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Un cartel al estilo Tarantino con el lema "Si tú no vas, ellos vuelven",



Un cartel al estilo Tarantino con el lema "Si tú no vas, ellos vuelven", junto a las figuras de Mariano Rajoy, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, constituyó uno de los principales reclamos del Partido Socialista de Cataluña en las pasadas elecciones generales. George W. Bush, tras el 11-S, apeló a la seguridad nacional para ser reelegido y para aprobar leyes que suponían recortes en los derechos civiles de los estadounidenses. La agitación antisemita en toda Europa, que llegó a su trágico apogeo en la Alemania nazi; el fantasma del comunismo, que recorrió el lado occidental del Telón de Acero; o el odio al extranjero que propugnan los partidos de la extrema derecha son, todos ellos, ejemplos comunes de cómo los políticos han utilizado el miedo para manipular a los ciudadanos y obtener su respaldo.

¿Ha sentido miedo alguna vez? ¿Ha buscado protección en un líder o bajo unas siglas? ¿Votaría, tras un atentado, a favor de una medida que jamás aprobaría en un contexto de calma? Los políticos creen que sí. Maquiavelo aconseja a los príncipes que es preferible ser temido a ser amado. Su teoría ha llegado hasta nuestros días, pero, ahora, nuevas claves científicas esclarecen los mecanismos por los cuáles los ciudadanos pueden reaccionar ante las informaciones sesgadas e interesadas de sus dirigentes.

La manipulación tendrá más éxito si el público no comprende la materia sobre la que advierte el político, o si la naturaleza del miedo generado por el poder es más difícil de superar para los ciudadanos. Además, la amenaza debe tener cierta base de verdad, ya que una afirmación completamente falsa es más fácilmente detectable para el público. Así lo explican Arthur Lupia y Jesse O. Menning, profesores de Ciencias Políticas en la Universidad de Michigan, en su trabajo When can politicians scare citizens into supporting bad policies?, publicado en la prestigiosa American Journal of Political Science.

Los autores de la investigación utilizan por primera vez la Teoría de Juegos para averiguar el modo en que interactúan políticos y ciudadanos ante el uso interesado del miedo. Esta teoría estudia la elección de la conducta óptima que hace un individuo cuando los costes y los beneficios de cada opción no están fijados de ante mano, sino que dependen de las elecciones de otras personas. Y el resultado es en parte esperanzador: la capacidad de los políticos para manipularnos no está exenta de dificultades.

¡Que viene el lobo!

El modelo de esta apelación al miedo parte de que el político posee una información clave que el ciudadano desconoce. En un primer momento, el público reacciona al miedo de manera instintiva, pero más adelante es capaz de responder de forma estratégica, según va adquiriendo más información y observando el resto de reacciones a la amenaza que se han producido. Por ello, los políticos entenderán que vale la pena arriesgarse si observan a la sociedad poco motivada o incapaz de contrastar la información y adaptarse a los llamamientos al miedo.

No obstante, si la ciudadanía es capaz de reflexionar sobre qué efectos ha tenido su reacción inicial (automática) ante la amenaza, y si busca información alternativa fuera del mensaje dirigido por los políticos, entonces, se multiplicará su poder para escapar de la manipulación. Con una mayoría de ciudadanos capaces de responder a un nuevo intento de usar el miedo de manera interesada, los políticos se verían obligados a buscar otras vías de obtener el respaldo popular. Además, el poder podría caer en el efecto que describe la fábula Pedro y el lobo, donde las falsas alarmas del pastor acaban por provocar que nadie le ayude cuando el lobo se come sus ovejas.

La aplicación del miedo esperando obtener unos resultados previsibles tampoco parece nada fácil, según la investigación de Lupia y Menning. Diferentes factores psicológicos y variables sociales pueden hacer que dos amenazas equivalentes en términos de riesgo, como un atentado de ETA y otro de carácter islamista, desencadenen respuestas diferentes de los ciudadanos. De hecho, una fuerte respuesta emocional a uno de esos dos peligros no se repite necesariamente al plantearse la segunda amenaza. De nuevo, saber cómo informarse en tiempos de incertidumbre es fundamental. Autor Alberto Mendoza, el confidencial

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