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José Blanco, ante el pelotón de fusilamiento mediático-político

Antonio Casado.-

Con el asesoramiento de un abogado experto en la fabricación de pruebas, un sinvergüenza conocido, Jorge Dorribo, llama a través de los barrotes de una cárcel al juez para contarle que el ministro de Fomento es un sinvergüenza por conocer. La copia de la declaración es debidamente manufacturada para consumo del “periodismo de investigación” y se abre la veda contra José Blanco. ¿No es muy burdo?

La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Lo escupimos en las tertulias cuando nos ponemos exquisitos. Pero también el porquero puede ser un mentiroso, un manipulador o un resentido porque Agamenón no le hace ni puñetero caso… Y hasta puede haber mimetizado comportamientos a tono con su oficio sin renunciar al idilio con la verdad que le endosó Antonio Machado por boca de Juan de Mairena.

¿Es el caso? No lo sé, al menos me lo pregunto con el mismo estupor que me pregunto si el ministro y número dos del PSOE José Blanco era un sinvergüenza sin que lo supiéramos. Del mensajero sabemos que está empapelado por robar (alzamiento de bienes, en lenguaje judicial), falsificar documentos, defraudar a la Hacienda y engañar a la Administración para tomar dinero público de forma fraudulenta.

La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero

Admito que podemos estar en la mejor versión del porquero. Vale. Pero será con otros elementos de juicio, otras piezas materiales o inmateriales de convicción, otras pruebas, otras evidencias. Aunque las manejadas hasta ahora cargan la fusilería mediática y política contra Blanco, insultan la inteligencia o han sido documentalmente rebatidas por los Ministerios sensibles a las supuestas gestiones del ministro en favor del empresario Dorribo a cambio de comisiones ilegales.

Un cohecho en toda regla si se demuestra. O aunque no se demuestre, si las apariencias lo hicieran verosímil. Bastaría en un gobernante obligado a ser ejemplar. Sea Blanco o sea Camps, por entrar al trapo de las odiosas comparaciones. Salvo novedades, de momento hay una notable diferencia. José Blanco está ante un selecto pelotón de fusilamiento mediático-político por las declaraciones unilaterales de un presunto delincuente. Camps, por su parte, está ya en el banquillo de los acusados por un largo y penoso proceso de indagación policial y judicial cuyo desenlace será su enjuiciamiento ante un jurado popular.

Por respeto al Estado de Derecho, es lo mínimo sobre lo que deberíamos estar todos de acuerdo. Y a partir de ahí, los procesos de intención son libres. Entenderé que algunos reclamen para el ex fiscal Ignacio Peláez, esforzado defensor de la causa de Gürtel, un especial reconocimiento por su activo papel a favor del periodismo de investigación. Y de paso, la entrega del premio “Porquero” de plata al empresario Dorribo, por su innegociable amor a la verdad. A mi no me encontrarán en lo uno ni en lo otro. Es una cuestión de autoestima.

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