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El sueño del vago y el cobarde

Aunque en España abunda mucho, pero por cuanto leo, “la enfermedad es endémica y afecta a cualquier lugar del mundo donde ya la riqueza pueda ser parasitada por masas de inútiles, cómodos, cobardes o cosa peor”; puesto que parasitan de tal forma lo que otros producen, que son capaces de llevar a la ruina al país más próspero; cosa que en gran medida es lo que ha ocasionado la depresión (que no crisis) que padecemos; de ahí ese muy fuerte titular que hoy empleo y del que no me arrepiento. Sé de lo que hablo y sé lo que he luchado y padecido para lograr algo en esta ya larga vida; sorteando cantidad de obstáculos, que es lo único que produce el parásito que va a vivir de tu trabajo, tu inventiva, tu ahorro y tu buen hacer y encima pretende que le estés agradecido, “por sus desvelos”.

Mi irritación viene de un artículo que acabo de leer, donde se afirma que la inmensa mayoría que dicen buscar trabajo, no es eso lo que quieren; la mayoría... “darían lo que fuera”, por lograr “un enchufe” en el aparato estatal, para tener una paga segura ya de por vida; que es en mi país, una de las grandes enfermedades crónicas que padece... “o sea, que se puede echar al jefe del gobierno o incluso al rey mediante el oportuno referéndum; sin embargo es imposible o casi imposible despedir a un empleado público”; y digo empleado adrede, puesto que aquí se presume de “funcionario”; pero no puede denominarse funcionario en un país, donde ya lo que no funciona es el propio Estado y su aparato en su globalidad.

Y no funciona pese a que tenemos y mantenemos, nada menos que tres millones ciento setenta mil empleados públicos (3.170.000) y así se ha publicado; como igualmente se ha publicado que Japón, cuenta con un tercio de estos y sin embargo casi nos triplica en habitantes; y en negocio nos multiplica, puesto que como gran potencia, los tiene en todo el mundo, lo que conlleva una gran cantidad de empleo público.

La realidad cruda y dura, es que el Estado no produce riqueza; es al contrario, o sea que la malgasta y dilapida. La obra que paga el Estado siempre es mucho o muchísimo más costosa que la que paga o realiza la iniciativa privada; y ello es sencillo, el particular no tiene “otros pagos extras” como parece ser tiene el Estado; elige al mejor constructor, fabricante o técnico y con los que pactará siempre, la mejor terminación y al menor precio... “es su bolsillo el que defiende y lo hará como vulgarmente se dice... o sea como gato panzarriba”; cosa que con el dinero público no se hace; y a la vista está la cantidad de chanchullos, chapucerías, cuando no deficiencias enormes, tiempo en terminarse y todo tipo de dificultades cuyos costos y de evaluarse, serían (posiblemente) motivo de delito o exigencia de daños y perjuicios a quien fuere.

Por todo ello, un aparato estatal sobre cargado de empleados es pernicioso por demás y ello es algo ya constatado en la historia de los gobiernos del hombre; puesto que y por ejemplo; es mentira lo que se nos quiere decir sobre que el Imperio Romano se lo cargan, “los bárbaros del norte”. El Imperio se lo cargan “los bárbaros empleados públicos”, que en hordas verdaderamente destructivas, acaban con toda la riqueza del antes próspero Imperio; y lo resume el emperador Caracalla, con aquella terrible frase en la que dice tajantemente... “Ya somos más los contribuidos que los contribuyentes”.

Así pues, para prosperar de verdad; un Estado tiene que tener el mínimo y necesario aparato oficial, cobrar los mínimos impuestos y dejar en poder del emprendedor particular, los máximos recursos dinerarios, para que el que de verdad sepa emprender, rinda todo lo que su cerebro le permita; puesto que éste es el verdadero soporte de un Estado próspero y el que de verdad va a crear empleo y por tanto riqueza distributiva y que llegará a toda la nación. Y si presta dinero público (nunca subvencionar nada) tiene que tener las garantías plenas de que el Estado va a cobrar el préstamo en su totalidad, incluidos los intereses; para lo que ha de emplear la flexibilidad máxima, puesto que si no... “sería un vil usurero más”.

Eso sí; ese emprendedor no puede llegar a “monopolista” y arbitrar los precios y condiciones de un monopolio; no digamos si se llega a lo que hoy padecemos, con esos oligopolios salvajes y avariciosos en demasía, que se quedan con todo lo que debiera ir a manos mucho más productivas de lo que estos grandes parásitos producen, que a la vista está lo que nos han producido... y aún así, siguen chupando los recursos de los que ya ni se dispone... pero que incluso endeudando al Estado en grados ya delictivos, siguen “exprimiendo el inmenso limón”; mientras las masas se hunden en la miseria y ya no puede trabajar ni el que de verdad tiene ganas e ideas para hacerlo; emprendiendo nuevos caminos o ampliando los que ya tienen en marcha. Esto tiene un nombre y es el de INJUSTICIA TOTAL.

Así pues, menos subvenciones, menos ayudas a fondo perdido y mas gente a trabajar y a producir, que la gente sepa que el bienestar se obtiene con el trabajo bien hecho, el ahorro, la buena administración, la austeridad necesaria, así como la honradez imprescindible... cosas todas estas, que hoy han debido emigrar a ni sabemos donde.

Y una última reflexión... “si en la tan criticada dictadura de Franco y tras pasar por las miserias, penurias, incluso hambres físicas que pasamos; se llegó a un período de prosperidad in imaginada por cuantos vivimos todo aquello... ¿cómo en este período siguiente se ha llegado al estado de miseria en que ya vuelven a vivir millones de familias españolas? ¿Quién es capaz de dar explicaciones que nos convenzan?

Y reitero por enésima vez... “Al pueblo le es indiferente quienes le gobiernen y sean del signo que sean, lo que quiere es buen gobierno, económico en sus impuestos y que el trabajo que realice ese pueblo, le sea rentable en grado óptimo; y si no hay más remedio... mantener los menos parásitos posibles y de forma que ni se entere que existen”.

Antonio García Fuentes

(Escritor y filósofo)

www.jaen.ciudad.org (allí más)

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