Serendipity manos del destino
El término “serendipity” designa la
capacidad que tienen algunas personas de protagonizar encuentros fortuitos y
agradables. Y, aunque ellos lo ignoran, Jonathan y Sarah están a punto de
convertirse en auténticos maestros de “serendipia”. Todo comienza un día de
Navidad en Nueva York. Ambos han acudido a unos grandes almacenes para comprar
regalos a sus respectivas parejas. Unos guantes de lana pueden ser una buena
elección. Ambos se encuentran frente al mostrador. El problema es que sólo
quedan un par de guantes… Conversan, ríen y conectan de modo asombroso, hasta
el punto de que deciden tomar algo en una cafetería y patinar sobre hielo en el
Central Park. Cuando, al despedirse, se disponen a intercambiar los teléfonos,
la duda entra en sus conciencias. Sarah toma una decisión: permanecer en el
anonimato. Si han de volver a encontrarse, el destino se encargará de ello y
entonces ya no tendrán que preocuparse. Pasarán los años. Sus andanzas han
corrido por cauces diferentes y ambos están a punto de casarse…
¡Qué maravillosa puede ser la vida en las
películas! ¡Qué disparatada y entrañable! Estamos ante una comedia romántica de
corte clásico, donde la casualidad y el enredo componen un divertido y
delicioso tapiz que sólo resplandecerá cuando esté enteramente completado. Hay
dos cosas que logran que esta película sobresalga muy por encima de los
productos del género. Por un lado tienen lugar en ella algunas escenas
realmente logradas, de encanto superlativo, como la apuesta en los ascensores
del Waldorf Astoria o la lección de astronomía en el brazo de Sarah. Sin
embargo esa magia cinematográfica es posible únicamente gracias a la química
que hay entre John Cusack y Kate Beckinsale. El encantamiento entre ambos
no tiene nada que envidiar a los que se producen en el colegio Hogwarts, por
poner un ejemplo conocido. Y tal es el magnetismo de su
serendipia que uno sale transformado después de ver la peli, mientras se
pregunta ligeramente obsesionado: ¿me puede pasar a mí?
La película cuenta además con un buen puñado
de fantásticas canciones, unos secundarios bastante apañaditos (los amigos de
los protagonistas son un perfecto contrapunto) y un ritmo milimétrico que va
"in crescendo" hasta la escena final. Una delicia, vamos.
El dato
El cine y la literatura no se llevan mal, ya
se sabe. En Serendipity,
la novela “El amor en los tiempos del cólera”, del colombiano Gabriel García Márquez, se convierte en el
objeto más buscado por parte de Jonathan. Y es que en su primera página puede
estar la clave de su futuro. Curiosamente, este libro aparecía también como uno
de los favoritos de John Cusak en su película Alta fidelidad.
Un plan maestro
¿Destino o libertad? He aquí una cuestión no
sólo para filósofos. La película es una sutil e interesante muestra de
compatibilidad entre el destino y la libertad, algo así como si nos dijera que
“el destino te lo montas tú”. Aunque a veces hay que currárselo, y mucho.
El director de la película, Peter Chelsom, comenta a este respecto: “El
tipo de destino que he urdido para la historia es el más extraño y subliminal
posible. Ésta es la clase de película donde ningún detalle es casual. Cada cosa
que se presencia está vinculada a una cadena de eventos que acontecen. Esa es
la razón por la que entiendo el film antes como una fábula que como una simple
historia: porque hay un subtexto, un significado, en lo más hondo, que no está
simplemente en la trama literal.”
John Cusack añade:
“Se afirma abiertamente que existe un enorme plan maestro para todas las cosas.
Y si ello es cierto, entonces se trata de un concepto extremadamente
reconfortante.”
Por su parte, para Kate Beckinsale es “una oportunidad de encarnar a
alguien que en cierto momento de su vida es muy categórica acerca de lo que
cree y, sin embargo, también resulta poco racional y una ferviente creyente en
el destino. Más tarde se deshace completamente de tales creencias, y entonces
deberá emprender el viaje para encontrar el punto medio”.
New York, New York
En Serendipity Nueva York es algo más que una ciudad.
La idolatrada urbe de Woody Allen también
adquiere aquí importancia de protagonista, un lugar de cuento de hadas donde
todo es posible, sobre todo si se trata de amor. La película fue rodada casi íntegramente
en sus calles; allí tienen lugar las incansables correrías de sus protagonistas
y las mejores escenas se desarrollan en algunos lugares ciertamente
significativos: el Hotel Waldorf Astoria, la cafetería y pastelería
Serendipity, los grandes almacenes Bloomingdales, la pista de patinaje Wollman
Rink del Central Park... En fin, que a uno le entran unas enormes ganas de
visitar la Gran Manzana este verano.