Maldito el que piense mal
La inequívoca apuesta por la lealtad entre Montilla y Puigcercós es un acontecimiento político trascendental.
Jordi Barbeta
Fuentes generalmente muy bien informadas procedentes de la capital de España aseguran que el presidente Zapatero intentó denodadamente convencer al president Montilla durante el almuerzo que celebraron en Pedralbes el día del sincrotrón para que adelantara las elecciones catalanas a junio. Admiten las mismas fuentes que los silencios del presidente catalán dieron a entender que los esfuerzos del presidente español resultaron en vano.
Es imposible saber toda la verdad, puesto que ninguno de los dos puede reconocer una conversación de estas características y la reunión se celebró prácticamente en secreto. Sólo hubo imágenes oficiales realizadas y suministradas por la Generalitat y una versión oficiosa de la conversación pactada por ambas partes. La cuestión es que el calendario electoral catalán es una competencia exclusivísima del presidente de la Generalitat, pero si Zapatero considera que afecta seriamente a su propio futuro es impepinable que de eso vaahablar con Montilla. A Zapatero le interesa que las elecciones catalanas se celebren cuanto antes para aclarar el escenario político español y poder contar con CiU para aprobar los presupuestos del año que viene, que se le están poniendo dificilísimos y que si no los saca adelante se hunde. Y le interesa que después de las catalanas gobierne CiU con un conseller en cap del PSC para intercambiar y compensar los apoyos del PSC a CiU con los de CiU al propio Zapatero. Joaquim Nadal se ha convertido en el socialista catalán de moda en Madrid para ejercer ese papel que los socialistas españoles consideran tan necesario y los socialistas catalanes, tan patibulario. A nadie se le escapa que Nadal es el interlocutor de José Blanco, que, a su vez, es ministro de Fomento, número dos del PSOE y hombre fuerte donde los haya del zapaterismo.
Pero Montilla no da su brazo a torcer porque nadie adelanta unas elecciones cuando le anuncian una debacle, pero sobre todo porque no va a ser el PSC quien –cornut i pagar el beure– allane el camino a un pacto PSOE-CiU que, se mire como se mire, es una puñalada trapera. Llegar hasta el final de la legislatura es la determinación de Montilla. Su objetivo, además de evitarse puñaladas, no puede ser otro que repetir la fórmula tripartita para mantenerse en la presidencia. Desde el punto de vista del interés de Montilla, el interés de Zapatero es secundario. Te quiere José Luis, pero no tanto como a símismo. Lo deja muy claro aquí y ahora... Joan Puigcercós. El líder independentista que incorporó a la política el concepto de marcar paquete es hoy el gran avalador del president, de su gestión, de su actitud y del tripartito. Esquerra, que se va desangrando en los sondeos por apoyaraMontilla, ha decidido apostarlo todo a la lealtad. Y eso, en los tiempos que corren, es un acontecimiento trascendental. Y que nadie confunda lealtad con claudicación. En este final de legislatura ERC está sacando adelante todas las leyes que identifican su proyecto. Y la razón por la cual Montilla apoya una ley de Veguerías que le provoca la rebelión de sus alcaldes ouna ley de Cine que le van a impugnar sus correligionarios, o una ley de Consultas que sólo le reporta reproches, es el pacto Montilla-Puigcercós: un acuerdo profundo, estratégico e imprescindible para ambos. Montilla y Puigcercós seguirán juntos o no seguirán...
... Zapatero se dio cuenta de esa realidad hace dos semanas y a la semana siguiente se filtró que el Tribunal Constitucional está a punto de reventarlo todo. Honi soit qui mal y pense