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NO NOS QUEJEMOS DE UN POSIBLE RESCATE

Un rescate no sale gratis, es algo muy duro. Supondría poner a salvo sectores en particular y nuestra economía en general, pero el precio a pagar sería, sin duda,  muy alto. Desde Europa y los organismos internacionales se intentará asegurar el pago de la deuda y recurrirán para ello a las partidas más sencillas: pensiones, desempleo, sanidad y subida de impuestos. Justo lo que no deberíamos hacer. Justo en la  línea de flotación del Estado de Bienestar. Los 250.000 millones que España necesita para sanear su sistema financiero y su deuda pública no deben ser pedidos fuera mientras podamos aportarlos desde dentro. En primer lugar porque podremos sacarlos de donde realmente deben sacarse. Y en segundo lugar porque nos ahorraremos el mal trago, el desprestigio internacional y los intereses que el préstamo suponga. Tenemos un estado de las Autonomías que ya no hay intelectual que esté en su sano juicio y no esté vendido que no lo califique de catastrófico. El café para todos del neofranquismo nos ha llevado al buffet libre infinanciable, insostenible y adolecente de los peores vicios de una partidocracia: oligarquía y mediocridad. Eliminar el Estado de las Autonomías supondría ahorrar más de 100.000 e al año, lo que implicaría poder pagar la deuda y el agujero bancario en dos años. Pero claro, si preferimos que el látigo de la intervención fustigue nuestra espalda para no hacerlo en la de nuestra clase política, la que nos ha traído hasta esta desesperante situación, no tenemos más que esperar unos pocos meses.
Pero luego no deberíamos quejarnos.

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