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Ángel Exterminador’

Pablo Sebastian

Puede que sea un santo, como dicen algunos. O un iluso, o un idealista, o un político fiel a sus convicciones, o un astuto estratega que sobrevive a cualquier adversidad. El tiempo dirá pero de José Luís Rodríguez Zapatero al día de hoy solo se le puede valorar por cuanto acontece en el territorio español, porque nada de lo mucho que está pasando en España le es ajeno ni está al margen de su responsabilidad.


En el libro La Apocalipsis de San Juan el Ángel Exterminador es Abalón (en hebreo): el ángel de la destrucción o de la perdición. El mismo que dio título a la magnífica y surrealista película de Luís Buñuel (‘El Ángel Exterminador’, 1962) donde un grupo de comensales de la alta burguesía quedan encerrados en el salón donde celebran sus vanidades, y donde acaban haciendo gala de su crueldad y bajos instintos para sobrevivir a una cárcel virtual de la que solo pueden salir cuando han desnudado su verdadera identidad. Algo de esto, perdición y perversa vanidad, tiene que ver, simbólicamente hablando, con nuestros cuatro corceles “apocalípticos: la crisis de la economía ; daño a la unidad de España; desprestigio de la Justicia; y ambigüedad frente a ETA. Todo ello bajo el mandato de nuestro particular Ángel/Abalón, el sonriente y “buenista” José Luís Rodríguez Zapatero quien, preso de su bacanal y disfrute enloquecido del poder, ha iniciado el declive de su presidencia en la que puso todo patas arriba (desenterrando incluso el debate de “las dos Españas”) y provocó, intencionadamente o a su pesar, el principio del fin de la agotada transición.

Lo ocurrido en últimos días en el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo responde a sendos ataques del presidente Zapatero que tienen la máxima trascendencia negativa para la unidad de España, al Estado de Derecho y el prestigio de la Justicia. Hasta el punto que hemos visto al presidente Zapatero amparando una feroz campaña contra el Tribunal Supremo, al que se ha acusado de complicidad con el franquismo fascista -con motivo de procesamiento del juez Garzón- en un bochornoso acto “académico” ampliamente difundido y presidido por el rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, en presencia del Secretario de Estado, Gaspar Zarrías. Todos jaleados por el insultador ex fiscal anti corrupción, Carlos Villarejo. Y todos tras la estela de Zapatero, quien no dudo en elogiar públicamente a Garzón tras haber sido imputado en el Tribunal Supremo.

Es decir, al presidente no le importa el descrédito del Tribunal Supremo dentro y fuera de España –el debate ha saltado a la prensa internacional- y prefiere dañarlo con tal de que no le toque un pelo a su famoso juez de cámara, que tantos servicios le ha prestado (Gürtel, Faisán, legalización del PCTV, etc). Y esto mismo es lo que pretende hacer ahora nuestro “angelical exterminador”, Zapatero, con el Tribunal Constitucional: dinamitarlo antes de que una sexta ponencia acabe quitando del preámbulo del Estatuto Catalán el título de “nación” que se le quiere otorgar a Cataluña, en contra de la única nación española que proclama la Constitución Española de 1978. Que es lo que le ha pretendido sin éxito la ponente, Elisa Pérez Vera, que fue derrotada por los seis magistrados que rechazaron la propuesta que asumía las posiciones de Zapatero y de los nacionalistas catalanes. Los que pretendían otorgar el título de “nación” a Cataluña en menoscabo de España. Dando la mayor importancia al preámbulo del Estatuto, al mismo tiempo que decían que no tenía ninguna consecuencia legal.

Una vez más Zapatero aparece en la cabecera de esta operación con la que pretendía dar un vuelco a la Constitución Española, camino de una Confederación, utilizando la puerta trasera de una ley orgánica para la reforma de un Estatuto de Autonomía, poniendo en solfa principios esenciales de la convivencia nacional, y el propio título de nación española. Y hurtando a la soberanía nacional lo que a todas luces era un cambio flagrante de la Constitución Española de 1978 sin someterlo a referéndum.

Y ahora cuando ve peligrar la espina dorsal del Estatuto soberanista catalán Zapatero prefiere dinamitar con malas artes el Tribunal Constitucional imponiendo su bloqueo y su renovación, lo que se conseguirá si sus magistrados más afines dimiten siguiendo las instrucciones que la Moncloa les ha transmitido a través del diario gubernamental `El País´. Lo que supone impedir que el nuevo ponente, Guillermo Jiménez, presente en un tiempo razonable su propuesta y la someta a votación. O sea, la caducidad del mandato de varios magistrados no era importante si la ponente era Pérez Vera, pero es insostenible si el ponente es Jiménez.

Es decir golpe de mano contra el Tribunal Supremo y otro golpe de mano contra el Tribunal Constitucional al servicio de Zapatero y de sus aliados nacionalistas, para buscar, como sea, su permanencia en el poder. Algo parecido a lo que en Italia suele hacer Silvio Berlusconi para mantenerse y huir de la Justicia.

Y mientras tanto el corcel de la crisis económica galopa desbocado y sin jinete, fustigado por los sindicalistas y banqueros, con dos años perdidos y sin que nadie tome medidas sobre los más urgentes desafíos: reforma laboral; control del déficit; bloqueo del crédito; y ausencia de la obligada reforma del sistema financiero, empezando por las Cajas de Ahorro.

El cuarto jinete, ETA, está de capa caída, es verdad. Pero Zapatero, que siempre ha confiado en su buena estrella, no desiste en su ambición de que la banda terrorista le entregue las armas en vísperas de las elecciones de 2012. De ahí los guiños a presos etarras y mensajes cifrados a Otegui, o la vista gorda sobre Josu Ternera –al parecer enfermo en Düserdolf-, o las cortinas de humo sobre el caso Faisán. Todavía resuenan en el aire sus temerarias y amables palabras con ETA cuando Zapatero nos decía que De Juana Chaos era “favorable al proceso de paz”, o que Otegui era “un hombre de paz”. Palabras que saltaron por los aires en la Terminal 4 de Barajas, justo el día después (30 de diciembre de 2006) de que el angélico presidente nos anunciara el inminente fin del terrorismo vasco. Lo que hizo con el mismo “optimismo antropológico” con el que declaró que no había crisis económica, o que “los brotes verdes” de la recuperación ya estaban a la vista. O cuando elogió como un héroe a Garzón. O como cuando, a propósito de España, señaló que la nación española era “discutida y discutible”, naturalmente por él.

Adivina, adivinanza: ¿dónde están las cabezas pensantes y responsables del PSOE, que en su día pactaron la Constitución de 1978 y enterraron el debate de “las dos Españas” que ahora pretende reactivar Zapatero?; Y ¿dónde está la leal oposición? Mariano Rajoy, dedicado a dar explicaciones por los casos de corrupción que no ha sabido atajar en su momento, no está a la altura de las circunstancias y no se atreve a presentar, aunque la pierda, la moción de censura a Zapatero que requiere el grave momento español. Utilizando el altavoz del Parlamento para denunciar la grave situación y ofrecer su programa de recuperación de las instituciones y de la economía, y la lista del que podría ser el núcleo duro de su gobierno para que los ciudadanos puedan visualizar la alternativa, si es que existe como tal. O simplemente se reduce a la larga espera de la propia autodestrucción del ‘Ángel Exterminador’, mientras nuestra clase política, financiera, judicial y los medios de comunicación partidistas se despellejan mutuamente en el salón encantado de Buñuel del que nadie puede escapar.

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