Fuentes cercanas a La Moncloa, a las que ha tenido acceso El Confidencial Digital, cuentan que ambos ministros, el de Fomento y el de Interior, aspiran con todas sus ganas a convertirse en ‘número dos’ del Gobierno, en la Vicepresidencia que ahora ocupa De la Vega. Por eso intentaron apartarla ya en 2007, ahora lo han vuelto a hacer y han estado a punto de conseguirlo.
“Rubalcaba y Blanco han ido a muerte a por ella”, según las fuentes consultadas, aprovechando que De la Vega estaba atravesando un bache anímico. Mostraba síntomas de bajón físico y psíquico y, tal como se contó en primicia en las páginas de ECD (ver noticia), se mostraba nerviosa e histérica. Se le veía cansada como nunca había estado.
Eran las primeras semanas de 2010, y a la vicepresidenta se le observaron fallos graves de coordinación, estaba perdiendo peso interno, algunos ministros ya no hablaban con ella, se encontraba sola, aparte de las pésimas relaciones con el gabinete del Presidente y su entorno, es decir, los fontaneros Bernardino León y José Enrique Serrano. Además, se percibía que no tenía apoyos en el aparato del PSOE.
Al detectar ese estado de debilidad, y que no podía esperar apoyos ni de los demás ministros, ni del entorno de Zapatero, ni del partido, José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba montaron una especie de ofensiva final para tratar de noquearla. Las fuentes consultadas comentan: “Han ido a matar. Y en eso no tienen rivales”.
Rubalcaba es un experto muñidor en la sombra, un maestro intrigando, con buenas agarraderas en ámbitos políticos y mediáticos. Y José Blanco está en alza, ha crecido en prestigio ante la opinión pública, pero, además, se beneficia de que muchos medios de comunicación ‘viven’ publicitariamente de su ministerio, Fomento. Tiene a su disposición un instrumento muy poderoso: la gestión de las campañas de publicidad de las infraestructuras del Estado, lo que le abre muchas puertas en los medios.
La evidencia de la ofensiva contra ella, que De la Vega detectó claramente, le afectó aún más, lo que condujo a que pasara algunas semanas casi en estado de histerismo. Sin embargo, reaccionó y puso en marcha la contraofensiva.
De la Vega ha conseguido resistir por la vía de buscar ayuda en su entorno más cercano, que ha cerrado filas con ella, pero sobre todo protagonizando un acercamiento mediático a los medios de comunicación, multiplicando entrevistas y comparecencias, con lo que ha conseguido mejorar su imagen y, además, hacerlo sin depender de nadie.
Recuperada por su parte la iniciativa, acaba de ver cómo el presidente del Gobierno ha declarado que no va a prescindir de ella, y que nunca se había planteado un relevo, ni en los peores momentos. Zapatero ha insistido en que es muy trabajadora, capaz, competente, y en que controla todo, y ha disculpado que, en seis años que lleva en el cargo, alguna vez tiene que equivocarse en algo.
La primera intentona
Ésta de ahora ha sido la segunda intentona de echarle de La Moncloa. La primera se produjo en 2007, cuando, con ocasión de la convocatoria de elecciones municipales y autonómicas, lanzaron su nombre como candidata a la Alcaldía de Madrid, para enfrentarse a Alberto Ruiz Gallardón.
Se planteó al presidente del Gobierno que ella era una opción victoriosa en la capital de España, que las encuestas mostraban una buena proyección, y estuvieron a punto de convencerle. De la Vega, por su parte, se resistió con todas sus fuerzas. “Hubo hasta lágrimas”, dicen las fuentes a las que ha tenido acceso El Confidencial Digital.
Al final, Zapatero no aceptó la sugerencia, y el elegido acabó siendo Miguel Sebastián, que cosechó un rotundo fracaso.
Zapatero no se deja influir
La conclusión que aportan las fuentes políticas consultadas es que el presidente del Gobierno no es tan fácil de influir como podría parecer.
A pesar del enorme peso político de José Blanco y de Rubalcaba, dos de sus principales apoyos en el Gabinete, sin embargo al final no les ha hecho caso: Zapatero se ha mantenido en su idea de que la presencia de De la Vega en La Moncloa le resulta imprescindible.
“Hay personas que le influyen, pero nadie determina del todo sus decisiones”, concluyen las fuentes a las que ha tenido acceso ECD.