feng, o Limahon, como le llamaban los españoles. Quien al mando de unos sesenta juncos bien armados, buscó una nueva base de operaciones en las Filipinas ya españolas, pues la costa de su propio país se había vuelto demasiado peligrosa para él. A fin de hacer realidad tal proyecto, desembarcó cerca de Manila en noviembre de 1574, pero su asalto fue rechazado por los hispanofilipinos, tras arduo combate. Se retiró Limahon a unas 35 leguas al norte de Manila, y allí trató de establecer un pequeño reino que en marzo de 1575 pero fue sitiado por tierra y mar por Juan de Salcedo, el joven nieto de Legazpi, lo que le hizo muy popular en la propia China. Lo cual brindó una excelente ocasión para iniciar las relaciones entre los dos imperios, con una primera embajada española a Pekín, dirigida por Fray Martín de Rada.

Sin embargo, tales relaciones no prosperaron por desconfianzas mutuas, y la idea de la conquista de China fue ganando adeptos, sobre todo desde que en 1580 se forjó la unión de las coronas española y portuguesa. En ese nuevo contexto, y con el éxito de la ya comentada Nao de la China, se produjo el Memorial de la Junta o Cabildo de Manila de 1586, documento que contenía un plan para conquistar el imperio de los Hang. Con el detalle de las fuerzas necesarias: unos doce mil españoles, otros tantos de portugueses, seis mil “indios” de Visaya y otros seis mil japoneses, guiados estos por los padres de la Sociedad de Jesús.

Tales fuerzas se tenían por suficientes para “acallar cualquier conato de resistencia”. Pero conocedor Felipe II en El Escorial de semejantes intenciones, las descartó de raíz, por tener en marcha la Empresa de Inglaterra, la Armada que se llamaría Invencible.

Esa renuencia de Felipe II demostró ser de lo más sabia, pues por entonces China era la mayor potencia mundial, y con toda seguridad, habría desbaratado los planes españoles. Que no se acabaron por completo, pues en la segunda mitad del siglo XVIII hubo una nueva iniciativa en ese sentido, a la que tal vez nos referiremos otro día con mayor documentación de la que ahora dispongo.

Pasamos entonces al segundo tema de hoy, sobre las presuntas relaciones entre Cervantes y el Emperador de China, ciertamente no exentas, como se verá, de ironía por parte del Manco de Lepanto. Pero antes de ello, citaré a uno de los grandes traductores de El Quijote, el Prof. Dong Yansheng, a quien conocí en un viaje a Pekín en el año 2000, y a quien he vuelto a encontrar en mi última visita en agosto de 2010.

El Prof. Dong se entusiasma cuando habla de Cervantes y sabe transmitir su amor por la obra cervantina. Catedrático de la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín, la misma que me concedió el reconocimiento de Profesor Honoris Causa, es autor de la primera traducción de El Quijote realizada directamente desde el español; y se le reconoce como uno de los mejores hispanistas del antiguo Reino del Centro.

Centrándonos ahora en el tema, recordaré que Cervantes, en un acto de clarividencia, ya imaginó que su gran novela tendría mucha resonancia en el mayor de los países asiáticos. Como se aprecia en su dedicatoria al Conde Lemos en la segunda parte de El Quijote (1616), en la transcripción algo larga, que haré seguidamente:

Es mucha la priesa que de infinitas partes me dan a que envíe la segunda parte de El Quijote, y el que más ha mostrado desearlo ha sido el gran emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta con un propio, pidiéndome, o, por mejor decir, suplicándome se la enviase [la segunda parte] porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana. Y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote. Justamente con esto, me decía que fuese yo a ser el rector de tal colegio.

Pregúntele al portador si Su Majestad le había dado para mí alguna ayuda de costa. Repondióme que ni por pensamiento. “Pues, hermano – le respondí yo-, vos os podéis volver a vuestra China a las diez, o a las veinte, o a las que venís despachado, porque yo no estoy con salud para ponerme en tan largo viaje; además que, sobre estar enfermo, estoy muy sin dineros, y emperador por emperador, y monarca por monarca, en Nápoles tengo el grande conde de Lemos, que sin tantos titulillos de colegios ni rectorías, me sustenta, me ampara y hace más merced que la que yo acierto a desear”.

Las apreciaciones de Cervantes estaban muy ligadas a las necesidades materiales de su vida, pero en ellas también se manifestaba ya con toda claridad su admiración por el mayor país de Asia, al que no llegó a viajar. Si bien es cierto que hoy es uno de los grandes autores foráneos más leídos.

En resumen, los temas que he tratado en mi anterior artículo en la República.es y el que ahora doy a leer, creo que son buena muestra de que China estuvo muy presente en la vida española del Siglo de Oro. Otra cosa son las relaciones actuales, a las que también espero poder referirme algún día. Como siempre, quedo a disposición de los lectores en castecien@bitmailer.net.

NOTA:

Señalaré otra vez que las anteriores observaciones de mi artículo proceden, al menos en parte, de una serie de trabajos que seguidamente cito:

- Toni Vives y Josep Giró: “China”, Laertes, Barcelona, 2000
- Oscar Spate, “El lago español”, versión de Casa Asia, Barcelona, 2004
- Revista de Occidente, Diccionario de Historia de España”. Alianza Editorial, Madrid, 2008
- Ramón Tamames, “El siglo de China. De Mao a primera potencia”, Planeta 5º edición, Barcelona, 2007

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