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Amedo: “Julián Sancristóbal me hizo promesas en nombre de Felipe González”

Hoy ven la luz en LA GACETA declaraciones del subcomisario que nunca fueron judicializadas. “Me presionaron con el fin de que no declarase en los sumarios de los GAL contra el Gobierno socialista”. Los policías atribuían a Amedo haberle dicho a Sancristóbal que ‘aflojara la gallina’ si quería a cambio su silencio. Amedo acusaba directamente a los Gobiernos de González. El equipo de manipuladores estaba dirigido por Rubalcaba.


Manuel Cerdán. Madrid

“Ya en prisión, entre 1988 y 1994, fui visitado en diversas ocasiones por Julián Sancristóbal, como se puede acreditar en el libro de visitas de la prisión de Guadalajara y Logroño, al objeto de presionarme y coaccionarme con el fin de que no declarase en los sumarios de los GAL contra él ni el Gobierno socialista, prometiéndome recompensas y beneficios futuros y transmitiéndome la voluntad de Felipe González de indultarme lo antes posible”.

En mis manos ha caído, en exclusiva, un documento que ha permanecido durante años olvidado en un cajón de la comisaría de Chamartín de Madrid. No tiene desperdicio. Se trata de una declaración de José Amedo ante dos policías por una denuncia falsa por coacciones presentada contra él por quien había sido durante años su jefe, Julián Sancristóbal. El testimonio está fechado el 29 de abril de 1998, dos días después de que Amedo compareciera en Bilbao ante el titular del segundo sumario Brouard, en medio de un montaje urdido por el abogado Rodríguez Menéndez, con la complacencia de jueces y fiscales.

Se dio la extraña circunstancia de que Amedo fue abordado por un policía, cuando permanecía en la antesala del despacho del juez instructor de Bilbao, que le colocó en sus manos una citación para que se presentara en la comisaría de Madrid. Algo inusual en este tipo de procedimientos: que un funcionario se desplace 400 kilómetros para entregar una citación.

A la vuelta de Bilbao, Amedo se presentó en la comisaría y, en lugar de sentirse forzado, se despachó sobre la implicación de Sancristóbal y su Gobierno en la formación de los GAL. Los policías que recibieron al subcomisario en las instalaciones de Chamartín, a quien en el acta de la declaración lo presentan como detenido, cuando realmente se había presentado voluntariamente, insistieron en su interrogatorio sobre un supuesto chantaje. Le atribuían haberle dicho a Sancristóbal que “aflojara la gallina” si quería a cambio su silencio. Pero Amedo dio la vuelta a tan grotesca escena, que tenía toda la pinta de una encerrona, al mejor estilo de la mafia policial, y, en lugar de aflojar, cantó la gallina.

“Como consecuencia de conocerse a nivel de prensa distintas tramas de los GAL, en mayo de 1988, Julián Sancristóbal después de dejar la Dirección General de Seguridad, me citó junto a Planchuelo para decirme que debería asumir la cárcel para no entorpecer las dinámicas de la Seguridad del Estado. Me aseguró que Barrionuevo le había confirmado que, como consecuencia de mi sacrificio, sería indultado por el Gobierno socialista después de dos años en la prisión”, afirmó el subcomisario.

La declaración de Amedo, que acusaba directa y llanamente a los Gobiernos de Felipe González como los creadores y, posteriormente, encubridores de la guerra sucia contra ETA, entre 1983 y 1987, podría ser considerada como un documento incunable sobre los GAL.

“Con ocasión de un permiso penitenciario en abril de 1993 Sancristóbal me llevó en su vehículo particular al despacho oficial del entonces fiscal general del Estado, Eligio Hernández, para entre los dos seguir presionándome y coaccionándome y haciéndome promesas en nombre de Felipe González”.

Los hechos denunciados por el policía de los GAL coincidían con el funcionamiento del gabinete de crisis, constituido en La Moncloa para acallar los efectos de las investigaciones periodísticas sobre el crimen de Estado de la era felipista. El muñidor en la sombra de aquel equipo de manipuladores de la información estaba dirigido por el actual vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba. Todas las gestiones encaminadas a acallar a Amedo y Domínguez partían de La Moncloa. Además de Rubalcaba, otro de los protagonistas era José Enrique Serrano, actualmente jefe de Gabinete de Zapatero.

Amedo se manifestaba con contundencia en su declaración ante la Policía: “Como consecuencia de mis acusaciones en la Audiencia Nacional del 19 de diciembre de 1994 contra él y la cúpula socialista de entonces, en enero de 1995, su abogado trató de convencerme para que arreglase la situación de prisión de Sancristóbal asegurándome que había tomado el camino malo. Como no cedí Sancristóbal llamó desde la prisión a mi esposa para que me traicionase ante el juez Garzón diciendo que mis declaraciones no se ajustaban a la realidad. Le prometió que no le faltaría dinero el resto de su vida ni a ella ni a sus hijas. Sobre las presiones a mi esposa es conocedor el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez”.

E insistía: “Sancristóbal llego a ofrecerme, a través de intermediarios, cuarenta millones de pesetas que tenía en una bolsa, sin que yo aceptase, tratándome de seguir presionándome a través de Francisco Álvarez”.

Y por último: “Sancristóbal cuando estaba al frente de la dirección de la Seguridad del Estado prohibió al comisario Antonio Rosino seguir con la investigación sobre el asesinato de Brouard, según me manifestó este último. Planchuelo, que ya había declarado en el sumario Brouard, me llamó al teléfono del pub Cóndor de Pozuelo para decirme lo que debía declarar. Yo le contesté que no recibía instrucciones de nadie, Por todo lo expuesto, manifiesto que a lo largo de estos años y en esta última ocasión el que ha tratado de presionarme, coaccionarme y sobornarme ha sido Julián Sancristóbal”.

Las declaraciones de Amedo nunca fueron enviadas desde la comisaría de Chamartín a un juzgado de Madrid ni fueron reveladas por sus actores. Quedaron olvidadas en un archivador hasta que hoy ven la luz en LA GACETA. Los GAL son un pozo sin fondo que todavía pueden acarrear muchas sorpresas. Por lo pronto ya son dos casos sin prescribir: Batxoki/La Consolation y Brouard.

En este último, en noviembre de 1984, a un alto cargo del Gobierno se le fue la mano y ordenó a una facción de los GAL, fuera de la órbita de José Amedo y de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao y ajena al cuartel de Intxaurrondo de San Sebastián, que asesinara en la ciudad bilbaína al dirigente de Herri Batasuna (HB), Santiago Brouard. Fue la primera y única acción de los GAL cometida en España por un comando integrado por delincuentes comunes del mundo de la droga que, paralelamente, trabajaban de confidentes policiales. Desde el Gobierno Civil de Vizcaya prometieron por la acción a los asesinos 25 millones de pesetas, aunque ese dinero nunca les llegó. Se dio la circunstancia que uno de los imputados, Luis Morcillo, se vio a pagar de su bolsillo los gastos de uno de los autores, López Ocaña, para que este no cantara ante el juez.

El caso Brouard, si no me fallan las cuentas y no me engañan mis fuentes, es otro de los asuntos de la guerra sucia que no ha prescrito.

El subcomisario Amedo fue procesado aunque era manifiesto que nada tenía que ver con la muerte de Brouard. Pagó el precio de la venganza de sus ex jefes en Interior con varios meses de cárcel por un delito que no había cometido. Pero esa afrenta, por caprichos de la vida, también le ha servido para disfrutar de inmunidad en el caso Brouard. Por tanto, su testimonio podría ser infalible.

Una frase del ex subcomisario de Bilbao a un alto cargo del Gobierno que lo visitó varias veces, a lo largo de 1993 en la cárcel de Guadalajara para alimentar su silencio, resume el protagonismo de la otra banda –la del encubrimiento– del crimen de Estado: “El GAL no soy yo, el GAL sois vosotros”. Sólo queda despejar los nombres que se pueden imputar a esa segunda persona del plural del pronombre personal aunque, con las monstruosidades que se cometieron contra el Estado de derecho, a costa de la razón de Estado, podemos enfrentarnos a cualquier aberración: ¡hasta la desaparición de los pronombres personales! Sólo sería un secuestro más.

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