Los príncipes de Asturias ya controlan la herencia envenenada
@Paloma Barrientos - 29/05/2010
La herencia que Juan Ignacio Balada legó a los príncipes de Asturias y a los ocho nietos reales, incluidas Leonor y Sofía, puede llegar a convertirse en un problema, si no lo es ya.
La confusión y la falta de claridad a la hora de catalogar y especificar públicamente en qué consiste realmente el legado del empresario menorquín crea más incertidumbre que sosiego. Y no tanto en lo que se refiere al montante exclusivamente monetario, que es más fácil cuantificar, sino a los llamados bienes inmobiliarios.
En este caso se trata de edificios con inquilinos que no saben aún a qué atenerse. Es muy diferente que el casero sea un ciudadano de a pie por muchos millones que éste tenga o que el arrendador sea el heredero y su mujer. Y de ahí la preocupación y el desasosiego. ¿Quién va a controlar el alquiler de esos pisos? ¿Qué se hará con ese dinero? ¿Los beneficios irán a una cuenta común de todos los herederos? ¿Y si hay que pagar las derramas, quién se encargará de ordenar esos pagos? ¿Y cuando un alquilado se dé de baja, como se ofertará ese piso vacío? ¿Y cuando se rompa el ascensor o haya que reparar las cañerías? ¿Y qúé va a pasar con los pagos habituales como contribución, residuos urbanos, IBI...?
La verdad es que no imagino a don Felipe ejerciendo en su tiempo libre de señor Cuesta (presidente del bloque de 'Aquí no hay quine viva') o, en su defecto, a doña Letizia reencarnada en Loles León. El lío padre o, mejor dicho, una historia de muchos capítulos y ninguno sin cerrar.
Parece que no es la primera vez que la Primera Familia se beneficia de un legado de estas características, pero nunca hasta ahora se había difundido. Cuando Juan Ignacio Balada falleció el pasado 18 de noviembre de 2009 se conocieron públicamente sus últimas voluntades, aunque en aquel momento no se sabía si los “herederos reales” aceptarían, dada la complicada evaluación del patrimonio y las condiciones que imponía Balada. El empresario especificaba cómo quería que se repartieran sus bienes. El cincuenta por ciento para los príncipes, hijas y sobrinos, y el otro cincuenta por ciento para la creación de una fundación o similar.
Seis meses después, la herencia envenenada ya forma parte del patrimonio real. Según la información procedente del gabinete de prensa de Zarzuela, los datos que dan a conocer son los siguientes: el total neto de la herencia es de 9.832.995,42 millones de euros, una vez restados gastos y deudas, aunque no se especifica ni se determinan estas partidas ni quiénes eran los deudores y a qué se deben los gastos.
Los diez herederos recibirán cada uno 70.000 euros. Tampoco se aclara qué se ha hecho con los bienes inmuebles como son la farmacia de Ciutadella, las fincas y los famosos edificios con inquilinos. Tampoco se define si las inversiones bursátiles de Juan Ignacio Balada están paralizadas o siguen formando parte del IBEX y, por lo tanto, quién o quiénes la han gestionado hasta ahora o en un futuro, en el caso de que no se hayan vendido.
No hay que olvidar que hay una partida importante que corresponde a los menores y que serán sus padres los que gestionarán ese capital. No estaría mal que estas partidas también fueran transparentes por aquello de no despertar susceptibilidades en tiempos de crisis. A lo mejor algún día se arrepienten de haber aceptado la herencia. De no haberlo hecho, sería el estado de Israel el que habría tenido que hacer las cuentas ya que Balada así lo dispuso. La cuestión es que quedan tantos flecos sueltos como euros sin precisar. ¿Y si resulta que el empresario era un tapado republicano y lo que pretendía con esta donación era liarla parda?
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