Javier Sedano. Madrid
Mucho se ha escrito y hablado sobre el asesinato del almirante Carrero Blanco en diciembre de 1973 pero pocos –muy pocos– han sido los documentos oficiales que han arrojado luz sobre los prolegómenos y ejecución de uno de los más trascendentes atentados llevados a cabo por la banda terrorista ETA. LA GACETA ha tenido acceso en exclusiva a uno de ellos y, más allá de los datos que presenta, su importancia reside en lo que desbroza y en que se adelanta en dos meses al primer documento conocido sobre los proyectos etarras de asesinar a altas personalidades durante esos primeros años de la década de los setenta.
El documento, fechado en Andorra bajo el título: “PROYECTOS COMUNISTAS DE REALIZAR ATENTADOS CONTRA PERSONALIDADES ESPAÑOLAS”, certifica no sólo que los servicios secretos españoles eran conocedores de los movimientos que ETA y el Partido Comunista mantenían en territorio francés sino que, efectivamente, los objetivos que había que eliminar estaban perfectamente definidos, entre ellos Carrero Blanco, por esas fechas vicepresidente del Gobierno de España. Era el 17 de octubre de 1972, exactamente un año y dos meses antes de su asesinato. “Entre las personalidades que ellos consideran promotoras de la idea y capaces de conseguir la continuidad del Régimen... señalan al Vicepresidente del Gobierno, verdadero motor del Régimen franquista tantos años, que tiene todos los resortes de poder en sus manos y a quien ven como futuro jefe de Gobierno y como tal su influencia sobre el Príncipe será decisiva”. Son palabras extraídas del informe que obra en nuestro poder y elaboradas por los agentes de la Guardia Civil destacados en Andorra, que formaban parte de la red de informadores y comandos que el Gobierno tenía desplegada por tierras galas y del Principado.
Otros objetivos
Pero, además de Carrero Blanco, otras cabezas de la élite política eran, por esas fechas, dianas preferentes para conseguir los objetivos propuestos. ElRey Juan Carlos se encontraba entre ellas, del entonces Príncipe dicen que se lo han dado todo hecho. Y aparecen más nombres: “... al falangista Girón, que ya ha empezado a salir de su madriguera, y a Rodríguez de Valcárcel, como figuras destacadas, sin olvidar al director de la Guardia Civil, franquista destacado y que por su lealtad a Carrero Blanco, se lo trajo expresamente de Argelia para ponerlo al frente de la Guardia Civil, como brazo ejecutor suyo, desde donde, siguiendo sus directrices, desprecia y persigue con saña a los patriotas vascos”, palabras que cierran el documento y una clara alusión a la consolidación ideológica del movimiento terrorista creado 13 años atrás y términos que marcan el camino de lo que, posteriormente, sería el protocolo asesino de ETA. El falangista Girón es José Antonio Girón de Velasco, ministro de Trabajo entre 1941 y 1957, miembro del Consejo del Reino y procurador de las cortes franquistas; Rodríguez de Valcárcel, en ese año de 1972 presidente de las Cortes Españolas y del Consejo del Reino; y Carlos Iniesta Cano, quien fuera director de la Guardia Civil hasta 1974.
Reuniones francesas
Además, el informe, desconocido hasta ahora, certifica oficialmente que los servicios secretos policiales conocían a la perfección los movimientos de los terroristas en el país vecino. Así comienza el documento: “Noticias recogidas en los medios comunistas españoles de Francia señalan que existen proyectos de realizar atentados para eliminar personalidades destacadas del Régimen actual, con el fin de evitar que a la muerte o sustitución de Franco, lo que consideran ocurrirá a corto plazo, puedan forzar la continuidad del Régimen, y con ello privarles de poder volver a España, sobre lo que ya se habían hecho ilusiones y concebido esperanzas”. Efectivamente, los informadores de la Guardia Civil saben ya de las conexiones galas entre ETA y el Partido Comunista y de su pretensión de eliminar por la vía rápida a altos cargos del Estado. Dos años después, en 1974, la Policía confirmaría el hecho tras la detención de Eva Forest después del atentado de la calle Correo en Madrid: ETA y el Partido Comunista montaron en la capital una red de apoyo a la banda, red que ya estuvo operativa en el año que nos ocupa, 1972.
El documento continúa reflejando los comentarios acerca de las posibles decisiones futuras a adoptar por altos cargos del Estado y concreta que el hecho de adoptar la medida del asesinato se produce “como consecuencia de la actitud que vienen adoptando determinadas personalidades... que hacen hincapié en que después de la muerte de Franco todo continuará exactamente igual, lo que viene causando entre ellos gran disgusto puesto que tuerce todos los planes del Partido Comunista”.
Todo se ajustaba e iba sucediéndose conforme a lo desvelado por la red de informadores. Efectivamente, José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, e Ignacio Pérez Beotegui Wilson, dos de los etarras que asesinan a Carrero Blanco, viajaron a Francia en diciembre de 1972 –dos meses después del informe que tenemos entre manos– para dar cuenta a la dirección etarra de sus evoluciones en la capital. En la reunión se comunica a Ezquerra su designación como jefe de un comando de gran importancia en Madrid, junto a Argala y Wilson.
‘Navidades Negras’
Se estaba diseñando el magnicidio. De esta reunión también se hizo eco la red de informadores policiales. “Nuestros colaboradores desplazados en Francia nos confirman que el día 15 de los corrientes, se celebró una reunión entre elementos directivos del movimiento separatista vasco ETA-ENBATAcon miembros de la dirección del Partido Comunista de Toulouse, en la que se acordó llevar a efecto en distintos puntos de España una operación denominada Navidades Negras o Turrón Negro, en la cual se incluyen secuestros, acciones subversivas y violentas, que serán realizadas en el más breve plazo posible”. Así reza el comienzo de otro de los informes que obra en nuestro poder, emitido el 17 de diciembre de 1972 por el agente principal en Francia del servicio de información de la Guardia Civil, el cual se reproduce en el libro Las razones ocultas de un asesinato, de Carlos Estévez y Francisco Mármol.
En este segundo informe se añade, además, que la reunión “de manera especialísima” giró sobre la forma de obligar al Gobierno “a poner en libertad a los miembros de la ETA detenidos, cosa de la que se vienen preocupando desde hace algún tiempo, y que ahora han planteado al PC abiertamente (ya existían contactos y relaciones entre ambas organizaciones), buscando no solamente apoyo y consejo sino el conseguir una actuación conjunta”. El medio más eficaz sería el secuestro de personalidades de gran relieve, como el Príncipe Juan Carlos, el vicepresidente del Gobierno Carrero Blanco, el director general de la Guardia Civil o familiares de alguno de ellos. El agente concluye que están dispuestos a actuar tan pronto como se les dé orden para ello.
El 20 de diciembre de 1973, un año después, se pone fin a la historia. Carrero Blanco salta por los aires.
ETA cambió la historia de España
Como cada mañana, aquel 20 de diciembre de 1973, el presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, acudió a misa de nueve a los Jesuitas de la madrileña calle de Serrano. A la salida, a las 9.25 horas, le esperaban el inspector de Policía José Antonio Bueno y su chófer, José Luis Pérez Mogena. El almirante y previsible heredero de Franco subió en el vehículo oficial, un Dodge Dart de color negro que no disponía de blindaje.
El coche comenzó la marcha en dirección al domicilio del presidente, donde solía desayunar antes de acudir a su puesto de trabajo. Le seguía un automóvil igual en el que se trasladaban dos inspectores y otro conductor. Al pasar por el 104 de Claudio Coello, justo detrás de la fachada donde había asistido a misa, el vehículo oficial aminoró la marcha porque había un Morris 1.300 en doble fila, pasó junto a él y se situó justo encima de cien kilos de explosivos que previamente habían sido colocados por tres etarras. Los terroristas habían alquilado meses antes un sótano en el portal de al lado, habían construido un túnel y habían puesto la carga explosiva. Incluso el coche situado en doble fila había sido puesto por ellos.
La explosión provocó que el Dodge negro volara por los aires y ascendiera verticalmente hasta una terraza del edificio de Jesuitas, donde la chatarra y los tres cuerpos quedaron encajados. Abajo, el agujero de 10 metros de diámetro provocado por la explosión se llenó de agua al alcanzar las tuberías del subsuelo. Los policías que viajaban en el segundo Dodge subieron a la terraza y trataron de sacar los cuerpos. Carrero Blanco y el inspector Bueno llegaron cadáveres al hospital. El chófer fue el único que entró vivo en la ciudad sanitaria Francisco Franco, pero falleció a los pocos minutos. El atentado provocó un terremoto en las instituciones españolas, ya que Carrero Blanco estaba llamado a conducir la transición.