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ESTA VEZ, SU IRRUPCIÓN NO COGE POR SORPRESA

Recesión + ‘credit crunch’: la tormenta perfecta ya está aquí

Recesión + ‘credit crunch’: la tormenta perfecta ya está aquí

Reunión del ECOFIN en Wroclaw (Reuters). Ignacio J. Domingo.

Contracción económica y crisis financiera sistémica. Tres años después de la quiebra de Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, el doble fantasma de la recesión y el creditcrunchreaparece de nuevo en los mercados. Sólo que esta vez, su irrupción no coge de sorpresa. Entre otras cuestiones, porque las turbulencias bursátiles han tomado bríos a lo largo del verano y porque las alertas preventivas de las instituciones multilaterales han sonado. Hasta el punto de que las grandes capitales de las viejas áreas industrializadas -Estados Unidos, Europa y Japón-, no han podido hacer oídos sordos a estas señales. Una de estas serias advertencias ha sido emitida desde el influyente Comité Económico y Financiero del FMI, departamento que estampa su autoría a un documento enviado el pasado fin de semana a Wroclaw (Polonia) y dirigida a los ministros de Finanzas del Ecofin. Su contenido, confidencial, daba credibilidad al “peligro real” de que la persistente crisis de la deuda soberana de los socios monetarios se contagie al sistema bancario del área euro; en especial, en los bancos franceses y belgas.

El informe del Fondo, preparado expresamente para la cita del Ecofin, hablaba de la entrada de Europa en “un círculo vicioso” surgido de “su [elevado] nivel de endeudamiento, sus [indefinidos] rescates bancarios y su [retorno] a un crecimiento débil”. La cruda realidad descrita por el FMI fue asumida tras la reunión polaca del Ecofin. Los mensajes oficiales de los responsables económicos europeos ya no echaban balones fuera, sino que admitían la necesaria y urgente recapitalización de los bancos de la zona del euro; eso sí, sin reconocer el cheque de 200.000 millones de euros de coste de este saneamiento que calculó la directora gerente del FMI,Christine Lagarde, antes del verano, aunque apuntando a la culminación de este proceso en un plazo razonablemente intenso, de nueve meses.

En paralelo, desde la Casa Blanca se asumía que la primera potencia mundial pierde fuelle y coquetea peligrosamente con una segunda contracción. Temor que ya se ha constatado en Japón. El PIB nipón se contrajo un 3,5% en el primer trimestre del año. En gran medida, debido al tsunami de febrero y a la posterior crisis nuclear. Pero también, y en no menor porcentaje, al apagón del dinamismo tras el agotamiento de los planes de estímulo precedentes. Barack Obama ha reaccionado con la aprobación de la American Jobs Act, una nueva estrategia keynesiana que pone encima de la mesa 447.000 millones de dólares (casi el 3% del PIB americano) y que combina medidas de reducción impositiva a las clases medias emprendedoras con planes activos de empleo para evitar los números rojos, financiado, en parte, con el denominado impuesto Buffet a los contribuyentes con ingresos superiores al millón de dólares anuales. Mientras, el Gobierno nipón ya planea su cuarta inyección adicional, de otros 26.000 millones de dólares, al presupuesto actual para contener la caída libre de su PIB.

Sin embargo, ¿serán efectivas estas nuevas recetas? O, por el contrario, ¿llegan demasiado tarde para calmar la voracidad e incertidumbre de los inversores?

La parálisis europea

Varios análisis preliminares de TheConferenceBoard, institución que nutre de indicadores a la Reserva Federal en las reuniones trimestrales de su Comité de Mercados Abiertos, ya presagian una posibilidad “casi del 100%” de que la UE, Estados Unidos, las economías del Este de Europa y Brasil “entren en contracción”. Por si fuera poco, un sondeo reciente deEconomistIntelligenceUnit entre altos ejecutivos de multinacionales señalaban, como mayores factores de riesgo global, la crisis de la deuda europea (un 41%) y la amenaza de doble recesión (21%).

No es de extrañar. La tragedia griega sigue sin cerrar el telón más de un año después del primer salvavidas financiero. Mientras el eje franco-alemán mantiene sin resolver el dilema de si avanzar hacia un Tesoro común -el viejo anhelo de los europeístas en Maastricht, que fue fulminantemente enterrado por Margaret Thatcher, a pesar de su declarado rechazo a la divisa europea- que defienden ahora figuras como George Soros, con eurobonos y políticas armonizadoras en materia fiscal, laboral y comercial, por un lado. O dejar que Grecia salga de la zona monetaria o, en su defecto, diseñar una reestructuración ordenada de su deuda, por otro.

Además, un informe de Goldman Sachs, que ha circulado entre inversores en Wall Street hasta su revelación, la semana pasada, estima que el coste total del proceso de recapitalización bancaria podría alcanzar el billón de dólares. Un clima que se complica con el retardo en liberar la próxima línea crediticia a Atenas; la cada vez mayor reticencia social en Francia a ayudar a Grecia -un sentimiento que ya ha pasado factura electoral a la canciller Ángela Merkel-; la advertencia de Moody’s de rebajar la calificación de Italia y el persistente peligro de contagio de España.

WillemBuiter, responsable del área económica de Citi, alerta de las “subestimadas conscuencias” de expulsar a Grecia de la zona del euro, un coste que, a su juicio, “será especialmente elevado” para el país heleno, pero que también acarreará “consecuencias económicas y políticas severas tanto para el resto del área monetaria como para el conjunto de la economía global”. Entre otras, la precipitación a la baja de unos valores bursátiles que apenas han caído un 20% desde 2008, en contraste con los descensos de entre el 50% y el 90% de crisis monetarias como la de México (1994); Asia (1997); Rusia (1998); Brasil (1999) o Argentina (2002), recuerdan en el servicio de análisis de mercados del mismo banco. Ante esta tesitura, Buiter se decanta por una reestructuración ordenada de la deuda helena “compartida entre sus acreedores oficiales y privados” para evita así el daño sobre los balances de bancos y empresas no financieras griegas que provocaría su abandono de la divisa europea.

La encrucijada de Estados Unidos

Los malos presagios europeos, sin embargo, también tienen traslación al otro lado del Atlántico. La persistencia de Obama en inculcar más estímulo a una economía que no ceja de dar síntomas de fatiga, tiene un claro objetivo político: la renovación de su mandato en 2012. Sin embargo, los augurios no parecen muy favorables al líder demócrata. Un sondeo de Reuters, al término del mes de agosto, elevaba el 25% al 31% el porcentaje de economistas que ven probable una contracción en EEUU en los próximos doce meses; es decir, en la antesala de los comicios presidenciales de noviembre.

En Pimco ponen el dedo en la llaga de los problemas americanos. A juicio de su analista Bill Gross, “durante la reciente recuperación económica los beneficios empresariales aumentaron cuatro veces más que los salarios de trabajadores y se han incrementado un 50% desde el cambio de milenio mientras las remuneraciones a empleados han permanecido prácticamente inalteradas”. En su opinión, “la gran divergencia” económica de EEUU en la que existe entre capital y trabajo, advertía hace unas fechas, antes de asegurar: “Si yo fuera un estratega de Obama -dice Gross- haría todo lo que estuviera en mi mano para trasladar la comparación de estos indicadores a las mentes de los votantes americanos”. El consejo procedente de Pimco explica el mensaje del presidente americano de que “las empresas y los ricos deben pagar parte del déficit”; dentro de un plan general de reducción del desequilibrio fiscal de nada menos que 3 billones de dólares, el doble que la economía española. Y constata que la advertencia lanzada por Standard &Poor’s de que la rebaja de la triple Aa EEUU dejaba al país con “menos margen de maniobra para impulsar el crecimiento con nuevos estímulos fiscales” era del todo cierta.

Los estudios que maneja la Reserva Federal admiten el riesgo de recesión tras el dato de caída de actividad en el segundo trimestre hasta el 1,3%. “El 82% de las once contracciones económicas americanas desde la postguerra fueron precedidas de un periodo de leve crecimiento, del 1% o menos”, recuerda Michael Fereli, economista de JP Morgan Chase Bank, “a pesar de las políticas de estímulo económico y monetario emprendidas por la Casa Blanca y la Fed”.

Para más inri, Fitch Rating señala la “significativa exposición” de los bancos estadounidenses en el sistema financiero europeo. En especial, a través de los denominados Fondos Monetarios de Mercado (MMF). “Más de la mitad de estos flujos inversores americanos están agregados a certificados de depósitos, bonos comerciales, activos, acuerdos de recompra y otros contratos de vencimientos a corto plazo de entidades bancarias británicas, alemanas, francesas, italianas y españolas”, admite Robert Grossman, investigador de esta agencia de calificación.

Horizonte mundial preocupante

Bajo este sombrío panorama, en Morgan Stanley ven un crecimiento global del 3,9% este año, una décima por encima, incluso, de su pronóstico para 2012, con una actividad media entre las naciones industrializadas del 1,5%, y con los mercados emergentes, “que empiezan a dejar de estar inmunizados” aportando todavía el 80% del dinamismo. Todo ello, “si no persisten los errores en EEUU -tardanza en alcanzar el acuerdo sobre el techo de deuda- y Europa”, aclara.

Más contundente, si cabe, es el mensaje con el que acude Lagarde a la cumbre de otoño del FMI. Su directora gerente ha confesado recientemente, en actos académicos, que el tórrido verano en las bolsas “ha hecho florecer la idea de que atravesamos una crisis del capitalismo en toda regla, de que nuestro modelo económico y político no es capaz de producir crecimiento sostenible, ni una adecuada generación de rentas y riqueza, ni crear empleo o facilitar créditos”.

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