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“Nadie que esté diariamente en las redes sociales es la misma persona”, ni aquí ni en los países árabes

El Caparazón

Leer a Castells siempre resulta impactante. Lo ha sido dedicar una profunda y reciente lectura a la Introducción de “La sociedad red: una visión global”, lo fue analizar “Comunicación y poder” y he considerado también interesante resumir, sintetizar y remezclar con algunos elementos propios y ajenos, en todo caso recientes, lo que creo más importante de la entrevista que le publicaban en la UOC hace unos días sobre las llamadas “Revoluciones árabes”:

¿Podríamos considerar estas insurrecciones populares un nuevo punto de inflexión en la historia y evolución de internet, o bien tendríamos que analizarlas como una consecuencia lógica, aunque de gran calado, de la implantación de la red en el mundo?

Estas insurrecciones populares en el mundo árabe son un punto de inflexión en la historia social y política de la humanidad. Y tal vez la más importante de las muchas transformaciones que internet ha inducido y facilitado, en todos los ámbitos de la vida, la sociedad, la economía y la cultura. Y estamos sólo al principio, porque el movimiento se acelera, aunque internet sea una vieja tecnología, desplegada por primera vez en 1969. (…)

Sería una ingenuidad pensar que, ante los acontecimientos de las últimas semanas, las personas que tienen el poder se quedarán de brazos cruzados. Nicholas Thompson, experto en medios sociales, escribía en The New Yorker que «en Irán, claramente el Gobierno tuvo cierto éxito usando internet para reducir el paso de la Revolución verde. En Túnez, el Gobierno pirateó la contraseña de casi todos los usuarios de Facebook en el país. Si Ben Ali no hubiera caído tan rápido, esa información habría sido muy útil». ¿Hasta qué punto el poder tiene las herramientas necesarias para sofocar las insurrecciones promovidas desde la red?

No las tiene. En Egipto incluso intentaron desconectar del todo la red y no lo consiguieron. Hubo mil formas, incluyendo conexiones fijas de teléfono a números en el extranjero que transformaban automáticamente los mensajes en envíos a twitters y fax en Egipto. Y el costo económico y funcional de la desconexión de internet es tan alto que se tuvo que restaurar muy rápidamente. Hoy en día, un apagón de la red es como uno eléctrico. Ben Ali no cayó tan rápido, hubo un mes de manifestaciones y masacres. Y en Irán no se pudo cerrar internet y las manifestaciones estuvieron siempre comunicadas y con sus vídeos en YouTube. La diferencia es que ahí, políticamente, el régimen tuvo fuerza para reprimir salvajemente sin que se dividiera el ejército. Pero las semillas de la rebelión están ahí y los jóvenes iraníes (el setenta por ciento de la población) están ahora masivamente contra el régimen. Es cuestión de tiempo.

Confirma lo mismo durante la edición 2011 de Ted que está teniendo lugar estos días Wael Ghonim, el joven ejecutivo de Google detenido, torturado y liberado durnante la revolución egipcia. Comenta en una reciente Ted Talk las ideas que ayudaron a los egipcios a cambiar su mundo:

“Vamos a ganar porque no entendemos la política, vamos a ganar porque estamos dispuestos a luchar por nuestros sueños, vamos a ganar porque no jugamos juegos sucios, no tenemos agenda, vamos a ganar porque las lágrimas de nuestros ojos vienen realmente de nuestros corazones”, vamos a ganar porque tenemos sueños y queremos resistir por ellos. Eso es lo que pasó, recuerda.

El comentario de un taxista resume muy bien lo ocurrido: “Siento que estoy recuperando una dignidad que he perdido durante muchos años, para mi, esto es ganar.”

“El poder de la gente es mucho más grande que la gente en el poder”, concluye.

Y no puedo dejar de pensar en Haití, en cómo escuché hace poco la opinión de un afectado por los terremotos de hace más de un año ya, cuestionado acerca del inmovilismo de su población: ¿Que porqué no hacemos la revolución? Porque las revoluciones las hacen los pobres, no los miserables.

Así que en Egipto había, simplemente, llegado el momento en que la pobreza sucedió a la miseria, en que una vez cubiertas las necesidades más básicas en la pirámide de Maslow llegó lo que el gran Victor Frankl ideaba y ponía en práctica en retales de papel robados en campos de concentración nazis como solución a la infelicidad humana: la búsqueda de sentido. Eso es más potente que cualquier otra cosa.

Lo importante de las «wikirrevoluciones» (las que se autogeneran y se autoorganizan) es que los liderazgos no cuentan, son puros símbolos.

Desde hace años, algunos movimientos fundamentalistas islámicos aprovechan las nuevas tecnologías para promover sus causas. Los Hermanos Musulmanes, que el pasado año lanzaron su propia Wikipedia (Ikhwan Wiki), recordaron que islamistas de todo signo «han sacado el máximo partido de internet a pesar de los esfuerzos de sus adversarios». Esta organización, que puede ser la máxima beneficiada de una futura contienda electoral y que aglutina a muchas personas que apuestan por la aplicación íntegra de la ley islámica, levanta recelos en muchos de los jóvenes formados que han promovido esta insurrección mediante las nuevas tecnologías. ¿Qué le dice esta paradoja?

Quien no utiliza internet hoy en día para sus proyectos está desfasado, con excepción de respetables ecofundamentalistas que escriben a la luz de una vela (generalmente con ordenador alimentado por energía solar). Por tanto, los islamistas, e incluso los terroristas, también lo hacen. Pero eso no quiere decir que ganen las elecciones. Para empezar han sido marginales en los movimientos sociales recientes. Y el porcentaje de previsión de votos en unas elecciones libres no supera el veinte por ciento en ninguna encuesta.

Puede ser que por organización y tradición tengan peso, pero, desde luego, no representan a la inmensa mayoría de un movimiento esencialmente joven y que lucha por la libertad. Han sido utilizados por el régimen para asustar al mundo y a Estados Unidos. Me recuerda un poco a cuando Franco empleaba tanto el miedo al comunismo que todo el mundo pensaba que los comunistas tendrían un gran éxito en unas elecciones, y luego el PCE no paso del diez por ciento de los votos, aunque en Cataluña el PSUC tuvo mucho más apoyo por un breve lapso de tiempo. Ahora bien, si los militares no cumplen sus promesas, si no hay elecciones libres, si no se da respuesta a las reivindicaciones de las importantísimas luchas obreras que se desarrollan en Egipto, si se llega a la violencia contra la gente, en esa situación radicalizada puede haber resistencia armada islamista, pero no de los aburguesados Hermanos Musulmanes.(…)

Los grandes medios de comunicación no tienen elección. O se alían con internet y con el periodismo ciudadano, o se irán convirtiendo en marginales y económicamente insostenibles. Pero, hoy por hoy, esa alianza es decisiva para el cambio social. Sin Al Yazira no hubiese habido revolución en Túnez.(—)

Nadie que esté diariamente en las redes sociales (y este es el caso de setecientos de los mil doscientos millones de usuarios de redes sociales) sigue siendo la misma persona.


No somos los mismos/as, no…. somos, como individos, como “nosotros” cada vez más grandes gracias a internet.

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