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Un obrero anda suelto

Carlos Sánchez - 15/08/2010

Cuentan que una ocasión Pablo Castellano estaba lanzando una soflama izquierdista a sus compañeros de partido en medio de una tumultuosa reunión de la Agrupación socialista de Chamartín. Como se sabe, este distrito madrileño es uno de los de mayor renta per cápita de la capital y de toda España, y eso explica la escasa presencia de obreros en la reunión. La asamblea, eso sí, congregaba mucha celebrity socialista. Solana, Solchaga, Maravall o Almunia, integrantes del llamado clan de Chamartín.

Castellano hablaba y hablaba con el desparpajo que le dan sus años de militancia antifranquista, y ante tanta perorata izquierdista de medio pelo hubo un afiliado que no pudo aguantar más tanta patraña. Se levantó de la silla y de forma un tanto airada le espetó: ‘Pero Pablo, ¿sabes cuántos obreros tenemos en la agrupación?, le dijo con cierta sorna. ‘Exactamente, uno’. El socialista herido en su honor era el ex ministro Enrique Barón, que de esta forma tan contundente desmontó los argumentos de Castellano, lo más parecido a eso que se llama un izquierdista de salón.

La anécdota la recuerda estos días una dirigente socialista, y pone de relieve hasta qué punto el discurso político tiende a alejarse de la realidad. Básicamente por una razón. La existencia de partidos con escasa afiliación que construyen estrategias y discursos al margen del contexto socio económico. Y lo que es todavía peor. Con un fuerte componente endogámico ante la ausencia de aire fresco que entre en las agrupaciones y centros de poder.

Se conforman de esta manera organizaciones cerradas -con estructuras propias de los cartel económicos- poco representativas que sólo generan oligarquías que tienden de manera innata a conservar el statu quo. Poco receptivas a las demandas sociales, lo que provoca una enorme desafección entre los votantes. Y que dan prioridad a la necesidad de supervivencia de la organización antes que a la doctrina política. Antes que al poder de la ideología, que en última instancia es lo que determina la acción política..

Para ilustrar este envilecimiento de la cosa pública, algunos politólogos suelen recordar lo que le sucedió hace un siglo al Partido Socialdemócrata alemán, por entonces orgullo de la izquierda europea, y que se presentaba ante el mundo como el defensor de la paz internacional por su oposición al Kaiser. El SPD llegó a amenazar, incluso, con una gran huelga general en caso de que se declarase la guerra. Pese a este discurso, los socialdemócratas alemanes apoyaron finalmente la Gran Guerra inmediatamente después de declararse, año 1914. Había vencido el principio de supervivencia del partido antes que los intereses de las clases trabajadoras a las que decía defender.

Pero Pablo [Castellano], ¿sabes cuántos obreros tenemos en la Agrupación?, le dijo con cierta sorna. ‘Exactamente, uno’. El socialista herido en su honor era el ex ministro Enrique Barón

Algo parecido sucedió años después con la revolución rusa. Un grupo de dirigentes políticos reemplazó a los anteriores gobernantes, pero no democratizó la vida política.

Baja la afiliacion

Este principio de supervivencia del partido-guía frente a los intereses de la sociedad explica en buena medida por qué la afiliación tiende a decrecer en ausencia de grandes tensiones sociales. Algo que sucede en particular en las formaciones de izquierda, en teoría más sensibles a los cambios sociales y más permeables a la democracia.

La realidad, sin embargo, dista mucho de esos principios. El último ejemplo se vive estos días en el Partido Socialista de Madrid, donde 17.800 afiliados -los simpatizantes no votan- van a elegir el próximo 3 de octubre quien será su candidato a la Comunidad.

El hecho de que sólo 17.800 cotizantes vayan a ser los que participen en la votación -apenas el 0,4% del último censo electoral de Madrid- pone de manifiesto la escasa afiliación de los partidos (en este caso el socialista), pero sobre todo pone de relieve la escasa representatividad de sus afiliados respecto del cuerpo electoral. Los que van a participar en la votación son -en un porcentaje muy significativo- fruto de la endogamia política (hijos y padres unidos por una misma ideología) y de los intereses creados alrededor de la cosa pública. Casi 500 afiliados tienen algún cargo público en el PSM. Ni unos ni otros, por relevante que sea su presencia, en nada reflejan el cuerpo social de una Comunidad con casi 6,5 millones de habitantes que vive completamente al margen del proceso de primarias.

La causa de este desfase tiene que ver necesariamente con un sistema de representación política propio del siglo anterior que desprecia los cambios sociales -los grandes partidos ya no representan los intereses de clase como en el pasado- y que sigue articulada a través de instituciones que funcionan como un cuerpo cerrado. Cuando precisamente lo que define hoy a las sociedades es su fragmentación ideológica ante el ensanchamiento de las clases medias. El propio modelo de primarias que ha diseñado el Partido Socialista (el Partido Popular ni siquiera ha avanzado en esta idea) restringe esta democratización del poder político. Aunque el sistema de primarias es para muchos el paradigma de la participación política, lo cierto es que tal como está planteado todo el proceso tiene muy poco que ver con la democracia.

El antecedente histórico de las primarias hay que buscarlo hace poco más de un siglo en EEUU, en los tiempos de Theodore Roosevelt. Aquel animal político sobre quien su vicepresidente Marshall dijo tras morir mientras dormía: ‘La muerte tenía que llevárselo dormido, porque si Roosevelt hubiera estado despierto, habría habido pelea’.

'Compañeros de viaje'

Pero en EEUU, y aquí está la diferencia, no sólo participan los afiliados, sino también los simpatizantes y lo que un día se llamó compañeros de viaje. Algo que ensancha su valor como representación política de la sociedad. Cualquier ciudadano sólo tiene que apuntarse al proceso de primarías para poder participar en la votación, lo que significa un enriquecimiento del debate político con nuevas aportaciones. En el modelo de primarias del PSOE sólo participan los afiliados (ni siquiera los simpatizantes) lo que empobrece el debate y convierte todo el proceso en un juego de presiones políticas y hasta económicas sobre el cuerpo electoral (los 17.800 afiliados). Una presión que se articula a través de la dirección federal del partido o a través de los dirigentes regionales, con lo que ello supone de alteración del sentido original del voto. Sólo unos pocos son capaces de superar este planteamiento al o depender su status de la correlación de fuerzas en el partido.Y que normalmente son los menos activos en la acción política.

Obama nunca habría sido candidato a nada en España. Si gana Jiménez se lo deberá a la capacidad de influir de Ferraz, y si gana Gómez, será consecuencia de la presión que haga sobre los afiliados a través del aparato del PSM

El asunto se complica todavía más si se tiene en cuenta que los posibles candidatos están atados de pies y manos por falta de financiación y recursos. Ni la organización pone medios para que un militante de base pueda enfrentarse a la dirección por razones obvias, ni el afiliado puede lanzar su propia campaña con medios económicos ajenos al partido obtenidos lícitamente mediante donaciones de voluntarios. Obama nunca habría sido candidato a nada en España. Por eso parece fuera de toda duda que si gana Trinidad Jiménez se lo deberá a la capacidad de influir del aparato de Ferraz, y si gana Gómez, será consecuencia de la presión que haga sobre los afiliados a través del aparato del PSM. Ni en uno ni en otro caso será debido al respaldo de su teórico cuerpo electoral. Los 982.234 madrileños que votaron a los socialistas en las últimas autonómicas. Estamos simplemente ante un simple ajuste de cuentas dentro del PSM que no tiene nada que ver con un proceso abierto a la sociedad.

El descrédito de este modelo es tal que ni siquiera el duelo se puede plantear en términos ideológicos. Si Gómez ataca a Jiménez por la política sanitaria o por la estrategia de España con Cuba, en realidad estaría lanzado piedras contra su jefe político -el presidente Zapatero- por lo que los debates ante los electores no son más que una burda manipulación política o una formidable campaña de marketing político. Y si Jiménez critica a Gómez en realidad a quien estaría atacando es también al presidente del Gobierno, que es quien lo sacó de Parla para dirigir el PSM.

Al contrario de lo que sucedió durante el duelo Obama-Hillary Clinton, estamos, por lo tanto, ante una especie de ‘tongo político’ que sólo se podría resolver cuando las primarias sean procesos electorales abiertos en los que puedan participar los ciudadanos. Pero para ello también serían necesarias listas abiertas en las elecciones municipales en las grandes ciudades (con circunscripciones por distrito) que den visibilidad pública a los posibles candidatos (sean afiliados o no). De esta manera los partidos representarían a la sociedad y no a grupos oligárquicos que convierten a la política es cosa de unos pocos.

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