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El presidente efectivo del Gobierno

José Antonio Zarzalejos - 11/09/2010

El 21 de noviembre del pasado año escribía en este mismo espacio que el nerviosismo inhabitual en Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Interior, resultaba ser el síntoma más evidente de que el Gobierno no funcionaba. Decía entonces y mantengo ahora que el político cántabro, de natural sereno, se siente profundamente incómodo con la mediocridad política de su entorno. Desde entonces, las cosas no han hecho otra cosa que empeorar. Agosto ha sido un mes de grandes errores del presidente del Gobierno, continuación de otros que se arrastran de muy atrás.

En una operación cuyas interioridades sólo se atisban, Pérez Rubalcaba, por un lado -el del Gobierno-, y José Blanco -por el del partido- están tratando de hacerse con el timón y reorientar la errática trayectoria del uno y del otro. Hay circunstancias que, como reconocen fuentes socialistas que persisten en su anonimato, desembozan lo que está ocurriendo y, entre ellas, las siguientes:

Las primarias en Madrid

El responsable del posible descabalgamiento de Tomás Gómez de la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid es el ministro de Interior en coordinación con el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, cuya confianza en el secretario general del PSM es nula (“Una cosa es el liderazgo orgánico y otro el social”, ha declarado a este respecto el ministro de Fomento sobre Gómez), entre otras, por las razones que explicó Jesús Cacho el pasado miércoles en El Confidencial.

Ambos manejaron ante Zapatero la encuesta que ofertaba a Trinidad Jiménez un 16% más de voto que a Tomás Gómez. De forma innecesariamente patosa -el presidente no es un dechado de perspicacia en la ejecución de las estrategias-, Zapatero pidió a Gómez su renuncia, éste rechazó la petición y se pusieron en marcha las primarias. Rubalcaba, sin embargo, ante la torpeza del presidente, ha tomado el testigo y se está empleando a fondo en laminar a Gómez. No sólo fue el titular de Interior quien cifró todo “el activo” de Gómez en “decir no al presidente”, sino que, tanto en los medios como en la Ejecutiva Federal, puso las cosas en su sitio: Gómez fue a postularse, Gómez ofreció a Jiménez la segunda plaza en las listas, era Gómez el que no quería primarias.

En paralelo, Rubalcaba, con telegenia y verbo fluido, se está encargando de celebrar públicamente las virtudes de Trinidad Jiménez como si de su jefe de campaña se tratase, con la discreta pero eficiente ayuda de Blanco, que mide los tiempos en la entrega del censo del PSM o devuelve a los militantes de Móstoles -todos de Trini- la facultad de voto después de que Gómez disolviese aquella agrupación. Mientras tanto, Zapatero -“No me juego nada en estas primarias”- ha dado un paso atrás distanciándose de una pelea interna que le sitúa en arenas movedizas. Sus ministros de Interior y Fomento están vigilantes.

La crisis con Marruecos

Ni el presidente del Gobierno ni el ministro de Exteriores –salvo en funciones internas- dirigieron la crisis que desató Rabat con el bloqueo a la ciudad de Melilla. La resolvió -en la medida en que se pueden resolver estas crisis con nuestro inquietante vecino del sur- Rubalcaba, quien preparó cuidadosamente la visita a la capital marroquí donde, además de entrevistarse con su homólogo, consiguió el muy infrecuente privilegio de ser recibido por Mohamed VI, que consideró al titular de Interior suficiente y sólido interlocutor, cuando consta que el Rey alauita no se ha puesto al teléfono con el propio presidente del Gobierno.

Rubalcaba, además de venirse con el acuerdo bajo el brazo y la visita real, arremetió contra el PP: “Rajoy y el PP hacen la política a cabezazos, y nosotros con cabeza”. Este tipo de frases sentenciosas, forman parte del arsenal semántico -rápido y ocurrente- del ministro, que no estaba dispuesto a que la parsimonia de Moratinos o la ignorancia de Zapatero en el área internacional creasen un enorme problema con Marruecos, en el que el pretexto de Rabat consistía en supuestos malos tratos perpetrados en la frontera por miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Rubalcaba ha conseguido que el roce con Marruecos quede como un mero recuerdo veraniego.

Los Presupuestos Generales

Si algún ministro del Gobierno conoce las interioridades del Partido Nacionalista Vasco, ese es Pérez Rubalcaba. El titular de Interior tuvo que trajinar con las huestes -más difíciles que las de ahora- que dirigió Xavier Arzalluz, ha negociado transferencias con los nacionalistas, ha urdido estrategias parlamentarias y ha recompuesto situaciones complejas. Ahora que los seis votos del PNV son decisivos para aprobar los Presupuestos, el presidente ha echado mano de la veteranía de Rubalcaba, que desempeñará un papel trascendental, aunque siempre discreto, en una negociación en la que Elena Salgado y José Antonio Alonso serán secundarios. Mariano Rajoy mostró públicamente su extrañeza por el hecho de que el responsable de un departamento tan alejado de Economía y Hacienda fuese el interlocutor fundamental ante los nacionalistas.

Lucha antiterrorista y tregua de ETA

Pérez Rubalcaba ha marcado la pauta antes que el propio Zapatero. Su respuesta al comunicado de la banda terrorista ETA, en la que afirmaba que no perpetrará atentados “ofensivos”, fue inmediata -el lunes, en el programa matinal de TVE-, antes de que se pronunciase el presidente del Gobierno y la vicepresidenta primera. El titular de Interior fue gráfico y terminante en el rechazo a cualquier cambio de la actual política antiterrorista, descartó que la Ley de Partidos fuese a modificarse o a permitirse la presentación en las elecciones municipales y forales de la izquierda radical abertzale.

La fulminante intervención del ministro evitó especulaciones sobre la postura del Gobierno y, sobre todo, despejó la sospecha de cualquier maniobra oculta entre el Ejecutivo y enlaces de la banda para obtener el alto el fuego terrorista. Tras las declaraciones del titular de Interior, los demás cargos socialistas han ido chupando rueda. No hay que olvidar que el actual ministro de Interior fue coautor del Pacto Antiterrorista con el PP y el interlocutor del Gobierno de Aznar durante la tregua de ETA de 1998. Pisa un terreno firme.

Afganistán

El asesinato de dos guardias civiles y de su traductor -también español- a manos de un terrorista afgano conmovió al país. Pérez Rubalcaba ejecutó una repatriación de los cuerpos en un tiempo récord, con una también rapidísima organización de las exequias que fueron presididas por los Príncipes de Asturias, quienes el día anterior se encontraban en una isla griega celebrando la boda de Nicolás de Grecia. Las explicaciones sobre el atentado y el protagonismo en la recepción de los restos mortales de los guardias civiles recayeron sobre el ministro de Interior, quedando la responsable de Defensa, Carme Chacón, en un segundo término.

Silencios

Nuestro personaje, sin embargo, ha pasado como la luz por el cristal en dos temas abrasivos: la liberación de los cooperantes catalanes en el Sahel (tema que coordinó y negoció Exteriores), en el que medió el pago de un rescate y la excarcelación de un terrorista; y se ha cuidado muy mucho de pronunciarse con la soltura que le caracteriza sobre el Tribunal Constitucional, su sentencia sobre el Estatuto catalán y la situación allí creada en estas vísperas electorales. Y los silencios y ausencias de Rubalcaba casi siempre hay que interpretarlos a la inversa.

Todas estas circunstancias están propiciando en el seno de un PSOE desorientado -en el que surgen primarias como setas y arrecian los gritos de "¡Zapatero, dimisión!", coreados en las concentraciones sindicales- que Pérez Rubalcaba resulte ser el alfiler del abanico, el presidente efectivo. El ministro es conocido como Fouché -y algo tiene del personaje francés-, pero nadie en el socialismo español se imaginaba al actual Gobierno sin el político cántabro, y avanza el perfil de una posibilidad que se formula en interrogante: ¿Rubalcaba candidato a presidente del Gobierno por el PSOE sostenido por su buen amigo José Blanco?

Supongo que no hace falta reiterar que Jaime Lisavetsky, que disputará la alcaldía a Ruiz-Gallardón, es íntimo amigo de nuestro nunca bien ponderado ministro de Interior, o sea, del presidente efectivo del Gobierno. En Ferraz hay quien dice que el postzapaterismo ha comenzado de la mano de un felipista

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