Cómo las élites se
perpetúan a través de la educación

El
expresidente del Gobierno José María Aznar. / Efe
El
primer paso para colocarse en la élite de los poderosos es empezar a jugar
desde la casilla de salida”. Así comienza el primer capítulo del libro Españopoly,
o cómo hacerse con el poder en España (o, al menos, entenderlo), de la
periodista y responsable de proyectos en Fundación Ciudadana Civio, Eva
Belmonte. El título de esta primera parte, El Harvard español, da
cuenta de todos los ministros –socialistas y populares–, empresarios, jueces,
banqueros, diplomáticos y hasta un presidente del Gobierno que han pasado por
las aulas del colegio de Nuestra Señora del Pilar de Madrid.
Ningún
otro centro escolar en España tiene una concentración tan elevada de lo que Podemos
definiría como casta. No es el único. Otros lugares como el Liceo Francés, el
Colegio Británico, Nuestra Señora del Recuerdo, en Madrid, o los catalanes San
Ignacio de Sarriá o Aula Escola Europea han sido las escuelas de una buena
parte de las élites políticas, empresariales e intelectuales españolas. Son
también los lugares donde se han educado o se siguen educando sus hijos.
Una
investigación realizada en 2007 por el profesor de Sociología de la Universidad
de la Laguna Javier Sánchez concluyó que los 708 ministros que habían ejercido
en España entre 1705 y 1998 habían estudiado la Secundaria en 82 centros
públicos frente a 163 privados, de los cuales 141 eran religiosos y el resto
laicos. De entre los religiosos, la gran mayoría (49) estaban gestionados por
jesuitas, seguidos de marianistas (24).
Nuestra
Señora del Pilar, un centro con más de 100 años de historia, privado y
únicamente masculino hasta mediados de los años ochenta –ahora es mixto y
concertado, es decir, financiado con fondos públicos, en Infantil, Primaria y
Secundaria–, pertenece a esta última orden religiosa. Por sus pasillos
corrieron los socialistas Jaime Lissavetzky –siete años presidente del Consejo
Superior de Deportes y exportavoz socialista del Ayuntamiento de Madrid–,
Alfredo Pérez Rubalcaba –exsecretario general del PSOE y ministro en los
gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero–, Javier Solana
–varias veces ministro con Felipe González y exsecretario general de la OTAN– o
su hermano Luis –diputado y expresidente de Telefónica–.
La galería de la
fama
También
estuvo al mando de la compañía española de telecomunicaciones, estrenando su
completa privatización, Juan Villalonga, compañero de pupitre del que sería
cuarto presidente de la democracia, José María Aznar. El popular Pio García
Escudero, actual presidente del Senado, Rafael Arias Salgado –ministro en los
gobiernos de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo y Aznar– el vicepresidente
del Banco de Santander, Guillermo de la Dehesa, o los presidentes del Grupo
Prisa, Juan Luis Cebrián, y del Grupo Villar Mir, Juan Miguel Villa Mir, son
otros de los escolares que han pasado por las aulas del colegio. El sucesor de
José María Escrivá de Balaguer al frente del Opus Dei, Álvaro del Portillo,
beatificado hace un año, también fue alumno del centro, como recoge la revista
de antiguos alumnos, Siempre Pilaristas, en su número de septiembre de
2014. Era el primer beato –y hasta ahora único– del centro.

Vista
del colegio de Nuestra Señora del Pilar, en el madrileño barrio de Salamanca.
Efe / ct
El
colegio ocupa un espectacular edificio, declarado Bien de Interés Cultural por
la Comunidad de Madrid, en el céntrico distrito de Salamanca, el segundo con
mayor renta per cápita de la ciudad. Cada año escolariza a unos 2.000 niños.
Tiene varios laboratorios, gimnasios, un gabinete de Historia Natural y una
piscina propia.
Su
director, Francisco Vázquez, cree que uno de los valores del centro es que las
relaciones entre alumnos y profesores “están poco encorsetadas, les exigimos,
pero también les queremos y funcionamos con métodos que vamos adaptando según
los nuevos tiempos”, como pueden ser las clases de inglés o de nuevas
tecnologías. En Bachillerato, el único ciclo privado, los alumnos pagan 380
euros mensuales. El comedor para todos los ciclos cuesta 125 euros al mes.
Los
resultados académicos del centro están en consonancia con la región –la nota
media de los alumnos que se presentaron a las Pruebas de Acceso de la
Universidad (PAU) el curso pasado fue de 6,56 frente al 6,22 regional– pero
cada año tiene lista de espera. En el curso que acaba de empezar más de 60
niños se han quedado a la espera de una plaza en Infantil y otros 12 en
Primaria. “La gran mayoría suelen ser familias que han estudiado en el colegio
y si no consiguen entrar en un año lo intentan al siguiente”, explica el
director, quien no se aventura a dar una explicación de tal concentración de
élites políticas y empresariales.
Xavier
Bonal, profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, señala
que en España la reproducción de clases es grande desde el punto de vista
educativo, y la política siempre ha sido el medio de mantener esas
élites. “Y nada de ello ha cambiado”, afirma. Detalla una investigación que
llevaron a cabo en Chile y en la que comprobaron que sólo la clase media era la
que tenía en cuenta los resultados académicos de los centros a la hora de
elegir colegio para sus hijos. “La clase baja no lo miraba porque no tenía otra
opción pero la clase alta tampoco lo tenía en cuenta porque preferían comprar
las relaciones que les podía facilitar acudir a determinado colegio”, describe
el investigador.
Los
centros regentados por jesuitas son los que mayor número de ministros han
educado, según la investigación antes citada. En Madrid, sobresale Nuestra
Señora del Recuerdo, donde estudiaron el exministro de Justicia, Alberto
Ruiz-Gallardón, –y sus cuatro hijos–, Rodrigo Rato o Pablo Isla, actual
presidente de Inditex. El colegio San Ignacio de Sarriá de Barcelona ocupa una
extensión de 85.000 metros cuadrados y por sus aulas han pasado políticos como
el exalcalde de Barcelona Xavier Trías o el actual defensor del pueblo catalán
y exdirigente de ICV, Rafael Ribó.
Tanto
el Pilar como estos dos centros de jesuitas son colegios concertados, por lo
que deben seguir los criterios de admisión por puntos que marcan sus
respectivos gobiernos regionales. Tanto en Cataluña como en la Comunidad de
Madrid lo que más puntúa es que haya hermanos en el mismo centro y el domicilio
y el trabajo familiar cercanos. Pero además, en ambas comunidades existe una
puntuación extra –medidas aprobadas por gobiernos del PP y de CIU,
respectivamente– si los padres han sido antiguos alumnos del centro –en el caso
del Pilar también ofrecen su punto de libre designación a este supuesto–, lo
que en opinión de Bonal “es el colmo de la reproducción social” y que provoca
discriminación frente a otras familias que no han estudiado en esos centros,
como es el caso de los inmigrantes.
No todos son
religiosos
Los
colegios laicos, privados, con sistemas de enseñanza de otros países son
centros en los que también se educan una parte de las élites políticas y
empresariales. El Colegio Británico, donde se formó durante varios años la
actual presidenta del PP madrileño y portavoz en el Ayuntamiento de Madrid,
Esperanza Aguirre, es uno de ellos. En el centro estudian también los hijos del
presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y es por donde también pasaron los
retoños del exministro socialista de Fomento José Blanco, como él mismo
reconoció en una entrevista en 2011. Las tarifas varían entre los 900 y 1.100
euros al mes, además de pagar 1.600 adicionales el primer año de ingreso, según
explica la responsable de Comunicación del centro, Silvia Prado.
En
el colegio, que tiene como fin dar a conocer la cultura británica, se
trabaja por proyectos, con refuerzos positivos, de manera personaliza, lo que
hace que nadie sea expulsado por bajo rendimiento y se fomenta desde niños la
participación activa. “Están muy acostumbrados a preguntar en clase y cuando
llegan a la universidad destacan por su participación”, subraya Prado. El 80%
de las clases se imparten en inglés.

El
ex ministro de Economía Miguel Boyer, durante el curso 49/50 en el Liceo
Francés. Efe / MG
El
francés siempre fue la lengua de la diplomacia hasta que se impuso el inglés y
en los años setenta y ochenta el Liceo Francés –ideado por Napolén Bonaparte
para educar a las élites– formó a buena parta de los vástagos de los
dirigentes políticos e intelectuales progresistas de la época. Por allí pasaron
los hijos de los ministros socialistas José Barrionuevo, Miguel Boyer, o del
dirigente del PCE Ramón Tamames, quien también se educó en el Liceo, al igual
que la ex vicesecretaria general del PSOE y actual eurodiputada, Elena
Valenciano. Fue también el centro – en Barcelona– elegido por Cristina de
Borbón y su marido Iñaki Urdangarín mientras vivieron en España –ahora están en
Suiza– para matricular a sus cuatro hijos. Las tarifas varían entre los 553 y
633 euros al mes y los que han estudiado en él valoran una formación –que sigue
el sistema francés– que fomenta el razonamiento frente a la memoria.
En
Aula Escola Eropea, un centro privado y laico de Barcelona situado en el
exclusivo barrio de Pedralbes y fundado en 1968 por el pedagogo Pere Ribera, se
educó el presidente de la Generalitat, Artur Mas, o el ex dirigente de ICV Joan
Saura. Bonal señala que el colegio se creó con un fuerte proyecto pedagógico
detrás, pero muy elitista. “Tenía dos elementos muy diferenciados. Por un lado
enseñaban a ser dirigente, con unos niveles muy altos de exigencia y, por otro,
había una fuerte identificación con un país llamado Cataluña”, afirma. Por su
Consejo de Administración han pasado el anterior presidente del Grupo Planeta,
José Manuel Lara, y el actual, José Creuheras, o presidente del banco Sabadell,
José Oliu. Las familias pagan al mes unos 600 euros por cada alumno y a los que
no llegan al nivel exigido se les invita a marcharse. En la PAU del curso
pasado la media del centro se situó en el 8.33 cuando la regional fue del 6.69.
María
Fernández Mellizo-Soto, profesora de Sociología de la Universidad Complutense
de Madrid, explica que las élites suelen elegir una formación educativa
privada. “En el colegio no sólo están para aprender sino también para
relacionarse, las aspiraciones son muy importantes y en estos entornos siempre
se da por sentado que todos irán a la universidad”, subraya. Y relata cómo
diversas investigaciones demuestran que a igual calificación de un niño de
clase baja y alta las reacciones de los padres son bien diferentes: “Si el de
alta saca un cinco, le animan a seguir estudiando y a formarse para la
universidad; en la familia de clase baja la misma nota hará que le dirijan
hacia otros estudios porque consideran que no está lo suficientemente
capacitado para acceder a la universidad”.