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«La novela es el reportaje que harías si tuvieras todo el tiempo y todas las claves»
Lorenzo Silva, ayer, en la Feria del Libro de Córdoba, donde participó en un encuentro con los lectores. RAFAEL CARMONA
En una Feria del Libro dedicada la novela negra Lorenzo Silva era referencia y visita casi obligada,
—«La estrategia del agua» está inmersa en la sociedad en que se desarrolla, ¿no?
—En la sociedad y en el momento. Se tiende a pensar que la literatura que mira al instante corre el riesgo de ser fugaz y efímera, pero yo creo que al final, no sólo cada lugar, sino cada momento concreto, es una forma de indagar los asuntos de la literatura, desde la condición humana, hasta, en su profundidad individual, la manera en que nos relacionamos. Yo creo que si el ejercicio está bien hecho, aunque pase el momento, algo de esa historia queda.
—¿El escritor de novela negra tiene algo de periodista o fotógrafo de la realidad?
—Comparte recursos o actividades, pero yo creo que lo que escribe es muy diferente. Yo hago reportaje criminal, por tanto conozco de primera mano hacer periodismo sobre las mismas historias respecto de las que después hago novelas. Precisamente encuentro en las novelas el espacio para contar todo lo que no te suele caber y todo lo que sueles no poder hacer en un reportaje. El reportaje tiene muchos inconvenientes. Siempre lo haces en caliente y con una profundización en los hechos que el tiempo te ayuda a completar. También hay otra cosa que la ficción te permite: en un texto periodístico sobre materia criminal tienes que ceñirte a lo que está contrastado y puedes soportar sobre una fuente, y eso te deja muchas interrogantes abiertas, si eres honrado. En una novela, completando con la fabulación aquello que no tengas documentalmente, puedes agotar todos los conflictos en toda su extensión e intensidad.
—¿La novela es el reportaje que no puede ser?
—El reportaje que no puede ser, el reportaje ideal. El que harías si tuvieras todo el tiempo del mundo, el que harías si pudieras hablar con todas las personas con la intensidad y la profundidad adecuada, y el que harías si tuvieras todas las claves de por qué han sucedido los hechos, cosa que normalmente cuando haces un reportaje no tienes.
—Vuelve en «La estrategia del agua» Rubén Bevilacqua, un guardia civil algo heterodoxo y revolucionario, ¿no?
—Sí y no, realmente. Él muy heterodoxo no es; es bastante obediente. Su destino es que tiene un jefe, o varios, a los que obedece. Es disciplinado: puede rezongar, pero nunca deja de obedecer. Rezonga mucho, y en esta novela más, sobre las jueces, pero se atiene mucho a lo que le mandan. Él es disciplinado, pero sí es verdad que tiene una visión de las cosas que no concuerda con el estereotipo que mucha gente tiene fabricado sobre los guardias civiles.
—Y que no es real, ¿no?
—Es que es un estereotipo antiguo, que no tiene en cuenta a las muchas personas que hoy están trabajando en la Guardia Civil. Es un cuerpo donde casi el 40 por ciento de la gente está afiliada a un sindicato reivindicativo que va contra la línea oficial e incluso combate la naturaleza militar del cuerpo. Fue el primero que reconoció el derecho de las parejas homosexuales de un funcionario público a ocupar una vivienda. Hay hechos que dicen que las cosas han cambiado, y en ese colectivo tan grande caben todas las sensibilidades, la de Bevilacqua y otras opuestas.
—Un personaje muy complejo, con su carga de fracasos, complejos y silencios, ¿no?
—Todos los seres humanos somos contradictorios, una suma de circunstancias azarosas y premeditadas, y muchas veces lo que premeditamos y lo que nos depara el destino se da de coces y no encaja. Yo he conocido a muchas personas que no tenían su vida encajada. Como Bevilacqua tiene todas esas aristas, resulta más fácil entablar una relación con él. El gran problema del personaje de ficción es que partimos de una mentira y tienes que romper esa convicción inicial y generar una realidad que permita al lector establecer una relación afectiva, Y lo consigues con este tipo de personajes concretos, contradictorios y con cabos sueltos, como tenemos todos

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