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La agonía de José Blanco

Que José Blanco no está en racha, resulta palmario. En contraste con una imparable trayectoria ascendente, que comenzó cuando, allá por el año 2000, unció su destino al del joven Zapatero, estos meses últimos se le están torciendo demasiadas cosas. Tantas, que hasta podría hablarse de una auténtica agonía (política, se entiende).

Ese mal momento no se reduce, por ejemplo, a la circunstancia de que, como resultado de la crisis, ya no tenga presupuesto para las esplendorosas obras públicas que había empezado a gestionar en Fomento. El dinero se ha acabado. Y le ha privado de su principal ‘atractivo’ entre los empresarios que le jaleaban (sobre todo constructores y concesionarias de servicios), pero también en los medios de comunicación, destinatarios de jugosas campañas de publicidad.

El fracaso del 22 M

Tampoco se limita a las dificultades que arrostra uno de los proyectos más ambiciosos y publicitables de este Gobierno, la Alta Velocidad, que empieza a entrar en vía muerta (nunca mejor dicho) tras quedar el cierre de líneas infrautilizadas, como la de Toledo-Cuenca-Albacete, y el anuncio de Portugal de que no va construir su parte del AVE Madrid-Lisboa.

Tampoco, y no resulta baladí, por el enorme fracaso cosechado en las elecciones locales y autonómicas de mayo. Cuando se abrió la campaña, Blanco presumió de que él había diseñado sus perfiles, uno de ellos la exclusión de Zapatero, iniciada con la supresión del mitin de apertura en la Plaza de Vista Alegre.

El intento de que fueran unos comicios estrictamente ‘locales’, con el oculto objetivo de desvincular el voto de los ciudadanos de la mala valoración de Zapatero, no se alcanzó. No solamente porque el PP se empeñara en disparar sus baterías contra el ‘number one’, sino también porque el propio PSOE y sus candidatos se olvidaron de programas municipales para centrarse en mensajes ‘nacionales’.

Uno de ellos el famoso ‘que viene la derechona’, otro que el PP no es alternativa, otro que no tiene programa, otro más el del ‘programa oculto’ (con la batalla del copago sí o no), y otro más, muy repetido y como trasfondo, que Rajoy es un vago. Con lo cual quitaron de foco los objetivos locales y a los candidatos locales, y lo convirtieron en lo que no querían: una campaña nacional.

Ya no controla el partido

Ese estropicio electoral vino precedido de la previa constatación de que Blanco ya no controla el partido. Se visualizó con su derrota en las primarias de Madrid y el fracasado plan de colocar a Trinidad Jiménez como candidata a la Comunidad. Y se volvió a comprobar, amargamente, con lo ocurrido en Andalucía. Intentó frenar el derrumbe, o al menos aplazarlo hasta después de las elecciones locales, hablando con el ‘rebelde’ Luis Pizarro, y no logró ni una cosa ni otra. Con lo que se ha quebrado en dos la principal federación del PSOE.

Lo que más inquieta al político gallego es que se está quedando ‘fuera’, porque el jefe de filas que le colocó en el primer plano de la política, Zapatero, está de salida irremisiblemente. Y porque el nuevo ‘boss’, Rubalcaba, ha formado un equipo propio, en el que Blanco ya no aparece.

En su día, él mismo se apeó de la batalla sucesoria, cuando dijo que conoce bien sus limitaciones, y por tanto no se ve como inquilino de La Moncloa y al frente de la gestión del Gobierno.

Rubalcaba no cuenta con él

Por eso se siente inquieto, porque no sabe qué va a ser de él. No es previsible que siga en el Gobierno, en ningún caso. Ni siquiera aunque ganara Rubalcaba. Y algo parecido va a ocurrir en el partido, donde el nuevo líder cuenta con otros.

Ese aparcamiento se ha demostrado con su exclusión del Comité Electoral. Blanco ha pretendido ‘vender’ la versión de que él mismo había optado por dar un paso atrás, pero la realidad es que el candidato no ha querido contar con él. Ocurre que la amarga derrota de mayo ha echado por tierra todo el currículo acumulado y aquella fama que tuvo de ‘ganador de elecciones”.

Candidato en Galicia

Así las cosas, sólo le quedaría, a nivel nacional, mantenerse como diputado de a pie en Madrid. Demasiado poco tal vez para alguien que fue personaje de éxito tras su nominación como ministro de Fomento. Entonces fue cuando procedió a un cambio de imagen: adelgazó, se operó de la vista, suprimió sus viejas gafas, mejoró el tipo de ropa…

Tal como se ha contado en estas páginas -ver noticia-, lo que le tienta es volver al terruño: apostar por Galicia, encabezando la lista del PSOE a la presidencia de la Xunta. Conocido por algunos como ‘O Rei de Palas’, por ser originario de Palas de Rey (Lugo), su intento sería arrebatar la mayoría absoluta a Alberto Núñez Feijoo en 2013. Asunto que, tal como hoy están las cosas, no será precisamente sencillo. Aparte de que, antes, en su propia casa, deberá convencer a su esposa de emigrar a tierras gallegas, dejando Madrid. Que tampoco va ser fácil.


José Apezarena es editor de El Confidencial Digital

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