Volvemos a los años 1960/70 o peor
Bueno, no volvemos
puesto que retroceder en el tiempo no ha sido posible aún, pero valga la
metáfora de mi titular de hoy por cuanto relataré.
Mi
esposa y yo contrajimos matrimonio en la primavera de 1963 (aún convivimos
juntos); conformamos una familia de las que entonces se denominaban
“acomodadas”; si bien “el acomodo nuestro”, era mi incansable trabajo (de día y
de noche) como comisionista libre y haciendo más kilómetros que un camionero,
por lo que y como comercial autónomo, era una vida de aventura, pero hermosa de
verdad, puesto que pasados los miedos del inicio, los horizontes se fueron
abriendo y se ganaba bastante dinero y apenas se pagaban impuestos... “es por lo
que no te pesaba trabajar diez, doce o catorce horas al día”, simplemente
trabajabas para ti, aunque también para la nación... “puesto que la prosperidad
de las fábricas de lo que tú vendías, las poníamos en marcha desde lejos, los
que como yo (miles y miles) recorríamos España, “armados con una sonrisa, un
bolígrafo, el bloc de pedidos y... los muestrarios”. Pude comprarme mi primer
coche incluso antes de casarme (meses antes)... sencillamente, era mi más
necesaria herramienta de trabajo.
De
inmediato y como se aproximaba el verano, compramos nuestra primera nevera
portátil; era de plástico flexible y cerraba con una cremallera que cubría sus
tres cuartas partes; con ella, mi esposa y yo y luego nuestros hijos (nos duró
muchos años) disfrutamos de bebidas frescas y fiambres bien conservados (frutas
también) y principalmente en las playas, donde desde entonces fuimos... era una
forma de ahorrar dinero, puesto que pronto tuvimos tres hijos y había que hacer
economías, si de verdad queríamos disfrutar aquellas vacaciones en la playa; que
empezaron siendo ocho días y terminaron siendo los treinta y uno de agosto;
hasta que se pudo comprar un piso en la costa de Málaga; cosa (entonces) al
alcance de infinidad de familias españolas y de simples empleados, medianamente
situados y con la ayuda de los ahorros de la señora que quedaba en casa,
“ganándose su propio sueldo administrando bien y cuidando como una verdadera
madre a la prole que venía”... “la familia, entonces; aún se mantenía de la
forma tradicional”... “hoy y salvo excepciones... a la vista está como marcha la
familia y todo lo que gira sobre ésta”.
Aquellas neveras
portátiles, fueron proliferando y avanzando en tecnología, así hasta llegar a
“verdaderos muebles nevera”, que podían contener todo lo necesario para un día
completo en la playa (o campo) y sin necesitar ir “al chiringuito”, bar
o modesto restaurante cercanos. Luego desaparecieron y nunca más se supo
de aquellas neveras, que quedaron para los vendedores ambulantes que en la playa
“y a buen precio”, te vendían la cerveza o el refresco, cargados con enormes
frigoríficos portátiles.
Pero
hoy cuando escribo (uno de agosto) vuelve una de mis hijas que con su familia
(son cuatro miembros) han pasado dos semanas en el citado piso que arriba indico
y el que disfrutamos cuatro familias... y con sorpresa, nos comenta... ¡¡Han
vuelto las neveras portátiles a la playa!! Detalla que abundan las mismas,
lo que nos dice bien a las claras, que las cosas van mal y que todo aquel que
puede volver a la playa (que cada vez son y serán menos y ello va para muchos
años venideros) “tiene que hacer más números que Pitágoras”, ahorrando en
todo; y la nevera portátil es un elemento de ahorro notable por demás...
“pobres los chiringuitos de la playa, puesto que lo van a pasar canutas, por la
falta de dinero”; puesto que si en la época en que yo era joven, había un
chiringuito cada uno o dos kilómetros de playa... hoy, son tan numerosos, que en
algunas zonas, simplemente están... “como los chalés
adosados”.
Y es
que por cuanto dicen los que se sinceran al hablar... “la playa ya ha vuelto a
ser un lujo para pocos” y salvo algunos fines de semana, o el familiar que te
acoja en su vivienda playera; la inmensa mayoría de españoles han vuelto a la
situación de hace “medio siglo”, o peor, puesto que entonces había amplísimos
horizontes, hoy es que no hay ninguno para inmensidad de
españoles.
Me lo
confirma esta misma mañana, el dueño del modesto bar (familiar) en que suelo
desayunar, al que le pregunto... “¿Cerrará usted la segunda quincena de agosto
como de costumbre? Y este hombre (que trabaja como yo arriba digo, ayudado por
un hijo suyo) me dice sonriendo con cara de circunstancias... ¡¡Que va, este año
sólo faltaré del 15 al 19... “el puente de agosto”!! Añadiendo a renglón
seguido... “no está el horno para bollos... este año”; lo que traducido a la
realidad y que yo observo, es que el negocio le ha mermado y en cantidad que...
“sólo él sabe”.
Y así
estamos... o mejor dicho, así nos tienen, los que pretenden recaudar más
subiendo impuestos y echándonos más cargas impositivas de todo tipo (hoy se
pagan los carburantes a precios ya estrambóticos y la mayoría del precio son
impuestos). Hoy igualmente oigo por los noticiarios, que estos inútiles han
recaudado un diez por ciento menos en el “famoso y terrible IVA” (que es por lo
que nos lo suben también estrambóticamente a primeros del mes que viene y dice
que aún más en 2013).
Y (también) con la brutal subida del expoliador
“Impuesto sobre las rentas” (IRPF), sólo han logrado recaudar un dos por ciento
más... o sea un rotundo fracaso más, a los infinitos con que ya cuentan en esa
cuenta... “del debe”, puesto que son ellos los que nos deben a
nosotros.
A pesar de todo ello, andan “como
pisando huevos”, en recortes que debieran realizar no de esa forma, sino...
“como hace el barbero cuando afeita con la afiladísima herramienta para dejar un
buen rasurado”; aquí los parásitos siguen siendo tan abundantes... “como las
arenas que sostienen esas neveras antes
mentadas.