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Traficante y cocinero de la policía

Maximino Losada, excomisario de Lugo, reconoció ante la juez del 'caso Carioca' la vinculación de un encarcelado por comercio de armas con el club de pesca del cuerpo

SILVIA R. PONTEVEDRA -

La parte conocida de la historia comienza hace dos años, durante un golpe contra el narcotráfico en las Rías Baixas. Entonces, la Guardia Civil empezó a tirar del hilo de otra red, estrechamente vinculada con la primera, de tráfico de armas. Un año más tarde, en 2010, salió a la luz una operación bautizada con el mismo nombre que la mítica pistola de James Bond, PPK. Agentes de los equipos de Crimen Organizado y Delincuencia Organizada del Instituto Armado dieron el alto a un coche en una carretera de Meis, en la comarca de O Salnés. Los dos ocupantes eran vecinos de Lugo. En la parte delantera del vehículo llevaban envuelto en un jersey un Kalashnikov, y en el maletero, otro fusil de asalto de los que usa el ejército suizo.

Custodiando las armas, supuestamente listas para ser entregadas a unos narcos, viajaba el que inmediatamente fue considerado cabecilla de la banda, José Rodríguez Corral, alias Parguiñas oPardiñas, según quién lo pronuncie, encarcelado en Bonxe por la titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Lugo, Pilar de Lara. Esta es la misma magistrada que dirige la Operación Carioca, el dilatado caso de los prostíbulos de Lugo que implica a varios proxenetas y numerosos agentes de todos los cuerpos en la ciudad.

Hace algo más de dos semanas, en un interrogatorio que duró unas cinco horas, esta juez le preguntó a Maximino Losada, comisario de Lugo recién jubilado e imputado en esta última investigación, si conocía a Rodríguez Corral, que en el sumario aparece citado como Pardiñas. Losada dijo que sí. Que lo conocía "del club de pesca de los policías".

No se sabe por qué razón, Rodríguez Corral, siendo civil, se convirtió en socio, hace ya algunos años, del Santo Ángel, el colectivo que agrupa a algunos de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía en Lugo aficionados a la caña, entre ellos Losada y algún otro mando. No es cierto que sea "el único socio civil", puntualizó en su declaración del 22 de junio el hasta ahora jefe de la policía en la provincia a la juez. Parece ser que hay otro más. Pero, según fuentes de la comisaría, el imputado por tráfico de armamento fue agasajado por los socios policías en un acto un día del patrón, y recibió una metopa con el escudo del cuerpo.

Hasta que ingresó en prisión, Parguiñas también acudía a tomar café a la comisaría de Lugo. Y en las comidas al aire libre que organizaban los socios del club de pesca, el que fue sorprendido en su coche con el fusil automático AK-47, la estrella del comercio negro de armamento, preparaba las viandas para todos.

Los encuentros campestres tenían lugar, y así lo confirmó en el interrogatorio ante Pilar de Lara el excomisario, en un merendero con mesas y parrillas situado junto al puente colgante de la isla fluvial de Seivane, en el río Miño. En aquel paraje hay un refugio de pesca, propiedad de la Xunta, que tienen derecho a utilizar los miembros del Santo Ángel. Maximino Losada le explicó a la juez que, "como socio" de este club, Parguiñas era el encargado de cuidar aquella instalación.

Según él, como recoge la declaración, tanto el excomisario como los otros socios "se enteraron por la prensa" de que, en realidad, Rodríguez Corral usaba el refugio para esconder su arsenal. Después de aquel registro en la carretera de Meis, los guardias civiles entraron en varios domicilios relacionados con el supuesto traficante de armas y su colaborador, que quedó en libertad pero con cargos, igual que los otros tres socios portugueses de esta banda organizada. Tras revisar a fondo las casas, el verdadero almacén de munición y armas apareció precisamente en el local de pesca de la isla fluvial en el que los policías celebraban sus banquetes.

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