Cortejando a ETA
López, como constitucionalista, no acude al ‘Aberri Eguna’.
Con la banda terrorista ETA teóricamente diezmada, y con las instituciones vascas bajo mando de partidos constitucionalistas, algo malo, muy malo, ocurre en torno al independentismo vasco cuando está más envalentonado, más esperanzado y más unido que nunca. Son varios factores los que aquí confluyen. Empezando por el principio, cabe recordar cómo se criticó a Jaime Mayor Oreja al afirmar éste que el Gobierno y el entorno de ETA estaban negociando. Días después, y al margen de que el propio entorno etarra siempre lo haya reconocido, las declaraciones del antiguo ministro del Interior resultan de una verdad tan evidente que las han avalado gentes tan distantes en el espectro político como el nacionalista Josu Erkoreka y nada menos que un ex director de la Policía, Juan Cotino. Y no es de extrañar la alegría en el independentismo vasco: la negociación, con o sin la farsa de un alto el fuego –nunca se habla de disolución, curiosamente–, resulta de lo más halagüeña para sus intereses. Y para los de la propia ETA.
Así se ha verificado con la ya conocida como Declaración de Bruselas, en la cual, 20 personajes internacionales tampoco piden la disolución de ETA, sino un alto el fuego, al tiempo que aprovechan para alinearse implícitamente con las tesis batasunas, instando al Gobierno a “responder debidamente”. ¿Dónde ha estado el Gobierno en el proceso de redacción de una declaración tan infamante, que pone en pie de igualdad a España con una banda asesina? Habida cuenta de que la declaración cuenta con el apoyo de miembros de la Alianza de Civilizaciones, no hace falta ser muy suspicaz para pensar que el Gobierno, en la práctica, ha alentado tal movimiento. La pasividad voluntaria del Ejecutivo se acentúa al constatar otros dos puntos: ¿cómo es posible que Josu Ternera y su hijo Egoitz sigan en libertad? ¿Ya no le funciona al ministro Rubalcaba su sistema Sitel? ¿O es que Ternera, el asesino de niños, es interlocutor válido y necesario? Por si fuera poco, las autoridades francesas han puesto en libertad a una etarra pese a que la Justicia española cursó una orden europea de detención en su contra.
Así las cosas, no es de extrañar que hasta un colectivo de presos etarras haya manifestado su “ilusión” ante lo que consideran, con su característico lenguaje torticero, la apertura de “un proceso democrático para superar el conflicto político y ejercer el derecho de decisión”. “La acumulación de fuerzas independentistas nos llena de ilusión y fuerza”, afirman los presos etarras. Y es que este Aberri Eguna o Día de la Patria Vasca –nadie sabe por qué lo siguen celebrando el Domingo de Resurrección–, Aralar y Eusko Alkartasuna festejan, junto a la nunca reciclada Batasuna, lo que ya se ha dado en llamar el nuevo “polo soberanista”, bajo la plataforma Independentistak. Todo el mundo sale ganando: con la negociación y el proceso de lavado de cara de ETA, los presos se ven fuera de la cárcel; Batasuna se ve legitimada y con presencia en las instituciones y sus correspondientes fondos públicos; la desaparecida EA vuelve al juego político; el nacionalismo recibe un espaldarazo político de primera, también en el ámbito internacional, y el Gobierno de Zapatero puede vender electoralmente la paz, por injusta que sea, cuando peor le van los sondeos. Lamentablemente, todo cuadra del modo más siniestro. Mientras tanto, con irritante papanatismo, todo el mundo está a la espera de un comunicado de ETA precisamente en torno al Aberri Eguna, señal de más para saber quién tiene la última palabra y a quién se intenta cortejar.