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Hace tan solo unos años unas elecciones en Grecia habrían pasado desapercibidas. Quién nos iba a decir que la unión monetaria europea sería el paisaje perfecto para que se verificara la teoría del dominó, porque resulta que el destino del euro depende de algo que bien podemos calificar de acontecimiento provinciano por excelencia: unas elecciones nacionales. Nunca antes unas elecciones griegas habían suscitado tal expectación en España y toda Europa.

Y es que los griegos han participado en un plebiscito sobre la continuidad del país heleno en el euro y que muchos analistas extendían al futuro mismo de la moneda única. Quien les diría a los firmantes del Tratado de Maastricht que lo que entonces era un hito iba a pender tambaleante de los resultados de unas elecciones en uno de los países con menos población y PIB de la Unión Monetaria. Prueba de que, más allá de la crisis, algo ha fallado en el diseño de un proyecto tan ambicioso.

Los resultados provisionales apuntan a una victoria de la mayoría proeuro de Samaras y la derrota de la coalición de izquierda populista liderada por un iluminado irresponsable que responde al nombre de Tsipras. A estas horas son muchos en todo el mundo los que habrán exhalado un suspiro de alivio, desde la Casa Blanca a La Moncloa, pasando por la cancillería alemana. Pero convendría ser más que prudentes.

Después de que Alemania ya barajara ayer en público un aplazamiento en las condiciones del ajuste,  para hacer pasar mejor el trago de los recortes a la población, el Eurogrupo emitió un comunicado en el que recalca su deseo de que el nuevo Gobierno griego se forme cuanto antes para poder cumplir con los términos del memorándum por el que Atenas recibirá 130.000 millones de euros de ayuda internacional. La tragedia griega parece alejarse.

Conviene recordar que los ganadores son los herederos de Karamanlis y quienes inicialmente falsearon las cuentas ante la Unión Europea, ellos son los únicos responsables de las penurias y dificultades a las que ahora  tienen que hacer frente los griegos.  Bienvenida sea la voluntad de permanecer en el euro de Nueva Democracia, ganadora de las elecciones, pero debe ir acompañada de un cambio de actitud que haga creíble el compromiso de los griegos con sus socios europeos. Tratándose de Grecia toda cautela es poca.

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