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Los mercados, Barack Obama y el CIS imponen el rescate a Mariano Rajoy|

José Antonio Zarzalejos.
Desde el pasado viernes los mercados -Bolsa y prima de riesgo- están tratando de convertir en irreversible la proclividad que mostró Mariano Rajoya la aceptación de un rescate suave de la economía española. Desde que el presidente del Gobierno español mostrase su disponibilidad a estudiar las condiciones en las que España podría pedir ayuda a los fondos de rescate de la UE y al BCE, el mercado bursátil español (Ibex 35) ha ganado un 13% y la prima de riesgo -que llegó a situarse el jueves pasado en 640 puntos básicos- se ha relajado hasta los 539, un registro, no obstante, altísimo que sigue comportándose como chivato de que España sigue estando, de hecho, fuera de parámetros sostenibles en el mercado de la deuda soberana.
Lo más significativo es que el interés por los títulos de la deuda a corto -dos y tres años-  han descendido a niveles casi desconocidos, aunque se mantienen por encima del 6,5% para el bono a diez años. La explicación es sencilla:Mario Draghi advirtió que si los países con fuertes diferenciales en la retribución de su deuda -que calificó de “intolerables”- pidieran ayuda al fondo provisional y al MEDE -que entrará en vigor en septiembre, una vez supere la prueba del Tribunal Constitucional alemán- ésta se materializaría en medidas “no convencionales” pero en el corto plazo.
En estas circunstancias parece evidente que los mercados descuentan que Rajoy -cuyos criterios fueron todavía más explícitos en boca de Luis de Guindos el pasado domingo en una entrevista publicada por el diarioABC- pedirá el rescate de manera ineludible porque se están creando las condiciones que convierten en irreversible la nueva política del Ejecutivo español que ha pasado de estimar que el mismo “no era una opción” (Soraya Sáez de Santamaría) a considerarlo plenamente verosímil.
Rajoy se mueve, por lo tanto, con un margen de autonomía cada vez más estrecho para adoptar decisiones autónomas. Mucho más cuando la llamada telefónica del pasado lunes del presidente de los EE UU, Barack Obama,tenía por objeto persuadir al jefe del Gobierno español para que acuda a los mecanismos de ayuda de la eurozona, decisión en la que encontraría su respaldo, así como a las reformas que la condicionalidad que se impusiera pudieran conllevar para la economía española.
Obama se enfrenta en noviembre a unas elecciones en las que precisa ofrecer a la sociedad norteamericana una Unión Europea -el 25% del PIB del planeta- estable y en condiciones de mercado suficientemente solventes. Un rescate para España -que se especula estaría entre el 20% y el 40% del PIB, es decir, entre 200.000 y 400.000 millones de euros en compras de títulos de la deuda a corto plazo y que significarían una refinanciación de los vencimientos hasta 2015-16- resultaría estabilizador para el propio mercado norteamericano. Obama será el primer presidente -excluido Ronald Reagan- que se enfrenta a la reelección con una tasa de paro por encima del 8%. Sólo un horizonte de recuperación en la Unión Europea permitiría al inquilino de la Casa Blanca ofertar crecimiento en EE UU y, por lo tanto, generación de empleo neto.
la clave está en Italia y España. No se ve la forma en que Rajoy, además de la presión de los mercados, pueda desembarazarse de la que ejerce, al alimón con aquellos, la Administración Obama, que ha instado también a que Bruselas presente en septiembre un borrador de Unión Bancaria que, seguramente, establecería un nuevo rol para el Banco Central Europeo. Se cumpliría así una de las exigencias de España e Italia: el efectivo cumplimiento de los acuerdos del último Consejo Europeo.
Pero es que el rescate -parcial o suave- de la economía española significaría también un decisivo cambio de rumbo en unas políticas que la opinión pública española juzga con severidad según el barómetro del CIS del mes de julio. El problema no es sólo que el PP haya perdido ocho puntos en estimación de voto desde las pasadas elecciones generales del 20-N, sino que la percepción de empeoramiento de la situación respecto a hace un año es nada menos que del 92,9%. La valoración del presidente del Gobierno es sólo del 3,3 y la desconfianza en su gestión supera el 75%.
Estos registros negativos para el PP no son rentabilizados por el PSOE que, a través de su secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba, ha definido su estrategia desde el corazón de Europa: el lunes en Berlín, junto al jefe del SPD, Frank-Walter Steinmeier, el secretario general del PSOE rechazó que el Gobierno solicitase un nuevo rescate para España -adicional al destinado a la recapitalización del sector financiero-y abogó por “fórmulas distintas” que no explicitó para superar la crisis de deuda. En esta  misma onda están emitiendo los portavoces del PSOE que, según fuentes de Ferraz, y a la vista de la inocuidad de su oposición, se propone jugar un papel similar al de la coalición izquierdista griega Syriza. Los socialistas observan con perplejidad que no absorben las pérdidas del desgaste del PP y que su electorado migra a la abstención o a las alternativas que representan IU y UpD.
Los sindicatos están en sintonía con el PSOE en este asunto. Tanto Toxo como Méndez se lo manifestaron ayer al Rey que requirió su presencia en la Zarzuela para conocer de primera mano la reacción sindical si se produce -como así parece- el cantado rescate. Los secretarios generales de UGT y CCOO no ahorraron detalles al jefe del Estado. Aunque piden, como recurso meramente dialéctico, un referéndum sobre las medidas del Gobierno de Rajoy, en realidad están ya preparando movilizaciones importantes para el otoño que se verían retroalimentadas por una asistencia financiera europea que impusiese recortes adicionales. Aunque Guindos descarta que sean necesarios nuevos ajustes, nadie se atreve a augurar qué ocurrirá con el modelo de Estado, uno de los asuntos que Rajoy tampoco parece atreverse a acometer, pese a que, por primera vez, hasta un 39% de los encuestados por el CIS se manifiesta favorable a una recentralización de competencias.
En este contexto, si agosto de 2011 ahogó al Gobierno de Zapatero y le abocó a una reforma constitucional (artículo 135) para introducir una regla de gasto que vinculase a todas las administraciones públicas, el agosto de este año está restando espacio a Rajoy para adoptar una decisión que no sea la de acudir al rescate sugerido por Draghi, deseado por Obama, descontado ya por los mercados y contemplado como una opción quizás necesaria por la opinión pública que parece haber perdido la confianza en la gestión del Ejecutivo.
Si Rajoy demorase la decisión más allá de septiembre y volviese a mostrarse renuente a acudir a la asistencia financiera europea, quizás no estaría en condiciones de soportar la reacción que se generaría. Más aún con un equipo gubernamental severamente suspendido por el CIS y con la biblia financiera europea -The Financial Times- atribuyendo al “silente Rajoy” nada menos que “sordera” ante la emergencia española, según versión del reputado David Gardner publicada en la edición del periódico británico del pasado lunes. Al presidente del Gobierno español, en sus breves vacaciones, le han madrugado una decisión estratégica y se la han impuesto: sí o sí, el rescate.

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