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Presupuestos, ¿López como Gómez?

José Antonio Zarzalejos - 14/08/2010

En Octubre, desenlace, el día 3, de las primarias en el PSM para la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid; es todavía probable que el 24 de ese mismo mes se celebren las elecciones autonómicas en Cataluña. Y será en Octubre cuando Zapatero tendrá que abordar a fondo una negociación con el PNV que le salve la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. El Gobierno depende de los nacionalistas vascos porque CiU ha adelantado ya su voto negativo y los grupos de la izquierda en el Congreso también.

El PSOE deberá agarrarse a los nacionalistas vascos como a un clavo ardiendo y lograr que avalen las cuentas para 2011 a cambio, eso sí, de fuertes contrapartidas que los dirigentes peneuvistas ya han verbalizado: quieren más autogobierno (transferencias pendientes, pocas pero importantes) y garantías de que en el ámbito municipal y foral –Ayuntamientos y Diputaciones— los socialistas vascos respetarán la lista más votada. En otras palabras, los nacionalistas vascos pretenden en esta negociación neutralizar los efectos expansivos del pacto que con el PP sostiene a López como lendakari y a su Gobierno socialista en Euskadi.

Antes de entrar en otras consideraciones bueno será subrayar que Patxi López y su equipo, que suscribieron con el PP el importante documento “Bases para el cambio democrático al servicio de la sociedad vasca” tras las elecciones de marzo de 2009, no están logrando que la alternativa que ellos representan permee la sociedad vasca. Uno tras otro, el euskobarómetro que dirige el siempre objetivo y académico Francisco Llera Ramos, arroja un resultado similar: una mayoría de ciudadanos vascos no entiende el sentido del Gobierno socialista y su acuerdo con el PP. Y la mayoría sigue estimando como más deseable un acuerdo entre socialistas y nacionalistas. La densidad del nacionalismo es, como se puede observar, de enorme grosor e impermeabilidad.

Es indudable que ha mejorado el clima social y político –y la tensión ética, desde luego— contra el terrorismo y sus secuaces; que las víctimas están recibiendo el reconocimiento y la calidez que jamás obtuvieron de los Gobiernos nacionalistas; es también cierto que la Ertzaintza desempeña con un mayor grado de eficacia y convicción su función de policía antiterrorista, como ha demostrado con la detención del presunto asesino de Joseba Pagaza. Las banderas nacionales están en los centros públicos y el mensaje institucional es constitucionalista. Pero hasta ahí ha llegado el cambio.

El gobierno municipal y foral sigue en manos del PNV

Porque los resortes del poder en el País Vasco, tanto o más que en el Gobierno y en el Parlamento, se encuentran en las Diputaciones, Juntas Generales y Ayuntamientos. Y en ese ámbito local y provincial nada ha cambiado; por el contrario, se ha instalado una enorme reactividad contra el nuevo Ejecutivo vasco que, aunque está peleando por reequilibrar el contenido de los medios públicos de comunicación (la radio y la televisión vasca), no ha entrado, de verdad a cambiar el sistema regimental instalado en el País Vasco a lo largo de casi tres décadas.

El gran error del PSE –y del PSOE por lo tanto— fue no desalojar a los nacionalistas de la Diputación de Álava (recuérdese que las Diputaciones Forales son las Haciendas en cada uno de los territorios) apoyando al PP, que hubiese vuelto a hacerse con una institución que los conservadores dirigieron con Ramón Rabanera al frente durante un fructífero período de tiempo. Gran error también del PP al no haber exigido esa contrapartida, si bien un error matizado por la generosidad estadista de los populares vascos de Antonio Basagoiti que auparon a López y le sostienen intentando que se produzca un vuelco que no llega en la comunidad autónoma vasca.

La micropolítica en Euskadi sigue liderándola el PNV, que gestiona desde la recaudación de impuestos hasta la construcción de la última infraestructura en el más recóndito lugar de la comunidad, pasando por la exigencia de una estricta ortodoxia y fidelidad de un funcionariado que sirve al partido con más fruición que a las Administraciones Públicas (recuerden los casos de espionaje en la consejería de Industria). El sistema de valores sociales, los códigos de pertenencia a la endogamia nacionalista, la transmisión a través en las ikastolas mediante la enseñanza del euskera de los llamados “criterios nacionales vascos” (geografía, historia, cultura, identidad, pertenencia etcétera) siguen en manos, no sólo del nacionalismo, sino también del abertzalismo más radical. Ese andamiaje ideológico-militante no se ha desmontado.

Y López –nada sobrado de ideas y sólo instalado en una necesaria pero insuficiente política de gestos— no logra liderar el cambio político y social. Los nacionalistas –desde cuyas troneras mediáticas se escupe munición a diestro y a siniestro— lo saben y conocen también que si logran comprometer a los socialistas para que las listas más votadas en los comicios de mayo de 2011 sean respetadas para Diputaciones y Ayuntamientos habrán conjurado el peligro –este sí que sustancial— de que un gran acuerdo en Álava, Vizcaya y Guipúzcoa entre el PSE y el PP provoque el auténtico vuelco sociopolítico que comenzó, sólo comenzó, en marzo del año pasado. Porque sin el poder municipal y foral, en el País Vasco no hay instrumentos de transformación útiles y eficaces.

El día en que Zapatero llame a Patxi López a Moncloa

Y esa es la contrapartida que Urkullu –presidente del PNV— ya ha proclamado que va a solicitar al presidente del Gobierno para entregarle sus votos y sacar adelante los Presupuestos Generales de 2011. Y Zapatero va a dar lo que los nacionalistas le reclaman porque antes de sostener el pulso en el País Vasco –que es lo que el Estado demanda— le interesa mantener la legislatura. De tal manera que al entregar al PNV su compromiso –que los nacionalistas exigirán por escrito— de que las listas más votadas sean las que gobiernen en Ayuntamiento y Diputaciones, Zapatero se estará cargando la letra –y sobre todo el espíritu— del acuerdo entre el PSE y el PP.

Llamará a la Moncloa a Patxi López, le explicará la situación, le reconocerá que él le avaló para el cambio en el País Vasco –como a Gómez en Madrid— pero que no puede mantener la palabra dada y le requiere para que se avenga a su dictado. ¿Se comportará López como Gómez y se rebelará ante los designios del presidente? Lo ignoro, pero el lendakari sabe muy bien que sin el apoyo del PP –y Basagoiti no aceptaría el adulterio político que pretende imponerle Zapatero— su presidencia se sostiene en el vacío. Es más: él debería ser consciente de que su futuro y el del PSE depende de que el entendimiento con el PP se extienda como una red a todo el sistema institucional vasco.

En definitiva: el PNV se ha quedado sólo como única pareja del Gobierno en el baile presupuestario. Desde marzo de 2009 no ha tenido la ocasión de resarcirse de la humillación de perder el poder gubernamental en Vitoria; esta es la ocasión –máxima debilidad del Ejecutivo, máxima fortaleza del PNV— para, por vía indirecta, revertir el nuevo sistema de la macropolítica en Euskadi.

Zapatero va a perpetrar otro desastre político al que Mariano Rajoy y Basagoiti deben responder sin ambages. El PP ya ha demostrado en Euskadi su altura de miras y su desprendimiento político. Pero el acuerdo que pretende el PNV con Zapatero y que firmará con Urkullu, resulta inaceptable porque devolvería la política vasca al pacto previo que el constitucionalismo vasco suscribió en la primavera del año pasado. Que nadie se llame a engaño: esto es lo que se está cociendo en este largo y cálido verano entre la Moncloa, León y Quintos de Mora. Luego, en 2013, el PNV tendrá muy fácil regresar, victorioso, a Ajuria Enea.

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