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Innovación educativa versus normativa educativa ¿pueden convivir?

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Fotografía by A. Fidalgo.
Cualquier profesión incluye un conjunto de tareas características, junto con una regulación más o menos detallada para realizarlas. Independientemente del nivel educativo, el profesorado debe realizar un conjunto de tareas que se podrían agrupar en tres tipos: actualización de contenidos de las asignaturas que imparte, comunicación con el alumnado y renovación de metodologías para que se produzca aprendizaje.
Actualización de contenidos
Este tipo de tareas suele llevar tiempo cuando el profesorado se enfrenta a una determinada asignatura por primera vez. Sin embargo, si el profesorado imparte la misma asignatura año tras año no se suele dedicar mucho tiempo a la actualización si no hay razones externas para ello. Esto puede suceder porque los conocimientos son básicos o porque, aunque los contenidos en el mundo real evolucionen, el programa de la asignatura se renueva de forma más lenta. La regulación que rige este conjunto de acciones es el denominado programa de la asignatura. En muchos casos el profesorado se tiene que limitar a impartirlo (sin posibilidad de cambiarlo) y en otros casos puede hacer propuestas que se deben aprobar por los sistemas de gestión por un conjunto de años. Se entiende que el profesorado realiza correctamente este conjunto de tareas mientras imparta completamente el temario establecido.
Comunicación con el alumnado
La tarea más habitual es la conocida como tutorías. Básicamente son acciones de tipo reactivo (es decir, el primer paso lo tiene que dar el alumnado, acudiendo a la tutoría). Existe una regulación que marca el número de horas semanales que debemos dedicar a tutoría (en el caso de la universidad española son 6 horas). Se entiende que el profesorado realiza bien este trabajo si, en el horario preestablecido, se atiende al alumnado que vaya a la tutoría.
En este caso, la normativa no tiene en cuenta los canales basados en las tecnologías para establecer comunicación con el alumnado. El uso de correo electrónico, redes sociales y web 2.0 es habitual (para una parte del profesorado), pero su uso no se tiene en cuenta para determinar si se cumple bien o no este tipo de acciones ni para determinar la dedicación del profesorado. Por este motivo su uso es opcional; es decir, ningún profesor (por normativa) está obligado a utilizarlo, es más, hay profesorado que puede tener problemas administrativos si los utiliza.
Metodologías para que se produzca aprendizaje
Debido a la estructura de la formación presencial (aulas masificadas), las metodologías básicas son: lecciones magistrales, clases de problemas, sesiones de laboratorio y, de forma opcional, trabajos individuales o en equipo. La normativa establece clases teóricas y prácticas, sin especificar qué metodologías se deben utilizar para realizar las mismas. Por tanto, el profesorado puede impartir las clases teóricas y prácticas utilizando lección magistral y eso es suficiente para cumplir la normativa. El profesorado, por normativa, no está obligado a utilizar, ni tan siquiera a conocer, las metodologías más innovadoras y/o eficaces.
Los medios que la administración pone a disposición del profesorado para ejercer estas actividades son: programas de formación (opcionales), un ordenador conectado a internet (en algunos casos en modo compartido), un aula (con pizarra y cañón de proyección) y cierta libertad para elegir las metodologías, tecnologías y recursos didácticos que el profesorado considere oportunos.
El profesorado que lo es por vocación utiliza esa “libertad de acción” para formarse en metodologías y tecnologías, innovar con su alumnado y buscar soluciones a problemas de aprendizaje que pueden surgir en su aula.
El profesorado que lo es por trabajo cumple la normativa y punto. Esto supone cierto inmovilismo, que no es criticable ya que la administración lo permite. Lo que sí es criticable es que, en algunos casos, se dediquen a poner palos en las ruedas del profesorado que lo es por vocación y utilice la propia normativa para impedir la innovación educativa en sus centros de trabajo.
En cualquier otra profesión la sociedad no dejaría que esta situación se produjese. Sin embargo, el desconocimiento que tiene la sociedad del esfuerzo y trabajo que realiza el profesorado innovador, hace que básicamente se meta en el mismo saco al profesorado innovador y al profesorado “normativo”. Por este motivo es importante divulgar a la sociedad la importancia, del trabajo que realiza el profesorado innovador, para el futuro desarrollo del alumnado.
¿Es usted un profesor o profesora vocacional? ¿dedica mucho tiempo y esfuerzo para mejorar los resultados de aprendizaje de su alumnado? ¿innova? Si la respuesta es SÍ, cuénteselo al mundo.

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