Sociología de la globalización, mixofobia y belleza en la diversidad El Caparazón Os dejo resumen de un libro leído recientemente acerca de la Globalización y su relación con la Sociedad-red. Resulta interesante si queréis una lectura objetiva, estructural, geográfica, económica, política de los cambios que vivimos. Si os interesa un punto de vista más social será Castells quien pueda ofrecer la visión más clarividente. Por último, los hombros del gigante Bauman (parafraseando a Newton) serán la mejor atalaya si queréis una visión contemporánea de la filosofía y valores de la misma globalización. En este último aspecto trabajaré a fondo en los próximos tiempos, en ver cómo la red puede ser la esperanza, para ese individuo que como comentaba ayer en twitter sobrevive desarraigado de lo social, sin voz, sin coraje y sin necesidades propias. Así, la autora destaca cómo los poderes de los estados cambian en el escenario global e incluso en algunos casos disminuyen en favor de la emergencia de un poder económico independiente que las Tic hacen crecer de forma exponencial. La globalización supone, en otros términos, la apertura de economías transnacionales y la creciente participación de los actores económicos en el mercado global. Privatizaciones, desregulación y TIC son, o bien consecuencias, o bien instrumentos de un mismo proceso de globalización. Sassen también comenta que el gran afectado del proceso ha sido el estado, aquel que clásicos como Weber definían según la dimensión territorial de su poder y que hay que redefinir en el nuevo contexto. La digitalización ha posibilitado el fortalecimiento, tanto de viejos actores y espacios no estatales como la formación de otros nuevos, (veremos como Castells los identifica en la reciente revolución egipcia) capaces de competir con la autoridad estatal en materia de jurisdicción, alcance y exclusividad. De este tipo serían numerosas entidades e instituciones supranacionales y subnacionales que surgen, como las ciudades transnacionales, para ser elementos clave de intersección global-local. Son 40 actualmente en el mundo y hacen uso de una red interurbana creciente, mediante una economía de acumulación de los recursos necesarios. En conclusión el libro de Sassen define una época de transición, sin atreverse, como el visionario Castells, a proponer un orden verdaderamente nuevo y desligado del territorio, de cosas. Otro tema interesante es el que comentábamos al empezar, cómo lo que me resulta especialmente relevante es el potencial de internet, ese lugar menos territorializado que escapa a las jurisdicciones (y poderes, como hemos visto) nacionales, para sí… cambiar el mundo. No es que crea, como avisan Goldsmith y Wu 2006; Mueller 2004 que Internet es un espacio sin autoridad. Cosas como la tiranía del default, aquella precaución que avisa de que lo que programemos por defecto no es neutro sino que está transmitiendo determinadas ideologías o programas estatales explícitos, son cada vez más importantes. “Programa o serás programado”, previene Rushkoff y aunque en principio se trate de programación informal, tiende a formalizarse, sobre todo a partir de los 90, cuando los intereses económicos aceleran el proceso. Faltan, comenta Sassen, organismos supranacionales de regulación. Y propone algún tipo de convención internacional a la que se adhieran distintos estados como marco para el gobierno de internet, de forma similar a la convención marco de la Onu contra el cambio climático. Otros niegan la importancia de internet, hablando de red de redes descentralizada sin entidad propia. Sea como sea, lo que está claro y es el objeto de esta y la que será una entrada posterior es que contra lo que pudiera opinar Lovink, que decía en 2003 que Internet estaba perdiendo su potencia para fortalecer la sociedad civil, lo que ha ocurrido durante distintos sucesos pero sobre todo en la liberación democrática ocurrida en Egipto, ha sido todo lo contrario, que a través de unas redes sociales no exentas de mercantilismo el usuario ha sido capaz de “empoderarse”. Ética Hacker, códigos de Lessig, son muchas las ideologías, valores y, como comenta Castells, los nuevos actores y contenidos que internet introduce en el proceso de organización social. La organización sin organizaciones de Shirky, destacada aquí hace un tiempo, iba en el mismo sentido.
Terminar con uno de los aspectos que más me ha gustado en la obra de Sassen, el reconocimiento de que, contra lo que en una primera mirada parcial pudiera parecer, la sociedad red, la globalización no actúa como una capa uniformizadora de comportamientos, organizaciones y sociedades sino más bien como una malla que deja que cada cultura siga creciendo. Ni la autora ni Castells, que expresa la misma idea en múltiples libros, sufren la mixofobia, el temor a la diversidad del que previene un Bauman al que creo podemos matizar mediante el filtro de las ciberculturas. El aumento de la visibilidad de la diversidad, más que limitación, creo, es el origen de la belleza de lo que vivimos pero sobre todo de lo que podemos llegar a vivir. Sirva el vídeo como metáfora de ello.
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