Suecia, el espejo al que debería mirar Zapatero para garantizar las pensiones.
Las pensiones mínimas garantizadas llegan a los 1.000 euros en Suecia (ashraful kadir vía Flickr) @Ignacio J. Domingo
La senda reformista que el Gobierno español tomó la pasada primavera, con el duro plan de ajuste fiscal como pistoletazo de salida, la reforma laboral como estandarte, los cambios en el modelo de pensiones como próxima meta volante y la Ley de Economía Sostenible (LES) como destino final de legislatura, tiene en Suecia un antecedente de éxito sin parangón. De hecho,no pocos expertos eligen a la mayor economía escandinava -con permiso de Noruega, que le sigue a rebufo- como arquetipo de las sustanciales y necesarias modificaciones en el patrón de crecimiento español para retornar a la estabilidad financiera y asegurar un dinamismo sostenible.
El presidente español, que acaba de remodelar su Gabinete para, según sus propias palabras,“acelerar las reformas”, asentar “la recuperación de la economía y el empleo” y “explicar mejor” -o, dicho de otra forma, aplicar pedagogía- a estas transformaciones, debería echar un vistazo a la hoja de servicio reciente y a la agenda futura de su colega Fredik Reinfeldt, flamante vencedor de las elecciones suecas, el pasado 19 de septiembre, y último jefe de Gobierno de centro-derecha en asumir -en este caso, renovar- el cargo en Europa. En especial, para analizar el ensalzado sistema de pensiones sueco y su reconocido liderazgo mundial en competitividad, tecnología, sostenibilidad medioambiental e igualdad de género. Suspiros todos ellos de la España de Zapatero.
Pero, ¿qué incógnita ha logrado despejar Suecia, la segunda economía -tras la danesa-, con una presión fiscal más alta -el 46,9% de su PIB- para mantener tan generoso Estado de Bienestar con pensiones sustanciosas, una Educación y una Sanidad de reconocido prestigio, saneamiento presupuestario, que ha coqueteado, al comienzo de esta década, con el pleno empleo y que ha adquirido un estatus incuestionable de inversor internacional? Tanto en materia de pensiones como de políticas sociales y económicas en general, la solución ha pasado por confeccionar un calendario constante de reformas para adecuarse a los ciclos de negocios y preservar la salud de sus arcas estatales. Un hecho que no ha pasado desapercibido para la Secretaría de Estado de la Seguridad Social, que maneja informes -preparatorios de los cambios que se avecinan en el Pacto de Toledo- en los que sitúa a Suecia en el bloque de países más reformistas.
Un lustro y medio de reformas en las pensiones
El viraje de las pensiones en Suecia se inició en 1993, año en el que la economía española emprendió el ciclo de crecimiento más prolongado de su historia y que tocó a su fin en el último tramo de 2008. Es decir, en la última victoria socialista con Felipe González de cabeza de cartel electoral. Desde entonces, Suecia -gobernada por socialdemócratas en 61 de los últimos 74 años- puso en marcha un modelo dual, público-privado, en el que el cómputo de las pensiones resulta variable porque se basa, por un lado, en las aportaciones individuales que cada trabajador que pasa a situación de retiro ha realizado a lo largo de toda su vida laboral -en lugar de depender de la población activa- y, por otro, de las rentas obtenidas a través de los varios centenares de fondos privados de inversión –de carácter personal- y otros gestionados desde las empresas.
Fue el principio del fin del vetusto sistema de reparto y su sustitución por uno de capitalización que, a tenor del diagnóstico de los analistas, tiene en cuenta la variabilidad de los ingresos futuros. Dicho de otro modo, y en palabras de Elisa Chuliá, profesora de la UNED -quien en un informe para Funcas elige a Suecia entre los países que “han abandonado la lógica de la prestación definida, sustituyéndola por la de contribución definida”- en el país escandinavo se eligió “la introducción de las cuentas nocionales, lo que implica que los beneficiarios no obtienen una pensión en función de sus salarios -o sus bases contributivas, que se establecen a partir de sus salarios registrados-, sino de sus contribuciones efectivas al sistema, que se van anotando en una cuenta individual ficticia y, posteriormente, en el momento de la jubilación, se revalorizan en función de determinados criterios”. En su análisis, publicado en el último número de Panorama Social, editada por la Fundación de las Cajas de Ahorros, identifica a España -en cambio- como “el Estado miembro de la UE que, probablemente, ha adoptado menos reformas basadas en criterios de mantenimiento del equilibrio financiero futuro del sistema de pensiones”.
Con su método de cálculo, los jubilados suecos no parecen tener demasiadas razones para las quejas. Con las pensiones mínimas garantizadas próximas a los 1.000 euros mensuales, la ‘nómina’ puede duplicarse e, incluso, triplicarse, de manera habitual. Además, cada vez son más numerosos los trabajadores que deciden sobrepasar los 65 años de la edad de retiro porque, más allá de este tope legal, la factura engorda considerablemente. A pesar de que, en los últimos ejercicios, como consecuencia de la dura recesión que ha soportado el país -con números rojos de dos décimas en 2008 y del 4,5% el pasado ejercicio- las pensiones hayan experimentado recortes de entre el 3% y el 4%. Una opción -la del recorte de las pensiones- que no por criticada resulta socialmente cada vez más aceptada en beneficio de la sostenibilidad del sistema. No en vano, Suecia, como España, el conjunto de Europa y Japón, son las latitudes que más soportarán las consecuencias del envejecimiento de la población.
Peso del gasto en pensiones
Pese a la alarma generalizada en Occidente, Suecia presenta unos números presentes correctos y unas previsiones financieras optimistas para hacer frente a este fenómeno. Un reciente estudio de Standard & Poor’s, bajo el elocuente título de El envejecimiento global 2010: una verdad irreversible, en el que compara parámetros sociales de 49 países, cifra en el 9,6% del PIB el gasto que el Gobierno de Estocolmo destinará a sus suculentas pensiones este año, siete décimas por encima del español. Sin embargo, contabilizados los efectos colaterales del envejecimiento social a cada economía, España elevaría hasta el 15,5% estos desembolsos en 2050, frente al 9% de Suecia, cuya factura, paradójicamente, sería más reducida en el ecuador de este siglo que en la actualidad.
Es cierto que, como advierte Raymond van der Putten, analista de BNP Paribas, el éxito de los modelos nórdicos de jugosos Estados del Bienestar, flexi-seguridad laboral y altas tasas de competitividad internacional, “puede deberse a que se trata de economías relativamente pequeñas con una población bastante homogénea”. Pero también es cierto que, según sus palabras, “están mejorando la sostenibilidad de sus modelos en los últimos años, con rebajas fiscales que estimulan a sus trabajadores a prolongar sus horas de trabajo”. Todo ello explica que la OCDE sitúe a Suecia más de tres puntos porcentuales por encima de España al medir la población en edad de trabajar. El 26,2% en el caso español, frente al 29,4% del sueco.
Estabilidad presupuestaria
Reinfelt, el primer ministro conservador que acaba de obtener otro mandato de cuatro años para cumplir sus compromisos de estabilidad financiera, calificado de pragmático más que de ideológico tanto por sus detractores como por sus defensores, ya ha admitido que su promesa electoral de un nuevo recorte impositivo que sumar a la paulatina rebaja del IRPF, que emprendió en 2006 y que equivale, hasta el momento, al 2,3% de la economía sueca, “no se producirá en 2011”. Una medida interpretada como “prudente” para cumplir con el consenso del mercado, que augura la vuelta a un déficit de entre el 2% y el 3% y con una economía ya en números negros del 1,5% ya al término de este año. Una “disciplina fiscal” que lleva a Ana Mates, de Standard & Poor’s, a augurar, sin paliativos, el mantenimiento de la triple A de la agencia de calificación a corto y medio plazo. Para Mates, el único borrón de su coyuntura es una tasa de desempleo que la crisis financiera y la dura recesión ha elevado por encima del 11%. Cota que podría ser menos coyuntural de lo esperado, precisa.
Potencia exportadora
La clave de esta fulgurante reanimación de la economía sueca es su potente sector exterior. En su doble dimensión exportadora e inversora, con grandes multinacionales como Electrolux, Ericsson o Volvo, y unos flujos de capital y ventas fuera de sus fronteras muy diversificados en bienes, servicios y mercados geográficos. La gran prueba de este liderazgo sueco se puede apreciar en los indicadores mundiales que el World Economic Forum (WEF), fundación creadora de las cumbres de Davos, realiza sobre competitividad -basado en 12 pilares ideados por el profesor español Xavier Sala-i-Martin que miden este parámetro, el gran Talón de Aquiles de la economía española-; sobre tecnologías -que calibra el clima de las tecnologías de la información para hacer negocios, sus infraestructuras y su uso por parte de personas y empresas- e igualdad de género, que determina la brecha profesional y social entre hombres y mujeres. Suecia ocupa, respectivamente, el segundo, el primer y el cuarto puesto en cada uno de estos tres ránkings, en los que España aparece en los lugares 42, 34 y 11.
Pero, sobre todo, este salto sueco a cotas tan elevadas de fundamentos económicos impulsores de la productividad se ha producido con un alto grado de paz social. Un cambio de patrón de crecimiento que Zapatero pretende diseñar a través del sempiterno proyecto de LES, aún bajo los efectos de su primera huelga general contra la reforma laboral y con su propuesta sobre pensiones sobre la mesa negociadora. Eso sí, sin la aparente crispación que los cambios en las pensiones están ocasionando en Francia, con nueve jornadas de protesta convocadas contra el Gobierno de François Fillon por este espinoso asunto.